12 octubre 2009

La casa recomienda: "World´s Greatest Dad", de Bobcat Goldthwait


El 5 de marzo de 1982, John Belushi fue encontrado muerto en su casa. Sobredosis. Cuenta la leyenda -confirmada por sus protagonistas- que la noche anterior Robin Williams y Robert De Niro habían pasado a visitar al cómico genial -cuya capacidad más grande era hacer comicidad del desagrado-. El método comparativo suele ser odioso, y las comparaciones sin método tan intrascendentes como estúpidas. Muchos se llenaron la boca diciendo que más valía que esa noche hubiese muerto Robin Williams -quien por entonces era tanto a más adicto a las drogas que Belushi-. Otros, que mientras Belushi representaba el ala irreverente, subversiva de los cómicos surgidos del Saturgay Night Live, Robin Williams era la mansa o, si se prefiere, domesticada. Son, ambas, pelotudeces mayúsculas. Si bien es cierto que por entonces Williams conocía la fama por su Mork y Mindy, que se estaba integrando al sistema, por así decirlo, también lo es que Belushi estaba preparando lo que sería su desembarco protagónico en la televisión: él también se iba a "integrar". Esta diferencia entre blancos y negros, o más bien una de apocalípticos e integrados, pasa por alto que uno y otro encarnaban un humor salvaje del que también era parte Bill Murray. Buscaban la risa por el lado más inexplorado hasta entonces: si la comedia clásica había apelado fundamentalmente al slapstick y Allen había introducido lo racional-psicoanalítico-institucional como forma de ironía, la nueva generación de cómicos apelaba a volver a las raíces marxistas -de Groucho-: el absurdo llevado a un grado extremo. El 5 de marzo se encontró el cadáver de uno, el movimiento tuvo su mártir, pero eso no obra en desmedro de todos los demás.
Tanta introducción para justificar lo que sigue: amo a Robin Williams, amor la forma que tiene de encontrar lo dulce en cualquier personaje -y por ese mismo motivo muchos lo acusan de edulcorado, y puede que tengan razón, pero a mí me gusta eso que le critican-. Lo que sigue, entonces, no puede ser leído como un intento de análisis objetivo.

En World´s Greatest Dad, Robin Williams compone a un profesor de poesía en un colegio secundario. Una de las claves para ver la película es recordar La sociedad de los poetas muertos -otra confesión inconfesable: adoro esa obra de Peter Weir, aunque sé que es melosa, tramposa y contiene golpes bajos incomparable-. Porque, en más de un sentido, World´s... es la contracara de La sociedad...: si en aquella el docente intentaba mostrar que hay una verdad más allá de la educación formal, en esta el docente comprendió que todo es mentira, que todo está perdido. Es como si Robin Williams hubiese emprendido un viaje de vuelta, como si revisitara sus épocas de transgresión luego de haber pasado por la fama, por el Oscar -seamos sinceros: hizo una serie de películas sólo porque quería esa estatuita, y gracias a buscarla denodadamente fue que encontró a su actual mujer, quien era la niñera de sus hijos cuando él y su esposa de entonces iban a las ceremonias infructuosamente-. World´s... es una comedia negrísima acerca de un tipo que aún tiene fe en sí mismo, que intuye que el mundo es un espacio absurdo pero que se resiste a creerlo, y que por un accidente del destino -no voy a adelantar cuál, pero la idea es genial- comienza a ser aceptado por quienes lo despreciaban.
El Lance Clayton que compone Williams es maravilloso: muy pocos actores -Woody Harrelson, tal vez- hubieran aceptado un papel semejante. Se trata de un ser patético, que luego se transforma en despreciable. Si hay empatía del espectador por el personaje, es sólo por la dulzura que le otorga Williams. Pero hay que admitir que, para aceptar un papel así, hay que tener unos huevos grandes como una casa -y, probablemente, pocas ofertas restantes: los últimos roles de Robin habían sido en bodrios considerables-. Y eso también me hace querer -más- a Robin Williams.
Quienes la vean, probablemente me dirán que el último tramo, los últimos quince minutos, son chotísimos. Y tendrán razón. Pero con una salvedad: ese trío mirando, después de la tormenta, luego de la hipocresía, La noche de los muertos vivientes de George Romero en blanco y negro, y riéndose de lo que ven -es decir, de lo que vimos-, resulta impagable.
La peli ya está circulando en la web. Parece que te la podés descargar con el emule . Y parece que también están los subtítulos .
Acá, un avance:

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