31 octubre 2009

Elemental en Colombia: 68 horas sin dormir

Miércoles, 8 PM

Puedo sentir cada gota que cae de la ducha. Tibias, duras, chocan contra mi piel -las pocas que logran esquivar los pelos ensortijados de la cabeza y el pelo-. Supongo que en otra situación me relajaría. Por las fosas nasales entra vapor mezclado con oxígeno. Abro la boca, el agua tibia toma mi lengua. Escupo. Con los ojos cerrados, las manos recorren mi cuerpo. Lo que en un principio es una pátina grasosa pronto se convierte en espuma. Suave. Abro los ojos. Las gotas taladran la superficie de espuma, dejan pequeños agujeros. Una tras otra, destruyen hasta no dejar nada. Ni tibieza.
Cierro la ducha, salgo de la bañadera. Me seco, y voy a la habitación.
La Chica Más Hermosa Que Vi, sentada en el sillón, cierra la revista que estaba leyendo y me sonríe.
-¿Listo para conocer la verdadera Bogotá? -pregunta.

Elemental en Colombia: 67 horas sin dormir

Miércoles, 7 PM

Regresamos en la combi. En silencio. El tráfico en Bogotá es tremendo: cada diez minutos avanzamos poco más de tres cuadras. O así se siente, al menos.

Elemental en Colombia: 66 horas sin dormir

Miércoles, 6 PM

Reunión del Comando Miguel En Pos De La Revolución Peronista En Colombia Primero Y Donde Sea Después.

Ojos vidriosos, mandíbulas tensas.


  • El comparada Noriega sostiene que la revolución es imposible si no damos rienda suelta a nuestros deseos sexuales, mientras mira de reojo a Juana Rulfo, que mira la ventana.
  • La comparada Catherine Fulop plantea que se le dificulta continuar con el plan revolucionario porque dejó su kit de maquillaje en el hotel.
  • El comparada Hugo Chávez dice que habló con su hija, y que a la chica se le dificulta hackear las señales de los canales de aire, que podría demorarse dos días más de lo esperado.
  • El comparada Potarricense dice que no hay nada para decir.
  • El comparada Che Elemental dice que está aburrido.
Se resuelve dar por terminada la revolución.

30 octubre 2009

Elemental en Colombia: 65 horas sin dormir

Miércoles, 5 PM

Plan de acción revolucionario:

  1. Tomaremos el estudio de grabación. Cumplimentado.
  2. Crearemos un programa en el que difundiremos los principios del Comando Miguel. En desarrollo, el argentino -que ahora dice responder sólo al nombre de guerra "Che"- está escribiendo.
  3. Hackearemos la señal de aire de los principales canales televisivos de Colombia. En desarrollo, Hugo Chávez intenta comunicarse con la hija, la cual aparentemente se lleva muy bien con las computadoras.
  4. Emitiremos el programa con los principios del Comando Miguel. A desarrollar, tiempo estimado de ejecución y victoria peronisto-marxista: 2 días.
  5. Repetiremos indefinidamente el programa con los principios del Comando Miguel. A desarrollar, tiempo estimado de ejecución y victoria peronisto-marxista: 4 días.
  6. Concientización del proletariado y/o descamisados de su situación angustiante y de la posibilidad de cambio por medio de la revolución. A desarrollar, tiempo estimado de ejecución y victoria peronisto-marxista: 7 días (puede que menos, pero no queremos pecar de optimistas).
  7. Creación de un segundo programa, donde se enseñará de forma didáctica la utilización de armas de combate. A desarrollar, tiempo estimado de ejecución y victoria peronisto-marxista: 2 días.
  8. Emisión del segundo programa en las señales hackeadas. A desarrollar, tiempo estimado de ejecución y victoria peronisto-marxista: 2 días luego de la finalización del ítem anterior.
  9. Acuerdo con Tirofijo. En desarrollo, tiempo estimado de ejecución y victoria peronisto-marxista: 2 horas.
  10. Reparto de armas entre los desclasados/descamisados/desamparados. A desarrollar, tiempo estimado de ejecución y victoria peronisto-marxista: 1 día.
  11. Toma de la casa de gobierno en Bogotá, Medellín y otras ciudades de relativa importancia (incluir alguna frente al mar, para descansar un poco). A desarrollar, tiempo estimado de ejecución y victoria peronisto-marxista: 5 horas.
  12. Instauración del Nuevo Gobierno Popular Comando Miguel. A desarrollar, tiempo estimado de ejecución y victoria peronisto-marxista: 2 horas.
  13. Redistribución de la riqueza. A desarrollar, tiempo estimado de ejecución y victoria peronisto-marxista: 10 minutos.
  14. Exportación revolucionaria a Argentina, Brasil, Chile y Cuba. A desarrollar, tiempo estimado de ejecución y victoria peronisto-marxista: 2 días.
  15. Rebautizar América Latina como América Indígena Igualitaria Con Riqueza Redistribuida. A desarrollar, tiempo estimado de ejecución y victoria peronisto-marxista: 1 minuto.
  16. Exportación revolucionaria a Africa, Oceanía y Asia. A desarrollar, tiempo estimado de ejecución y victoria peronisto-marxista: 1 semana.
  17. Bloqueo a Estados Unidos y Europa y ahogo económico y cultural que los lleve a deponer su actitud antirevolucionaria. A desarrollar, tiempo estimado de ejecución y victoria peronisto-marxista: 3 días.
  18. Rebautizar el planeta Tierra como Hábitat De Todos. A desarrollar, tiempo estimado de ejecución y victoria peronisto-marxista: 1 minuto.
  19. Festejos. A desarrollar, tiempo estimado de ejecución y victoria peronisto-marxista: 20 años.

29 octubre 2009

Elemental en Colombia: 64 horas sin dormir

Miércoles, 4 PM.

MENSAJE DEL COMANDO MIGUEL EN POS DE LA REVOLUCIÓN PERONISTA EN COLOMBIA PRIMERO Y DONDE SEA DESPUÉS.

APARTADO 1. CONSIDERANDOS.
SOMOS CONSCIENTES DE QUE HICIMOS UNA SERIE DE PETICIONES QUE FUERON CUMPLIDAS POR LA CONTRAPARTE, PERO QUEREMOS MÁS. QUEREMOS, AHORA, LA JUSTA DISTRIBUCIÓN DE LA RIQUEZA. QUEREMOS QUE LA GENTE QUE DICE ALGO DE NOSOTROS, POR MÁS QUE SEA CIERTO (CORREGIMOS: EN ESPECIAL SI ES CIERTO) SEA DESPEDIDA DE SUS ÁMBITOS LABORALES Y RECIBA EL OPROBIO Y RECHAZO DEL RESTO DE LA HUMANIDAD. QUEREMOS QUE TODO EL MUNDO TRATE AL RESTO DE COMPAÑEROS, PORQUE SUENA LINDO. QUEREMOS QUE LOS CERDOS CAPITALISTAS DEN LA CARA Y SE MUESTREN MIENTRAS LOS OBSERVAMOS DESDE NUESTRO ACOGEDOR ANONIMATO. QUEREMOS FALOPA PARA TODOS (EL INTEGRANTE ARGENTINO DEL COMANDO ACLARA QUE FALOPA ES DROGA). QUEREMOS QUE NADIE DIGA QUE SOMOS VAGOS O QUE VIVIMOS DE NUESTROS PADRES, EN ESPECIAL SI SOMOS VAGOS O VIVIMOS DE NUESTROS PADRES. QUEREMOS QUE LA PROGRAMACIÓN DE AIRE DE TODOS LOS CANALES DE TELEVISIÓN COLOMBIANOS ESTÉ DIRIGIDA POR LEONARDO FAVIO (LA MÚSICA TAMBIÉN). EXIGIMOS SE LIMPIE NUESTRO BUEN NOMBRE Y HONOR, POR MÁS QUE PARA HACERLO SE TENGAN QUE DECIR MENTIRAS. SOSTENEMOS QUE RESULTA IMPERIOSO MODIFICAR EN LOS DICCIONARIOS LOS TÉRMINOS VERDAD Y MENTIRA, Y SERÁN DEFINIDOS POR NOSOTROS DE ACUERDO A NUESTRAS NECESIDADES. NOS GUSTA JUGAR AL FÚTBOL (ESTO NO TIENE NADA QUE VER CON EL RESTO, PERO EL ARGENTINO INSISTIÓ). PEDIMOS QUE NO SE PUEDAN DIFUNDIR NUESTRAS AVENTURAS SEXUALES, NI FALTAS A LA ÉTICA PÚBLICA, NI DELITOS, NI MENTIRAS, NI LAS INJURIAS O BAJEZAS QUE HAYAMOS COMETIDO CONTRA OTRAS PERSONAS, NI NADA QUE RESULTE FEO.

APARTADO 2. ADDENDAS.
A LOS CAPITALISTAS COLOMBIANOS. ESTO ES UNA ADVERTENCIA. LA REVOLUCIÓN ARRASARÁ CON TODO LO QUE HAN CONOCIDO. LES ACONSEJAMOS REPENSAR SUS POSTURAS. SE LOS DECIMOS DE ONDA, EH. Y SI NO NOS OBEDECEN, LES CLAVAMOS UNA DENUNCIA.

PATRIA, MUERTE O LLANTO

COMANDO MIGUEL

Elemental en Colombia: 63 horas sin dormir

Miércoles, 3 PM.

-Sal tú y luego de unos minutos lo hago yo, así no sospechan -dice la Chica Más Hermosa.
Inspiro. El sabor metálico recorre mi sien, y la energía los músculos.
Cuando salgo del baño, lo que ocurría en el estudio principal se congela. Escuchaba, pero los besos a la Chica me hacían perder un poco. Miro, entonces.
En una silla está el Ejecutivo.
En otra, la Encargada de Prensa.
Juana y Catherine enarbolan dos envases vacíos de Coca-Cola. Por el pico.
Noriega tiene las manos alzadas, y en lo alto una silla.
Hugo Chávez es el único que sigue en movimiento, saltando una y otra vez.
El portarricense está recostado sobre la mesa en la que habían servido sanguchitos horribles.
Todos me miran.
Vuelvo a inspirar, y camino hacia el Ejecutivo y la Encargada.
-A ver -digo-. Vamos a tratar de llegar a un acuerdo, porque acá nadie quiere salir lastimado. Principalmente ustedes. Nosotros ya estamos jugados, nosotros ya perdimos todo, en especial nuestra dignidad, por aceptar este viaje de mierda. No se le puede ganar a quien no tiene qué perder. Entonces. A ver. Ustedes no pueden tenernos acá encerrados a la espera de que alguno de esos actorcitos de mierda, que no conoce ni su propia abuela, se digne a venir. Un poco de educación. No queremos que la cosa termine mal, pero ustedes tampoco nos la hagan difícil. ¿Saben lo que son 63 horas sin dormir? Terrible, viejo, terrible. Y acá hay gente así, y ustedes les están metiendo un dedo en el culo. Bueno, un dedo en el culo no, porque eso en definitiva podría gustarle a alguien, no digo que a mí porque no, nunca, pero a alguien sí. Ustedes nos están mojando la oreja. Y llegan tarde, porque desde nuestro arribo a Bogotá que no deja de llover, por lo que ya estamos recontra mojados. La oreja nos chupa un huevo, ¿entienden? Pero bueno. Entonces. A ver. Las condiciones para liberarlos. Para que esto no se desmadre. Primero, obvio, no puede haber represalias. Luego, queremos diez gramos de merca. Para cada uno. ¿Estamos? Acá la venden al por mayor, así que no tendría que haber drama. ¡Esto es Colombia, viejo! ¡Queremos colombiar! ¡Queremos blanca, merca, mandanga, tiza! Y claro. A ver qué más. Que nos traigan ya mismo a los dos que hay que entrevistar hoy. Basta de espera. Y mañana, todo más ordenadito, ¿estamos? No tengo intenciones de que esto se desmadre. Ustedes ya vieron: están sentados sobre un volcán en actividad, puede estallar de un momento al otro, si hago así estalla, si hago asá también, por lo que ustedes tienen que desear que no haga nada, yo. Los que tienen que hacer son ustedes. Porque si no esto podría irse de causa. Primero este estudio, luego Bogotá, luego Colombia, luego Sudamerica, luego el continente, luego el mundo. ¿Ustedes van a permitir que se termine la era capitalista cuando nuestras condiciones son tan pero tan humildes, sencillas y racionales? De ustedes depende. Pero depende ahora.

Elemental en Colombia: 62 horas sin dormir

Miércoles, 2 PM.

Estamos sentados. Se supone que esperamos a que venga otro actor, ya ni sé quién ni de qué país. Me siento encerrado. Me siento despierto, también. Atento. Tengo sed.
-¿Te pasa algo? -me pregunta Hugo Chávez en un susurro.
-No, ¿por?
-Las piernas -señala con los ojos.
Miro hacia abajo. Las rodillas se mueven a velocidad supersónica, o algo así, que en definitiva no importa. Se supone que el movimiento perpetuo no existe, pero mis piernas parecen creer lo contrario. Hugo las mira y frunce el ceño. Tampoco quiero que sospeche.
-¡Esto es terrible! -digo en un tono de voz lo suficientemente alto como para que me escuche todo el resto.
Me miran.
-¡Nos tienen acá esperando como si fuéramos esclavos! -digo, casi grito-. ¡Somos periodistas, queremos periodistear! ¡Ya pasó la hora de la comida! ¡Si no tienen a nadie para que entrevistemos, déjennos volver al hotel!
-¡Eso! -grita Juana.
-¡Eso! -grita Jacqueline.
-¡Eso! -grita Noriega y se ubica junto a Juana, que alza su puño cerrado.
Miro a Hugo, le hago una seña.
-¡Eso! -grita y se ubica junto a Jacqueline.
-¡Traigan a alguien! -grito-. ¡No somos monigotes!
Silencio de nuevo.
-Monigote es muñeco -les digo a mis camaradas (me resisto, incluso en este estado, al compañeros).
-¡No somos muñecos! -grita Juana.
La Chica Más Hermosa Que Vi me sonríe, de pie. Está cruzada de brazos.
El Ejecutivo y la Encargada de prensa llegan corriendo.
Abro la boca, pero el portarricense grita antes que yo:
-¡Dignidad!
-¡Libertad, igualdad, fraternidad! -grita Juana que no deja de mover los puños en el aire.
-¡La imaginación al poder! -grita Noriega.
-¡Traigan entrevistados porque nos cagamos de embole! -grito a mi vez.
La revolución acaba de comenzar.

Elemental en Colombia: 61 horas sin dormir

Miércoles, 1 PM.

-¿No vas a comer con los demás?
-No tengo hambre, la verdad.
-¿Te pasa algo?
-...
-Dime, Elementalico, ¿te pasa algo?
-Hace mucho que no duermo.
-Pero hoy a la noche te voy a mostrar la verdadera Bogotá...
-Sí, seguro, claro, eso no hay drama.
-¿"No hay drama"?
-No hay problema.
-Ah.
-Voy a ir. Como para perdérmelo.
-Pero mira que será una salida extensa, eh.
-No hay problema, ya te dije.
-No te veo bien.
-¿Lo decís por la pelotudez que pregunté en la conferencia de prensa?
-...
-Estoy como boleado, borracho, boludo.
-...
-Estás muy linda, ¿te dije?
-Tengo una idea.
-¿Qué?
-Ven.
-¿Qué cosa, ven?
-Que me sigas, Elementalico.
-Ah.
-...
-...
-...
-...
-Ven.
-No puedo.
-¿Cómo?
-Dice "damas".
-Ja.
-En serio, no puedo. Me da vergüenza.
-...
-¿Qué hacés? ¡Soltame!
-Ven.
-...
-...
-Son iguales a los nuestros, salvo que no tienen mingitorios.
-¿Qué?
-Siempre imaginé que tendrían más espejos.
-...
-...
-Pensé que ibas a esperar a la noche.
-¿Para qué?
-...
-...
-Eres rico.
-Vos también.
-...
-...
-...
-Hay algo que no entiendo.
-¿Qué cosa?
-Que dijiste que pensabas que iba a esperar a la noche.
-Sí. Pero me gusta, que te hayas animado aquí.
-No, no es eso lo que no entiendo.
-...
-¿Si pensabas eso para qué me trajiste?
-...
-¿De qué te reís?
-Ten.
-Ten, ven. Limitado, tu lenguaje.
-Ten.
-¿Qué es?
-...
-¿Te parece?
-...
-Para ustedes es como un caramelo. Como la carne para nosotros.
-...
-No sé.
-Te va a mantener despierto.
-¿No te impide que se te pare la pija?
-A la noche no tomas y listo.
-Ja.
-Ja.
-...
-...
-Vamos, ten.
-Es que no sé.
-A ver...
-...
-...
-...
-Eres rico.
-Vos también.
-...
-Bueno, dame eso.

Elemental en Colombia: 60 horas sin dormir.

Miércoles, 12 AM.

No sé si es el café o la conferencia con el segundo integrante del elenco que nos pusieron adelante -un colombiano muy simpático, gordito-, pero empiezo a cabecear. No pude dormir en la habitación, pero ahora mi cuerpo se empecina en hacerlo acá, rodeado de periodistas. Un cabeceo, y me siento en Buenos Aires. Otro, y no sé si es el movimiento, el estar sentado, pero pienso en el subte. Pienso...
  • En el gordo gay que se sube en la línea D, calzando un walkman, la música a todo volumen, siempre temas en inglés -creo que Madonna, pero no sé bien cuáles canciones son de Madonna-, y la canta con fonética, un uai-chai-mai-uai-chai-mai, algo así, y que cada tanto dice cosas como "Eduardo, dame tu leche". A veces pasa la lengua por la palma de la mano, y luego la mano por la parte trasera del pantalón.
  • En la gente que se te adelanta en el acceso a la escalera mecánica. Los ves cómo avanzan con pasitos cortos, te primerean con el hombro, y cuando están delante tuyo sonríen. En el caso de algunas minas, me dejo ganar a conciencia y aprovecho que van adelante mío, a una altura exacta para que su culo quede delante de mis narices, y miro.
  • Los pelotudos que se quedan parados delante de la puerta mecánica, y no bajan.
  • Los pungas que se suben de a dos, a veces tres, con camperita al brazo, y rodean a sus víctimas sin disimulo. A veces, el chofer del convoy, que ya los tiene calados, dice por el altoparlante "se recuerda que cuiden sus pertenencias". La mayoría de las veces no dicen nada.
  • Los que, con el vagón repleto, se sientan con las piernas estiradas.
  • El cieguito que vende algo y uno se queda siempre con la sospecha de si es ciego o no.
  • Una violinista preciosa que se sube a tocar entre estaciones y trata de venderte el cidí.
  • El que se tira un pedo silencioso y disfruta.
   Hugo me codea. Me despabilo. El Ejecutivo me pregunta si tengo alguna pregunta. Carraspeo. Miro al colombiano.
   -¿Por qué no hay subtes en Bogotá? -pregunto.

28 octubre 2009

Elemental en Colombia: 59 horas sin dormir.

Miércoles, 11 AM.

Cuando termina la conferencia de prensa con la mexicana, la Encargada de Prensa se asoma para decirnos que tenemos un "break" (así lo dice) antes de la siguiente, que será con un actor colombiano. De repente, miro la hoja con el listado de todas las personas que entrevistaremos en el día y medio que resta antes de mi regreso, y compruebo que no tengo la menor idea de quiénes son. Codeo a Hugo Chávez, le pregunto si esta gente es conocida acá al norte de sudamérica, y hace un gesto despectivo con los labios. Aparentemente sí los conocen, aunque tampoco es que tengan tan buena fama.
-¿Un café, don?
Giro la cabeza. Un camarero con uniforme y un gesto pétreo partido por una sonrisa inmaculada me observa. En la mano tiene una jarra que supongo está caliente. Mis pelos de la nuca perciben una tibieza. Por un instante temo que me arroje el café hirviente en la cama si me niego, como represalia, por lo que enseguida digo que sí. Además, acabo de reparar en un detalle: hasta ahora no probé el café colombiano. Bebo de un vaso de telgopor. Supongo que ningún juicio resulta justo si se bebe de un vaso de telgopor, pero lo cierto es que el café no me parece la gran cosa.
-No entiendo para qué nos hicieron venir tan temprano -dice Juana, con cara de orto-. ¿Para qué tenemos esta pausa? Podrían haber retrasado la primera entrevista y seguíamos durmiendo, en vez de madrugar.
Cuando dice durmiendo bajo la vista. Me da una cierta culpa. Esto de ser el EMF no es tan sencillo.
-Eso, no entiendo para qué nos hicieron venir tan temprano -interviene Noriega, y mira a Juana para percibir si la chupada de medias rindió efecto.
A ver si se entiende: llevamos una hora en este lugar y ya hay dos periodistas quejándose.
A ver si se entiende: que las cosas no van a tener un final feliz resulta predecible, por no decir inevitable.

Elemental en Colombia: 58 horas sin dormir

Miércoles, 10 AM.

El micro ingresa en un predio cerrado. Antes del viaje, imaginaba que en este tipo de lugares había guardias armados con ametralladoras, pero no. Está la casilla del guardia de seguridad, con sus vidrios polarizados para nunca dar a entender qué hay dentro, pero sólo eso, como en Buenos Aires. Las puertas se abren con un chirrido. La primera en bajar es La Chica Más Hermosa Que Vi. Luego, la seguimos los demás. Hugo Chávez se me acerca con una sonrisa incómoda y me toma del brazo.
-Espero que por cogerte a la Chica no me dejes de ayudar...
Es el Elemental colombiano, evidentemente.
Niego con la cabeza. Catherine me pregunta qué tal estuvo el viaje, pero creo que su qué tal estuvo el viaje significa más bien qué tal con La Chica Más Hermosa Que Vi, por lo que digo muy bien, y con ese muy bien digo por favor, concentrate en Huguito Chávez, porque necesito equilibrar el Ying y el Yang para mi regreso a Buenos Aires. Quien también se me acerca es Juana, que acelera el paso para dejar atrás a Noriega. Acerca su boca a mi oreja y susurra es insoportable. Yo me encojo de hombros, como diciéndole la verdad que mucho no me importa, o más bien pobre Noriega, o más bien yo que vos no lo consideraría tan insoportable porque dudo que se repita lo de anoche. Juana pone cara de orto. No se esperaba esa respuesta, sea cual sea que haya interpretado.
Subimos escaleras. Mi estado insomne aumenta cada escalón unos cinco centímetros, a medida que subo tengo que tantear con la punta de los pies por si le estoy pifiando. Llegamos al estudio de grabación. El decorado es feo. Y un feo que dudo que pueda ser hermoso, alguna vez. Colores chillones. Posmodernidad sobrecargada en el mobiliario. Olor a incienso tan intenso que creo se puede ver en la pantalla de su televisor, señora. Nos ubicamos en sillas. Somos muchos más que quienes nos alojamos en el hotel. Estamos los extranjeros, que nos sentamos juntos, y los colombianos que se sientan juntos. En un momento Catherine Fulop comienza a hablar con un colombiano, le sonríe y me mira de reojo. Suspiro. Le hago un gesto a Hugo de que no le dé bola, como diciéndole que lo hace por nosotros y no por el colombiano que no deja de mirarle las tetas. La otra que hace algo por mí es Juana: su cara de culo es notable.
Creo que todos estamos de mal humor. Catherine y Juana por mí, Noriega por Juana, Hugo por Catherine, yo por el insomnio. En cierto sentido, es una comedia romántica de enredos, donde cada uno está interesado en otro. En cierto sentido, eso es la vida.
El Ejecutivo se para delante de todos los periodistas. Con voz impostada, nos da la bienvenida y nos explica que esta es una gran apuesta. Todos estamos serios. Nadie agradece. Nadie nada. Dice, entonces, el Ejecutivo, que de inmediato se iniciará la conferencia con la primera integrante del elenco numerosísimo, a quien presenta como una estrella mexicana. Entra la mexicana, que es muy bonita. Algo me dice que todos serán bonitos, de una forma u otra.
La mexicana se sienta, el Ejecutivo pregunta quién hará la primera pregunta. La primera pregunta, por lo general, es para romper el hielo, una pelotudez del estilo de cómo es tu personaje, cómo te sentiste cuando te convocaron, esas cosas.
Quien alza la mano es Juana. Le pasan un micrófono. Pregunta:
-¿Cómo te hace sentir que te hayan presentado como una estrella mexicana, cuando allí no eres muy conocida?
Silencio. Sonrisa incómoda de la mexicana.
Empezamos.

27 octubre 2009

Elemental en Colombia: 57 horas sin dormir

Miércoles (cont.).

-¿Dormiste bien?
-Ya te dije. Bárbaro.
-Tienes cara de cansado.
-Vos tenés una carita preciosa.
-Eres simpático.
-¿Acá se dice carita o carica?
-¿Qué es una carica?
-Digo, ¿acá el diminutivo no es con c?
-No entiendo.
-Ratico, momentico, esas cosas.
-Sí, pero también decimos ratito.
-¿Usan las dos cosas?
-Sí, ¿por qué?
-Porque si no te iba a tener que decir que tenés una cara bonica.
-Ja.
-¿Siempre es así el tráfico?
-El tránsito.
-Ah, sí, perdón. Confundir acá tránsito con tráfico debe ser todo un tema. ¿Siempre es así?
-Ahora no está tan mal. Tendrías que ver a las seis de la tarde.
-La hora pico.
-Claro.
-Que también la deben llamar la hora pito, ¿no?
-Tonto.
-¿Cómo era eso de la verdadera Bogotá?
-Nada, que te han alojado en el barrio rosa...
-¿Es la zona gay?
-No, Elemental, es la zona rica...
-La zona rita.
-Tonto.
-Nosotros lo llamaríamos cheto.
-Sí, lo sé.
-¿Lo sabes?
-Claro. Sé cómo hablan los argentinos.
-¿Por qué?
-Uy, están las telenovelas... Y además Buenos Aires me gusta mucho.
-¿Sí?
-Sí. Siempre he fantaseado con vivir ahí.
-¿En serio?
-Sí.
-Y yo que pensaba venir a vivir acá.
-¿En serio?
-No. Hace mucho que no duermo.
-¿No me dijiste que habías dormido bárbaro?
-Sí. Quise decir que hace mucho que no sueño.
-Ah.
-Al final no me dijiste eso de la verdadera Bogotá.
-Que hay otras cosas...
-¿Hay zonas donde no llueve tanto?
-No, eso no.
-Es Macondo.
-García Márquez es un prócer, aquí.
-¿No vive en México?
-De a ratos.
-¿Y vos vivirías en Buenos Aires, en serio?
-En serio.
-No deberías dejarte llevar por la impresión que te da un argentino simpático como yo. Buenos Aires puede ser una mierda.
-¿Sí?
-Como todas las ciudades, supongo.
-...
-¿Y cómo es la verdadera Bogotá?
-Si quieres, te la muestro.
-¿En serio?
-Claro.
-¿Cuándo?
-Si quieres, esta noche.
-...
-¿Qué piensas?
-Que no voy a dormir.

Elemental en Colombia: 56 horas sin dormir

Miércoles (cont.).

En la puerta del hotel hay un micro estacionado. Cuando La Chica Más Hermosa Que Vi da la orden, comenzamos a subir en silencio. No con las cabezas gachas, pero casi. Empiezo a caminar por el pasillo y veo que Juana está sentada sola, libre el lugar junto a ella. Me mira y sonríe. La miro y sonrío con sinceridad. Sigo de largo. Siento cómo, detrás, Noriega la saluda y se sienta a su lado. Catherine también está sola, y también paso de largo. Me siento al fondo, con la esperanza de poder dormir en el trayecto hasta el estudio de grabación. Hugo Chávez viene desde el fondo. Veo cómo mira a Catherine, cómo duda acerca de si ocupar el sitio junto a ella. Pasa de largo. Se tira junto a mí. Me sonríe, y lo miro con cara de culo. ¿Vos no te la querías coger?, pregunto. Sí, ¿por?, enrojece. Porque te tendrías que haber sentado junto a ella, digo, pero ya es tarde. La llamé por teléfono a la noche, ahora si ella quiere algo me tiene que dar alguna señal, dice Hugo Chávez mientras hace puchero. No sé si es porque tantas horas sin dormir me ponen de mal humor, pero le doy un cachetazo breve que le hace temblar las mejillas. Hugo Chávez me mira con ojos bovinos. Si querés coger, va siendo hora de que dejes la dignidad de lado, le digo. Y agrego: la dignidad es cuando aspirás a un noviazgo, porque implica futuro y nadie quiere que lo maltraten por mucho tiempo, pero si es sólo coger, ¿qué te importa que se haga la estrella, si después de garchar te vas? Hugo Chávez asiente, boquiabierto. El micro arranca. Apoyo la cabeza en el respaldo, cierro los ojos. Una marea acaricia mis sienes, el cuerpo se relaja. Veo un mar, los palos de un muelle que ya no está. Siento las olas. Me relajo. ¿Y si me enamoro?, pregunta un osito de peluche entre las olas. ¿Cómo?, pregunto. Que si me enamoro, Elemental, ¿qué hago?, insiste el osito que viste una malla hawaiana. Mierda. Abro los ojos. Cientos de agujas se clavan en mis párpados. La frente adormilada, la boca pastosa. ¿Cómo?, pregunto. Que si me enamoro, pregunta Hugo, ¿qué hago? Suspiro. Tengo mujer e hija, insiste Hugo Chávez. No tenés que enamorarte, digo. ¿Y si lo hago?, pregunta. Su cuerpo tiembla. El mío también, pero por otros motivos, supongo. Bueno, entonces no cojas, digo. Qué pena, dice él, y apoya la frente en la ventanilla. Le doy otro cachetazo. ¡Vos tenés que cogértela!, grito en un susurro, si eso es posible. ¡El Ying y el Yang, pelotudo! ¡Ahora, te la vas a coger! ¿Y si me enamoro? Ya veremos. Ah. El micro entró en una autopista, el tránsito no es mejor que en la avenida, que no es mejor que en la calle. Hugo Chávez me explica -no sé por qué, si él es venezolano: quizás estoy soñando, quizás estoy dormido hace 56 horas- que en Bogotá no hay subtes, por eso casi todo el mundo utiliza los coches; que hay subte en Medellín, pero que ahí se hizo con plata de los narcos, parece que los narcos en Medellín hasta hicieron un zoológico de lujo. En cierto sentido, parece de acuerdo a lo que informa Hugo Chávez, Medellín es moderna y Bogotá está muy retrasada, en comparación. El norte era narco y se desarrolló, el sur buscaba el monopolio industrial y fracasaba siempre. Qué interesante, digo. Ni siquiera esto, me da sueño. Un calor recorre mi hombro. Miro. La Chica Más Hermosa Que Ví.
-Tenemos una hora hasta llegar al estudio -dice.
-Uy -digo.
-¿Quieres venir adelante así conversamos un poco?

Elemental en Colombia: 55 horas de insomnio

Miércoles.

La Chica Más Hermosa que Vi me pregunta qué me pareció Bogotá. Le digo bien, porque decirle que casi no salí del hotel me suena poco cortés. Le digo linda, porque quien dice linda no dice nada, nunca. Una mujer linda no es nada. Una mujer fea puede llegar a ser hermosa, una mujer hermosa lo es casi siempre, pero una linda no lo será jamás. Lindo es una categoría sosa, fofa, insípida, ni siquiera fea. Linda es, en los últimos años, el equivalente al simpático de tiempos añejos. Lindo es algo que tapa, la cobertura de un alfajor con poco relleno. Un alfajor Havanna es lindo, un Cachafaz hermoso, un Pirata del Espacio feo, pero por eso mismo puede llegar a ser, en un momento de necesidad, delicioso. Lo lindo es medido, ajustado. Lo hermoso y lo feo, o lo horrible, es abrumador. A nadie le gusta lo medido salvo para pasar el rato. Aunque no le digo nada de esto a La Chica Más Hermosa Que Vi. Lo que le digo, sí, es:
-Linda, Bogotá.
Ella me acaricia el brazo, y ensancha su sonrisa.
-Y eso que no has visto la verdadera Bogotá.
Hay una película extraordinaria y poco conocida. Se llama Killing Zoe, la dirigió Roger Avary -coguionista de Pulp Fiction, que luego se pelearía con Tarantino-, la protagonizan un yanqui del que no recuerdo el nombre y la francesa Julie Delpy, que puede estar hermosa aunque le arrojen una montaña de mierda en la cabeza. Es un policial alucinado. El yanqui está en París para robar un banco, o algo así, y conoce a la francesita, quien todo el tiempo le dice "te voy a mostrar la verdadera París". Y uno, que con Julie Delpy iría hasta el infierno aunque le dijesen que no hay pasaje de regreso, se siente interesado. La peli avanza en la trama policial con un paralelo en el consumo de distintas drogas y una recorrida por distintos puntos de la noche parisina. Uno cree que "la verdadera París" es eso. Luego, sobre el final, cuando todos los conflictos se han resuelto, Julie Delpy le acaricia la frente al yanqui, tirado en un taxi, y le dice "ahora sí te voy a mostrar la verdadera París". No hay tal cosa como una verdadera Buenos Aires, o París, o DF, o New York, o Bogotá. Hay momentos intensos, realidades paralelas, instantes en que se cruza de forma adecuada lo que somos en ese microsegundo y lo que es esa ciudad y quienes la habitan en ese microsegundo. La búsqueda de lo real es infinita. Lo sé. Pero si con Julie Delpy iría incluso a una misa del Papa, a un avión piloteado por Osama Bin Laden, con la Mujer Más Hermosa Que Vi la cosa es simple:
-Cuando quieras -le digo.
-¿En serio te animas, argentino? -sonríe, sin dejar de acariciarme el brazo.
-Absolutamente.
Luego, nos separamos. Ella va hasta el resto de los periodistas, les dice que saldremos en pocos minutos. Hugo Chávez se me acerca. Me pregunta si finalmente pude dormir, niego con la cabeza.
-Estaba pensando -le digo.
-¿Qué?
-¿Y si me quedo a vivir en Bogotá?

26 octubre 2009

Elemental en Colombia: Fffffffffffffffffffffffffffffff

Miércoles.

Despierto a Juana. Remolonea un poco, hasta que le digo que en una hora hay que encontrarse con el resto de los periodistas y partir rumbo a las ruedas de prensa en el estudio. Entreabre los ojos, y al descubrir que estoy vestido pregunta, con toda la curiosidad del mundo, si no dormí. Niego con la cabeza. Estoy a punto de decirle que hace unas 54 horas que no pego un ojo, pero no creo que sea buena forma de despertarla. Toma la ropa que quedó desparramada en el piso, y comienza a vestirse. Nos vemos en un rato, dice, y parte. Me recuesto en la cama, no porque tenga sueño sino porque deseo recordar la sensación de lo que era dormir. Cierro los ojos, intento que mi mente divague, pero nada. Continúo acá. Abro los ojos. Me desvisto. Me meto en la bañadera -la misma que Catherine llama jacuzzi-, el agua está caliente. Mis músculos comienzan a relajarse, pero el hormigueo en los párpados continúa. ¿Y si no logro dormir en toda mi estadía en Bogotá? Los dedos con shampú masajean el cuero cabelludo. Por un instante siento los pies lejos de la loza, el agua me empuja a otro espacio, pero es eso: un instante. Canto, entonces. Hace años que no canto en la ducha, desde la época en que seguía a los Redondos. Canto un tema de Calamaro, Flaca, aunque en mi biografía reciente no haya nada que me empuje a temerle a una flaca que me clave un puñal en la espalda, ni tan profundo ni tan superficial. Canto, más bien, pensando en que es un buen día para furmarse un porrito. Es loco, eso. Alguien dice una frase en público y luego se transforma en estigma. Más cuando la frase es cierta. No sé. Al enjabonarme el cuerpo, cada pelo se eriza, como si los estuviera despabilando. Quizás sea éste, el precio a pagar por ser como el EMF. Abrir los ojos cuesta. Enjuagarme y que el chorro de agua me de en el rostro es trabajoso: algunas gotas caen en mi boca abierta, escupo. Cada acción es medida, meditada. Estoy lejos y cerca a la vez. Cuando mi mano cierra el agua, mi cabeza está en otra parte. Me visto, y si bien los movimientos son mecánicos, también son calculados. De repente, tengo que calcular la distancia entre mis manos y los cordones de los zapatos. Luego, la velocidad con la que el cepillo de dientes se mueve dentro de la boca, adelante y atrás, arriba y abajo. En la mitad del proceso me doy cuenta de que olvidé encender el botón que lo activa. Ya tengo espuma que desborda, por lo que es al pedo. El agua del hotel, para enjuagarse la boca, es Evian. La primera vez en mi vida que voy a beber Evian es para escupir una mezcla amorfa entre pasta dental y saliva, que cae con la misma lentitud de siempre, aunque pareciera desprenderse del cuerpo de otro. Me acomodo un poco los rulos. Giro, tomo el grabador y la carpeta con los datos del elenco del programa que motiva la invitación y visita. Salgo de la habitación. La piel percibe hasta el más mínimo cambio de temperatura. Es como si todo, deseando dormir, deseando tener sueño, estuviese más despierto que nunca. En el ascensor escucho los mecanismos de rieles, cables y botones. Me olvido de marcar la planta baja, que acá en Bogotá es el 1, descubro con asombro. El 1 es nuestro 0. Como si así nos sacaran ventaja. O sea, mi piso 5 en Buenos Aires sería el cuarto. El mundo está loco. Camino por el hall. Está la Chica Más Linda Que Vi en Mi Vida, que apenas nota mi presencia sonríe y se acerca. Me saluda con un beso en la mejilla, y me acaricia el brazo:
-¿Cómo dormiste? -pregunta.
-Bárbaro -le digo.

25 octubre 2009

Ernestina Pais


"Si yo estudié fotografía es porque no había fotos mías de chiquita: cuando mis viejos salían de una casa quemaban todo para que no los siguieran. No quedan registros, ninguna foto, ni de nosotras de bebas ni de mamá embarazada."

Stieg Larsson / Millenium: Anatomía de un éxito


Nota en el suple Cultura de Perfil.

22 octubre 2009

Elemental en Colombia: Berp

Martes, madrugada de miércoles (cont.).

-¿Qué hacés acá?
-No me podía dormir.
-Ah.
-¿Vos?
-Tampoco.
-¿No se supone que tendría que estar abierto, en un hotel de esta categoría?
-Es un hotel boutique, son pocas habitaciones... No deben tener muchas expectativas con el bar.
-Claro.
-Igual, lo de tener casi todas las luces apagadas...
-Un poco deprimente.
-Es como si nos estuvieran ordenando que hay que dormir.
-Mariconzones.
-Putos.
-¿Qué hacés?
-¿Y quién me va a decir algo? ¿El conserje que no está? ¿El de seguridad de la puerta?
-...
-No me vas a venir con que te molesta el humo.
-¿Me convidas?
-Claro.
-...
-Estás aprendiendo, así me gusta.
-Gracias.
-Ya te dije, vos sos yo, quiero que te vaya bien.
-Ying y yang, claro.
-Claro.
-...
-Bueno, dale.
-¿Qué?
-Contame cómo te fue con Catherine.
-...
-¿Qué pasó?
-La llamé, atendió, pero no quería verme.
-¿Y?
-¿Cómo, y?
-No tenés que pedir permiso, Huguito. Vos vas y listo.
-Ah.
-Actitud. Actitud.
-Ah.
-Mirá, la cosa es así. Cuando las mujeres dicen que "no", es "no sé"; cuando dicen "no sé", es "sí"; y nunca dicen que "sí". Los hombres somos lo opuesto: cuando decimos "sí" es "no sé", cuando decimos "no sé" es "no", y nununca decimos que "no".
-Mira.
-...
-Es cierto.
-No sabías que es cierto.
-No.
-Sos yo, así que no te hagas el boludo conmigo. No lo sabías. Vos creés que sí es sí, y no es no, y usás los sí y no en forma transparente.
-Sí.
-O sea, sí. Cuando bien podría haber sido un no sé.
-Me estoy mareando.
-El insomnio.
-Nos podrían haber habilitado el canal de porno.
-Supongo que sí, pero igual habría tenido que bajar.
-¿Por?
-Juana está durmiendo.
-¿Está en la habitación contigua a la tuya y temías despertarla?
-No, está durmiendo en mi cama.
-...
-Sí.
-...
-Le envidio que pudo quedarse dormida.
-...
-Ya se te va a dar, con Catherine.
-¿Tú crees?
-Yo sé.
-...
-...
-¿Me convidas otro?
-Claro.
-...
-...
-¿Tú crees que un perdedor algún día puede ganar?
-También a los perdedores les gustaría ganar, Huguito.

Elemental en Colombia: Aaaaaahhhhhh (2)

Martes, madrugada de miércoles (cont.).

La empujo sobre la cama. Cae de espaldas, con las piernas abiertas. El muro que impide el paso a los mojados está definitivamente roto. Me inclino sobre ella, a la altura de los pies. Los beso, diminutas montañas en las que Don Juan podría haber impartido sus enseñanzas, los lamo, paso la lengua entre sus dedos y cuando llego al pulgar succiono levemente. Juana tiene los ojos cerrados. Su primera reacción es doblar la pierna, por lo que debo estirarme hacia adelante como Diego Rivera ante sus murales, como Guillermo del Toro ante sus visiones terroríficamente extrañas. Mientras beso los dedos de sus pies, le acaricio la entrepierna húmeda como las playas de Jalisco. Lo hago con el dorso de la mano, y el dedo mayor separa sus labios. Mientras sigo besando su pie, y ella con los ojos cerrados sonríe. No tiene bigotes como Frida Kahlo, pero debería. Podría hacerle un chiste, algo como te gusta lo que tengo de mexicano, te gusta esta manita, pero no da. Quiero que sonría, no que se ría. El dedo mayor encuentra la gruta, y entra, reconoce el terreno. Juana da un leve respingo, dobla aún más la pierna, y quedo a pocos centímetros de su concha. Es simplemente pasar de un dedo a otra formación sobresaliente, pequeña, contundente, halagüeña. Es succionar, como antes, pero distinto. Es que la lengua juegue como el Chavo en el patio de la vecindad, como Cantinflas arriba de un globo aerostático. Es que ella grite dale, dale argentino, como gritaban vamos vamos argentina los mexicanos extasiados en el estadio azteca en 1986. Pronto, las paredes blandan que rodean mi dedo comienzan a latir. Pronto, ella grita con más fuerza. Me coloco otro forro, y entro, de frente. La beso, y ella pasa la lengua por mi barba como si deseara descubrir en los pelos sus jugos, el peyote, el viaje iniciático. Cabalgo con la fuerza de un detective salvaje, le digo poemas al oído, invento estrofas sin rima pero con ritmo, el de mi cintura. En un momento, salgo. Qué haces, pregunta. Es que no me tienen paciencia, podría decirle, pero no. La doy vuelta. La pongo en cuatro. Estoy por entrar cuando me indica por ahí no. Y estaba por entrar adelante desde atrás. El ahí no indica que no lo haga por adelante. Pruebo primero con el meñique, luego el índice, por último el pulgar. Está todo listo para que Francisco Pizarro desembarque. Y entierro, avanzo de a poco, dejo que sea ella la que me hace entrar con sus latidos, hasta que estoy adentro. Fuerte, dice entonces. La tomo de las caderas, bien fuerte. Fuerte, insiste. Saco la pija casi entera. Fuerte, dice, y fuerte la pongo hasta el fondo, y fuerte empiezo a entrar y salir mientras con la mano trato de acariciarle el clítoris pero descubro que ahí ya está su mano. Grita, fuerte. Nunca aguanté mucho tiempo en un culo, y de este lado del Ecuador eso no varía. Caigo sobre su espalda. Ella cae hacia adelante. Salgo con cuidado. Voy hasta el baño, tiro el forro al inodoro, por mí que se tape. De regreso a la cama, descubro que ella está dormida. Descubro, también, que no tengo sueño.

21 octubre 2009

Elemental en Colombia: Aaaaaahhhhhh

Martes, madrugada de miércoles (cont.).

Cuelgo. Me miro. Estoy en calzoncillos. Mi barriga sobresale un poco. Por un instante me recorre el impulso de vestirme, cubrir mi exceso de peso con un poco de pudor. Pero no. Estoy en Colombia, del otro lado del Ecuador, y cualquier cosa que haga estará bien. Acá, soy el EMF. Golpean la puerta. Me acerco, abro. Juana Rulfo sonríe, primero. Luego, seria, recorre mi cuerpo con la mirada.
-¿Me recibes así?
Adelanto el brazo, le tiendo la mano. Ella la toma. Tiro levemente hacia mí, y al mismo tiempo que ella entra cierro la puerta. Ella vuelve a sonreír. Me acerco a ella, y Juana da un paso hacia atrás. Está apoyada contra la puerta, cuando no tiene hacia dónde retroceder, adelanto mi cabeza. Cuando estoy por besarla, dice:
-Estás en calzoncillos.
Me detengo.
-¿Te parece inapropiado? -pregunto.
Así, mirándola a los ojos, me inclino y me saco el calzoncillo. No sé si fueron sus palabras o su presencia o que estoy pasado de sueño, pero la cosa está dura. Ella la mira, y sonríe.
-¿Y ahora? -pregunto.
La beso. Yo desnudo, ella vestida. Es mexicana, y tiene un sabor distinto. No sabría describirlo bien, pero trato de mentalizarlo. Es como si en su boca hubiera un concepto. Es lo extranjero. Lo ajeno. Lo desconocido. El perfume de su piel, descubro mientras le beso el cuello y ella no deja de acariciarme la espalda, es fuerte. Si lo sintiera en alguna otra mujer, en Buenos Aires, me chocaría. Pero no ahora, no acá, uniéndome a la nueva onda de la hermandad latinoamericana. No es olor a chivo, pero es fuerte. Cuando vuelvo a su boca hay más fuerza, su lengua primero delinea mis labios y después busca mis amígdalas. Sus manos me agarran de las cachas del culo. Aprovecho, entonces, para empezar a refregarme. Así, con los cuerpos pegados uno al otro, aprovecho para meter mis manos en el medio y comenzar a recorrerla con una y desabrocharle los botones de la camisa con la otra. Juana suelta un gemido dentro de mi boca. Su gemido no es extranjero, es internacional, universal, común. Descubro su piel cobriza, la panza chata, los músculos apenas marcados, la imagino en un gimnasio de día, transpirada, una diosa mexicana, azteca. Quetzacotal, acá, adelante mío, con un corpiño de encaje que supongo se puso después de haber llegado, quizás antes de llamarme. Tiene tetas chicas, y pronto descubro que sus pezones levemente más oscuros que el resto de su piel mate están erguidos. Mi lengua los encuentra duros, y el gemido de Quetzacotal me indica que le gusta mi sacrificio antes de la llegada de Francisco Pizarro. Mientras le chupo las tetas, introduzco una mano por dentro de su pollera. La tela de la bombacha es suave, y lo que encuentro en su interior es una mata árida como los bigotes de Pancho Villa, y más allá la humedad del lago subterráneo del DF. Alzo mi cabeza, le beso el cuello al mismo tiempo que le meto el dedo y con la otra mano le amaso una teta. Esto es el Alamo, nena, esto es la recuperación del honor mexicano ante el imperialismo. Ella susurra la ropa, la ropa, y comprendo que estoy refregando mi pija contra su ropa limpia. Un descuido que solución más que sencilla. Me separo y, mirándola a los ojos, le saco la camisa, desabrocho su corpiño de encaje negro, tiro hacia abajo de su pollera, y queda sólo en bombacha. Está de pie, quieta, como las vírgenes que le ofrecían al fuego de los dioses, aunque no sé bien si eso eran los aztecas o los incas, pero no importa, esto es América Latina, esto son las venas abiertas, esto es el sueño de Galeano, y acá está ella, quieta, mientras me ve hacerle una seña de que espere exactamente así mientras voy hasta la mesa ratona y agarro una de las cajas de forros. Creo que tardo menos de quince segundos, en ponérmelo. Juana pregunta si no le voy a quitar la bombacha, si no vamos a ir a la cama de cuatro plazas. A todo respondo que no con la cabeza. Camino hacia ella lentamente. Vuelvo a besarla. Con una mano le acaricio el culo. Con la otra guío su pierna para que la doble, para que se abra. Tenemos la misma altura, encajar es fácil. Traspasar la frontera, ser un mojado más, no es complicado. Ella gime. Una vez que los huevos chocan con la patrulla de frontera yanqui, sé que ya está. Ahora, es bombear. Parados contra la puerta, bombear. Sentir que sus piernas tiemblan, que sus brazos rodean mis hombros y su cabeza se apoya contra mi cuello para que sus gemidos entren sin complicaciones en mi oído. Tomá, Juana. Tomá, Frida. Tomá, asesino de Trotsky. Tomá, Mexico 86 y la mano de Dios y Bilardo agarrándose el pelo. Tomá. Una y otra vez, tomá. Acabamos a la vez. Ella se afloja, queda colgada de mí. Sonríe.
-En la cena dijiste que estabas cansado.
-Mentí -digo.
La tomo de la mano, y la llevo a la cama.

20 octubre 2009

Elemental en Colombia: Ring

Martes, madrugada de miércoles (cont.).

Estoy a solas en la habitación. Son las doce y pico de la noche. O sea, las dos y pico de la madrugada en Buenos Aires. O sea, no duermo hace cuarenta horas. Se supone que debería tener sueño, que debería dejarme caer sobre la cama, pero descubro, al desvestirme, que no. Estoy pasado de sueño. Me recuesto, enciendo el televisor grande como la pared de mi dormitorio. Me fijo en la programación en pantalla. Dan "Love actually". Creo que podría verla siempre, cada noche. Hugh Grant baila en la casa de gobierno inglesa. Cool.
El timbre del teléfono parte la noche. Lo miro como si acabara de despertarme. ¿Qué carajo pasó? Atiendo.
-¿Elemental?
-¿Quién habla?
-¿No sabés quién soy?
-Eeeeehhhh... ¿Está muy mal no saberlo?
-Catherine Fulop.
-Ah, qué tal, cómo te va.
-Bien.
-¿Pasó algo?
-No.
-Ah.
-¿Era en serio?
-¿Qué cosa?
-Que estás cansado.
-Sí, muy.
-Mucho viaje, ¿no?
-Sí.
-¿Qué estabas haciendo?
-Durmiendo.
-Ah.
-...
-¿Eso que se escucha de fondo no es la televisión?
-Duermo con la televisión encendida. Le tengo miedo a la oscuridad, cuando estoy en países desconocidos.
-Pobrecito.
-¿Viste?
-¿No será que tenés miedo de dormir solo?
-...
-...
-No, Catherine.
-Ah.
-En serio. Gracias, pero no.
-Pero podría subir ahora.
-Esto no es un viaje de egresados.
-¿Un qué?
-Una costumbre argentina.
-Ah.
-...
-Podría subir ahora. Quiero charlar contigo.
-Gracias, pero no. Te juro que estoy muy cansado.
-¿Sabes cómo estoy yo?
-Mierda.
-¿Qué?
-Nada.
-Ah.
-...
-¿Sabes cómo estoy yo?
-No me digas que desnuda.
-En ropa interior, lista para vestirme y subir.
-Ah.
-Voy.
-...
-Voy, entonces.
-No, en serio. Estoy muerto.
-Pero si eres muy simpático.
-Pero no ahora. Tengo sueño.
-Pero...
Cuelgo. Enseguida levanto el tubo. Me comunico con el conserje, quien me comunica con Hugo Chávez.
-¿Hola?
-Huguito.
-¿Elemental?
-Sí.
-¿Qué pasa?
-Escuchame y no hables. Ahora voy a cortar. Llamala a Catherine.
-¿Cómo?
-Llamala y esta noche mojás.
-¿Cómo?
Cuelgo.
En la pantalla, Liam Neeson le pregunta a su hijo de ficción si ya aprendió a tocar la batería para seducir a una chica negra. Sonrío.
Suena el teléfono. Mierda. O Catherine se avivó de la movida, o Huguito quiere que le aconseje qué decir al teléfono.
-¿Hola?
-Elemental.
-¿Quién habla?
-Juana Rulfo.
-Ah, hola.
-¿Qué estabas haciendo?
-Bueno, subí.
Tampoco voy a rechazar dos en una misma noche.

Elemental en Colombia: Puaj

Martes/Madrugada de miércoles.

-Me das asco.
-¿Por qué?
-Te tiré cuatrocientos centros y no hiciste un puto gol. Sos menos que la selección argentina, Hugo.
-Tampoco me faltes el respeto.
-Te lo falto, claro que te lo falto. No sólo propusiste el brindis con la grasada del chinchin...
-A mí no me molestan las grasadas.
-¡Ya lo sé, pelotudo! ¡Ya sé que vos sos yo! No te molestan las grasadas, te enamorás al mismo tiempo que te calentás, sos leche hervida...
-¿Leche hervida?
-Calentón. O calentonzón.
-Calentonzón.
-Eso. Todo eso ya lo sé. El tema es que vos te querés garchar a Catherine Fulop.
-Sí.
-Entonces no me podés venir con "a mí la grasada no me molesta".
-¿Por qué? ¡Si no me molesta!
-¡Pero dejá de ser tan básico, tan elemental! Sos tan yo que me enfermás, Huguito.
-Pero Elemental, si a mí no me molesta la grasada, no puedo andar cuidándome de eso. Sería un hipócrita.
-A ver.
-...
-¿Vos no estás casado y tenés un hijo, o una hija, o lo que sea?
-Sí.
-No bajes la vista. No lo dije para que sientas vergüenza.
-¿Ah, no?
-No. Lo dije para que entiendas que vos querés garchar, y que la hipocresía y garchar son dos variables independientes, no se tocan.
-Y yo quiero tocar.
-Exacto. Sos tan yo que sos egocéntrico.
-¿Y eso qué tiene que ver?
-Que creés que a alguien le importa si sos hipócrita o no.
-A mí me importa.
-Eso ya lo sé. Pero sólo a vos. El mundo no depende de lo que vos hagas. Es más, al mundo, hagas lo que hagas, le chupa un huevo.
-...
-Sos yo. Lo sabés. Lo pensás. Pero te gusta olvidarlo.
-...
-Entonces, si te querés garchar a Catherine, lo que importa es que te garches a Catherine.
-¿El fin justifica los medios? Eres maquiavélico, Elemental.
-No, soy práctico. Si hay fin, no hay medios. Y lo sabés.
-...
-Entonces, no podés ser grasa. Pero no porque a Catherine, o a cualquier otra mina, le importe si sos grasa.
-¿Y entonces por qué?
-Porque no. La mina va a querer coger con vos por algún detalle. Son así, son minas. Encuentran un detalle, les gusta y después rellenan todo el resto con paparruchadas.
-Eres duro.
-Soy el Editor Más Fachero.
-Ah.
-La cuestión es que ellas también quieren, a veces, muchas veces, la mayoría te diría, sólo garchar. Pero vos, como te enamorás porque un perrito camina por la calle, suponés que todas se enamoran.
-Mi abuelo me decía que ellas se enamoran.
-Tu abuelo...
-...
-A ver. Tu abuelo era un fenómeno, un amor. Pero que te quede claro: fue sólo él. El resto, no. Y tu abuelo te puede haber enseñado algunas cosas que valen, pero también otras que no. Y va siendo hora de que crezcas, Huguito, que aprendas a discriminar entre qué cosas valen y cuáles quedaron en el olvido.
-...
-¿Carilina?
-No, dejá.
-Mejor. No seas tonto. Vos querés garchártela, y yo necesito que te la garches.
-¿Por qué esa insistencia, esa necesidad?
-¿Pero es que no entendés, mamerto?
-¿Mamerto?
-Boludo. Pelotudo.
-Ah.
-¿No entendés que necesito que vos quiebres la racha?
-Para qué.
-Ya te dije: Ying y Yang, norte y sur.
-Muy complicado.
-No sé cómo no lo entendés. Yo lo entiendo.
-...
-¿O será un razonamiento del Editor? ¿Empecé a pensar como el Editor?
-...
-Lo que sea. Si vos te garchás a Catherine, yo tengo esperanzas en Buenos Aires.
-Entonces lo haces por tí, no por mí.
-¡Obvio, egocéntrico de mierda! ¡Ya te dije que soy vos! ¡Los dos somos egocéntricos!
-Ah.
-A ver. ¿Te la querés garchar o no?
-Sí.
-¿Me vas a hacer caso, mañana, en todo lo que te diga?
-Sí.
-Bien.
-...
-...
-Elemental.
-¿Qué?
-Hay algo que quería decirte.
-¿Qué cosa?
-Bueno, tu has sido muy sincero conmigo.
-Sí.
-Y quería serlo contigo.
-Bien.
-Lo que dijiste a la tarde, sobre el dedito en el culo.
-Sí.
-Bueno, que a mí también me gusta eso.
-Ya lo sabía. Sos yo.
-Me daba vergüenza.
-...
-¿Qué piensas?
-Mariconzón.

Elemental en Colombia: Chin chin

Martes (cont.).

Regresamos a la mesa. Mientras esperamos los platos, de repente giro con gesto horrorizado. Todos en la mesa me observan. Supongo que creen que vi una rata, o algo así. Resulta impresionante la cantidad de gente que supone que se ven ratas, cuando en realidad nadie, o casi, vio una rata. Y, si lo hizo, fue algo tan ocasional que no cuenta para la estadística. Sin embargo, cuando giro con asombro exagerado, ellos, boquiabiertos, deben pensar que vi una rata. Una rata en un restaurante fino colombiano. Peor: un argentino viene a Colombia y ve una rata en un restaurante colombiano. Peor: el argentino es periodista, y hasta el momento era el único argentino simpático que pisó estas tierras (luego de Fontanarrosa, claro, y quizás también de Gardel, aunque él no pisó estas tierras sino Medellín, y tampoco es que las pisó sino que se estroló contra el parqué colombiano). Están boquiabiertos, expectantes. Digo, entonces: una corriente de frío. Cierran sus bocas. Juana me dice que es raro, porque recién cuando salimos a fumar no estaba fresco. Me encojo de hombros: es que me tuve que levantar muy temprano para tomar el vuelo desde Buenos Aires, de hecho no dormí, el cansancio es traicionero, además de cansarte te cagás de frío, y en verano además de cansarte te cagás de calor, el cansancio es así, digo, terrible, y esta noche apenas terminemos de cenar me voy a ir a mi habitación y dormir, porque no podría encarar ningún tipo de actividad física, absolutamente ninguna, de ningún tipo, para nada, porque estoy muy pero muy cansado. Mientras hablo, le golpeo la pierna a Hugo Chávez por debajo de la mesa. El muy pelotudo entiende mal la seña y dice sí, yo también estoy muy cansado y me voy a ir directo a dormir. No, le digo delante de todo el mundo, si yo a vos te veo bien, vos tenés cara de que ahora podrías correr una maratón, cien metros llanos, escalar el Himalaya, cualquier actividad física, porque vos no estás cansado, vos estás pasado de sueño, excitado, tenés la adrenalina a full, si vos agarraras una mina esta noche la partirías en cuarenta, en cambio yo creo que ni siquiera alcanzaría una erección. Las bocas de los comensales vuelven a abrirse. Es que también soy el primer argentino realista y humilde que conocen, les digo con una sonrisa. Ya me parecía, dice Catherine Fulop, a mi lado, y me codea. No, en serio, estoy muerto, como y me palmo, te lo juro, digo. Y luego repito el gesto de horror hacia atrás. Y Hugo se resarce, suma puntos luego de su fiasco de recién: ¿querés que yo que no estoy cansado y por lo tanto no me afecta el frío me siente en tu lugar?, pregunta. Uy, gracias, Huguito, digo, sos un fenómeno, un tipo generoso, alguien que le presta atención a las necesidades del otro, seguro que si estás con una mina la hacés recontra feliz. Hugo me mira, sus labios tiemblan: no sabe qué decir. Por suerte, se acerca el camarero con las bebidas. Se para junto a mí y me muestra la botella, la etiqueta. Le hago una seña para que quien decida sea Hugo Chávez, y el camarero gira hacia él. El Elemental venezolano me mira con los ojos repletos de pánico: no tiene la más remota idea de qué tiene que hacer. ¿Cómo hago para explicarle los pasos que le permitirán simular que sabe de vinos, que es un hombre de mundo, sin hablar y dejarlo en evidencia? El camarero destapa la botella, y le ofrece el corcho a Huguito. El muy pelotudo, en vez de olerlo, lee lo que dice el sello. Para peor, agrega: pero qué interesante. La puta madre, Huguito Chávez, te estoy haciendo la gamba con la tetona y vos me venís a derrapar con esto. Sos tan yo, Hugo, que me enfurezco. Aunque me doy cuenta de algo. Como House, cuando empieza el final del capítulo, habla con Wilson y de una frase suelta deduce todo. Bueno, yo comprendo algo. Si él es yo, o sea mi función dramática, el que genera la comedia en cualquier situación social, entre ambos tiene que haber un lazo. Un hilo espiritual, digamos. Digamos que si puede haber algo tan pelotudo como el combustible espiritual, un hilo es una pavadita. Hay algo que nos une, nos hace ser parecidos. Como mellizos. Y dicen que los mellizos tienen lazos sobrenaturales, que uno sabe cómo se siente el otro aunque estén a miles de kilómetros de distancia. Si Huguito Chávez y yo tenemos ese lazo, puedo decirle qué hacer por medio del pensamiento, sin delatarnos con palabras que escuche el resto. Entrecierro los ojos, lo miro, y pienso que él ahora tiene que tomar la copa y oler el contenido. Hugo Chávez me mira, me pregunta si me siento bien. Pero lo pregunta como quien pregunta si no necesito ir al baño. No, Elemental venezolano, no, no me estoy cagando, estoy tratando de que entiendas lo que tenés que hacer. Olé el vino. Oí mi pensamiento. Mierda, Huguito, estamos en Colombia, acá impera el realismo mágico, si hay un sitio plausible de ser reinado por comunicación telepática, es este. Vamos, Hugo, concentrate, agarrá la copa por el cuello -nunca por la parte ancha, porque delataría que no sabés una mierda porque no te preocupa afectar la temperatura del vino con tus dedos grasientos y mugrosos-, y olé despacio, hundí la nariz en la copa que está muy bien, demostrá que no tenés reparos en hacerlo porque sabés lo que estás haciendo, esperá unos segundos, cerrá los ojos y luego decile al camarero que está bien, que le puede servir al resto, y proponé un brindis, ponele que por las bellezas que conociste en el día de hoy y mirá de reojo a Catherine con la fuerza suficiente como para que sepa que te restan fuerzas, que le podés reventar la cajeta durante toda la noche. Vamos, Huguito, escuchá mis pensamientos, esta unión telepática que estoy intentando. El gordo forro agarra el vaso, y como el camarero espera simplemente le pregunta si le pasa algo. Mierda. Pero no sólo eso. El muy pelotudo alza la copa y, para proponer un brindis, dice:
-Chin chin.

19 octubre 2009

Elemental en Colombia: Cof cof

Martes (cont.).

Llegamos al restaurante. Por la decoración, me recuerda los restobares de Palermo. Una de las ventajas de Colombia es que no apelan a una denominación tan berreta como restobar. ¿Qué es un restobar? Un sitio donde se puede comer y donde se puede tomar algo por la tarde. Es decir: un espacio cuyo dueño es tan avaro que no desea definir claramente si es lo uno o lo otro. Es decir: un rincón de encuentro prefabricado para aquellos que carecen de imaginación. Cada vez que en Buenos Aires escucho a alguien que dice "¿vamos a XXX (reemplazar el XXX por el restobar de su apetencia)?", me pregunto si el objetivo de la salida es la acción -comer, charlar, besar, coger- o el hecho de pertenecer al dudoso mundo que se permite asistir a XXX. Uno puede deducir cómo son las personas por el uso de los nombres o de cómo se refieren a las acciones o a las salidas. Hay quien dice voy a comprar un vino, hay quien dice voy a comprar un Navarro Correa. Se intenta poner el nombre para otorgarle a la acción un sentido supuestamente superior al que tiene: te vas a comprar un vino, te vas a achispar, te vas a divertir y eventualmente después te va a doler la cabeza. En el periodismo de espectáculos hay otra forma de mediocridad muy particular: los especialistas que se refieren a los actores, actrices y etcétera del bestiario por su nombre de pila. Por ejemplo, no tienen que entrevistar a Adrián Suar, sino a Adrián. ¿Ya salió la nota con Adrián? Tengo que ir a verlo a Adrián. La utilización del nombre en reemplazo del apellido presupone una confianza inexistente, un deseo de pertenencia, una voluntad de que el otro reconozca al periodista como algo más que lo realmente poco que es. Llamar Adrián a Suar es equivalente a decir vamos a Taz cuando se quiere ir a tomar algo y jugar al pool. Es ser, lisa y llanamente, un pelotudo. Lo que más me llama la atención es por qué estoy pensando esto. Se supone que estoy en Colombia, que de este lado del Ecuador soy el Editor, ya no Elemental, y sin embargo la simple presencia de un sitio decorado como los porongosos restobares palermitanos funciona como un agujero negro. ¿Es eso? ¿Debo decir, como Michael Corleone, intento salir pero ellos me tiran de nuevo hacia adentro? Nos ubicamos a la mesa. Hugo Chávez me pregunta si estoy bien. Se me debe notar en la cara. Supongo que la altura me está afectando, le digo. Ay pobrecito, dice Catherine Fulop. ¿Estás bien?, pregunta Juana Rulfo. La preocupación de las dos damas funciona como mecanismo inverso a la decoración del restaurante-casi-restobar. De repente, me olvido de los espectáculos argentinos. ¿Quién es Suar?, me pregunto. Sonrío. Nos traen la carta. El camarero lleva delantal de la cintura para abajo. Detesto eso. Mierda. No pensés en esas cosas, Elemental, no seas tan elemental. Miro la carta. Hay milanesas a la napolitana. Luego de la bosta que me sirvieron al mediodía, necesito algo así. Pero me da una cierta vergüenza que, cuando todos están en plan elegante, yo me pida el plato típico de los porcinos en una fonda porteña. Miro de reojo a los demás. Pregunto si ya eligieron. Niegan con la cabeza. Si soy el Editor, puedo manejar la situación. Digo que hay un plato típico italiano, muy exquisito, exclusivo y recomendable. Todos me miran. Milanesas a la napolitana con papas fritas, digo. Hay unos diez segundos en los que creo que todos van a descubrir que soy un impostor, un gordo paposo y carroñero, pero luego todos asienten. Me preguntan cómo lo conozco. Es que viví un tiempo en Italia, digo. Obviamente, lo digo como si dijera soy un hombre de mundo, no como si les confesara que la mayoría de los días estaba triste porque extrañaba a mi perra y entrar a una librería y que hubiese libros en español. No. Un ganador no se deprime. Y acá, en Colombia, soy un ganador incluso a pesar mío. Catherine y Juana asienten extasiadas. Noriega dice que una vez viajó a Buenos Aires. Ése es su intento por sumar puntos con la mexicana: decir que fue a la Argentina, es decir que se parece a mí. Sin que nadie lo note, le pateo el pie a Hugo Chávez, el Elemental venezolano. Me mira. Lo miro. Gracias a Dios -debería decir Diosito, dado que estoy en Colombia- entiende. Carraspea, y suelta que estuvo un año en Barcelona. Muy bien. Sonrío. Catherine Fulop le pregunta en serio, y él comienza con una sarta de mentiras. Dice que ganó una beca, que le encantaron las corridas de toros. Vuelvo a patearlo por debajo de la mesa: que no siga hablando o se va a delatar. Por suerte, vuelve el camarero. Pregunta qué vamos a comer, y todos -incluido el Ejecutivo y la Encargada de prensa- pedimos milanesas a la napolitana con papas fritas. ¿Y de tomar?, suelta el camarero. Vino, dice Juana Rulfo. ¿Quién lo va a elegir?, pregunta el camarero. Todos me miran. Me dan una carta grande como mi panza, que acá no es panza sino alcurnia, y leo. Los mismos que en Buenos Aires. De hecho, junto a cada vino, aclaran el origen. Varios dicen Patagonia. Estoy a punto de elegir uno de Bodega del Fin del Mundo cuando recapacito: lo mejor será mantener lo más alejada posible la raíz argentina, no sea cosa que el agujero negro me transforme de nuevo en un sorete. Pido uno chileno, que también indica Patagonia. Me incorporo, digo que voy a ir a fumar afuera. Catherine Fulop y Juana Rulfo hacen lo mismo. Miro a Huguito Chávez, y se incorpora con cierta resignación. Noriega, en cambio, se queda sentado, preguntándose por qué no aprendió a fumar. Salimos. Le enciendo el cigarrilo a Catherine y a Juana. Luego, el mío. Huguito transpira. Le tiendo uno. Tiembla en sus labios. La brasa se transforma en una luciérnaga. Huguito tose. Pobre. Cof cof. Cof cof. Le quito el cigarrillo de los labios mientras le digo que si está en ese estado, tan mal de los pulmones por el viaje en avión, lo mejor es que no fume. Él me observa. En serio, le digo, yo sé que vos te atrevés a todo, que sos un tipo al que le gusta el peligro y encarnás la pasión en estado puro, todo eso lo entiendo, pero no es buen momento para que fumes. Hugo sonríe, y se encoge de hombros. Mariconzón. Catherine le acaricia el brazo, y le pregunta si está bien. Aspiro mi cigarrillo. El gusto amargo me resulta de lo más dulce.

Elemental en Colombia: Fumate esta

Martes (cont.).

Nos dicen que vamos a ir a comer afuera. Lo dicen así, "comer afuera". Como si para todos los que estamos acá, extranjeros, cualquier comida, cualquier lugar que nos sirva comida, no fuese "comer afuera". Modismos. Antes de partir, me presentan a Juana Rulfo y Noriega. Ambos son morochos, por lo que corroboro que mi aventura latinoamericana se está latinoamericanizando a pasos acelerados. Puede, incluso, que en cualquier momento sea políticamente correcto, que como argentino me agarre un acceso de asma, que visite un leprosario. De hecho, podría hacer una revolución. Sí, podría generar una revolución latinoamericana en 48 horas. Pero mejor no adelantarme. Por ahora, lo único que debo conseguir es que Hugo Chávez consiga chingui chingui con Catherine Fulop. Miro a Juana Rulfo. Me hablaba, y yo pensaba en otra cosa. Le hago un gesto como que soy sordo, mientras le sonrío y le acaricio el brazo. Ella sonríe y creo que se sonroja. Me dice que aprovechó la tarde para recorrer Bogotá. Noriega dice que él también. Ok, se ha formado otra pareja. Al menos acabo de detectar a otro periodista que se quiere voltear a su colega. A nadie puede interesarle remarcar que "también" recorrió Bogotá de no ser por el "también" que, supone, lo hermana con Juana Rulfo. No es torpe. No es que haya dado con un Elemental panameño. Hugo Chávez está hablando con la encargada del hotel, le dice en voz no muy baja que no pudo comunicarse con su familia desde la habitación, que esa llamada no deberían cargársela a la cuenta final. Voy hasta él, apoyo una mano en su espalda, acerco mi cara desde atrás y con los labios a pocos milímetros de su oído le digo no seas forro, Elemental venezolano. Él se acomoda los anteojos, y me mira. ¿Vos querés que Catherine Fulop escuche que discutís porque no podés hablar con tu mujer y tu hijo?, le pregunto, a lo que responde pero bueno, es que sí quería comunicarme con mi mujer y mi hijo. La palmeo los cachetes y le digo ay, Elemental venezolano. Y sonríe. Y sus ojos se desvían. Antes de girar, sé que acaba de bajar Catherine Fulop. No tiene la remera de los ositos, sino una musculosa particularmente perversa, que parece querer estrangular sus tetotas. Aunque no sé si acá se las llamará así. No digo tetas, que eso seguro, sino tetotas. No me imagino a una modelo con poco cerebro posando ante un fotógrafo centroamericano -o norte-sudamericano, lo mismo da- y que el marica -mariconzón- le diga dame tetotas. Eso es argentino. Cada pueblo tiene exclusividad sobre ciertas mediocridades y vergüenzas. Tetotas, Luciana Salazar, Showmatch, Nazarena Vélez, Jorge Rial, son bien nuestros. No incluyo en el listado a Viviana Canosa, porque me gusta mucho. Y eso que es tetona. Sé que no debería, pero me gusta mucho. La piel blanca de porcelana, la sonrisa perversa, los pelos rojo fuego, la mala leche en el momento adecuado, los labios siempre pintados de rojo. Sé que no debería, pero me gusta. No al nivel de Andrea Pietra, pero me gusta. Y, puestos a confesar, Vanina y Silvina Escudero me calientan. Entre las dos no hacen un cuarto de neurona, pero hay algo en sus miradas que me excita. No las tetas operadas, puede que las piernas kilométricas. Pero la mirada. Me gusta. Me calienta. En fin. A uno no pueden gustarle sólo Andrea Pietra, Soledad Villamil y Natalia Lobo. Uno no puede ser políticamente correcto en sus deseos, y eso es algo que jamás entenderá Lubertino: el deseo es políticamente incorrecto. Pero mejor volvamos a donde estábamos. Catherine Fulop. La musculosa. Las tetotas. Ella me dice argentino, yo le digo no te olvides del simpático y ella se ríe, y Hugo Chávez lanza un suspiro. Para que sepa que no tengo ningún interés en Catherine -mentira, podría tenerlo, pero no le voy a robar la mina a mi alter ego venezolano-, mientras hablo voy girando para que ella gire y sin darse cuenta quede junto a Hugo Chávez. ¿A él no lo saludás con un beso?, digo. En los ojos de Hugo Chávez hay tanto agradecimiento meloso que creo que me va a agarrar un ataque de diabetes, y ni que hablar cuando ella le estampa un sonoro beso en la mejilla y deja su huella de rouge. Me alejo. Vuelvo hasta Juana Rulfo, le pregunto qué recorrió. Me dice que la ciudad es muy linda, que en el centro hay unos edificios históricos interesantes. A cada cosa que ella dice, Noriega agrega yo también, pues claro que sí. Pobre. No se da cuenta de que acá yo soy el Editor, que si lo deseo, si chasqueo los dedos, Juana Rulfo caería rendida a mis pies. Pero no chasqueo los dedos. No porque desee evitar conflictos diplomáticos con un país del que sólo sé que tienen un canal geopolíticamente clave y un militar que encarcelaron en Estados Unidos acusándolo de narcotráfico. No chasqueo los dedos porque acaban de llegar la Encargada de Prensa y el Ejecutivo y nos dicen bueno, ¿vamos?, y todos salimos pura obediencia. Hay mucha obediencia, acá. Si algo aprendí en los últimos años, es que la obediencia es inútil. No se consigue nada, con obediencia. Ni tiempo. Ni oportunidades. En fin. Cuando estamos en la calle, me enciendo un cigarrillo. Automáticamente, Juana Rulfo y Catherine Fulop se me acercan para pedirme un pucho argentino -divinas, dicen pucho y dicen nos aprendimos esa palabra- y fuego. Les doy. Mientras Catherine aspira, le ofrezco un cigarrillo a Hugo Chávez. Él levanta la mano, y dice con tono terminante que no fuma, y que siempre que hay humo de cigarrillo él desea estar lejos. Le propongo a Noriega que cuente su itinerario soporífero de la tarde, y cuando Catherine y Juana lo escuchan con atención los dejo avanzar y quedo a la par de Hugo Chávez. ¿Vos sos pelotudo?, le pregunto. Él me mira, sin entender. ¿Cómo vas a decir que no te gusta el humo de cigarrillo, forro?, le digo. Pero si no me gusta, se encoge de hombros el Elemental venezolano. ¿Pero no te das cuenta de que a nadie le importa lo que no te gusta?, le digo puro Editor, pura seguridad, ¿no te das cuenta de que a nadie le importa, tampoco, lo que te gusta? La seducción no pasa por delimitar territorios, forro, le digo, la seducción pasa por atravesar fronteras. Hugo Chávez me mira en silencio. Tiene los ojos llenos de lágrimas. Tranquilo, le palmeo la espalda, va a haber otra oportunidad. Pero la próxima vez, le advierto, si te digo que fumás, fumás, ¿estamos? Asiente, y sonríe. No me vas a proponer que me fume tu picha, dice. Puto, le digo. Mariconzón, me dice. Y seguimos caminando.

18 octubre 2009

Elemental en Colombia: Toqueteiro

Martes (cont.).

-Que no entiendo.
-¿Qué cosa?
-Me dijiste que me ibas a ayudar con Catherine Fulop.
-Sí, por el Ying y el Yang.
-Y bueno.
-¿Qué?
-Que no entiendo.
-¿Qué cosa?
-Que ella está contigo, ahora.
-¿Cómo?
-¿No viste cómo te miraba?
-Bueno, me miraba, sí, pero no me miraba como.
-Te miraba. Te miraba como.
-Pero eso no lo puedo evitar, Huguito.
-Ya. Porque eres argentino.
-No, porque en Colombia soy el Editor.
-Ah.
-O sea. No lo puedo evitar. Me miran. Creeme.
-Sí, pero tú también hiciste lo tuyo.
-No pucherees.
-¿Cómo?
-Eso, no hagas eso con la boquita, como si estuvieras tristón.
-¿En Argentina se le dice pucherear?
-Sí, supongo que viene de los inmigrantes. Cuando llegaron de Europa tenían mucho hambre, y empezaron a utilizar un montón de palabras relacionadas con la comida. El puchero es una comida de pobre, y por eso lo deben haber relacionado con el gesto de tristeza.
-Qué interesante.
-Te chupa un huevo, ¿no?
-Pues claro.
-Me lo imaginaba.
-Yo no.
-¿Cómo que no, si me lo dijiste vos?
-Lo que no me imaginaba era que me ibas a tomar de idiota.
-¿Y cuándo, te tomé de idiota?
-En la reunión. Conseguiste que ella te mirara.
-...
-Te sentaste al lado de ella.
-Te dejé el lugar, y vos pasaste de largo porque sos tímido.
-...
-Te entiendo. Yo también soy tímido, en esas cosas.
-No lo parece. Le hablabas, le hacías chistes, y le tocabas el brazo todo el tiempo.
-No, ya te dije. Allá soy tímido, acá no.
-Aquí eres un pelotudo.
-Ya te dije, Huguito, puchero no, eh.
-...
-¿En serio la tocaba al hablar?
-Sí. Maricón.
-En Cuba dicen mariconzón. Suena lindo.
-Mariconzón, entonces.
-¿Por qué?
-La tocabas al hablarle, y ella se reía. Y se fijó en tí, y a mí ni me registró.
-Ay, Huguito, mi Elemental venezolano, estás haciendo un mundo de una pavada.
-Mariconzón.
-Ahora que lo decís, la transformación ya debe estar avanzando mucho.
-...
-¿En serio la tocaba al hablar?
-Mariconzón.
-Es la seguridad. Ahora entiendo al Editor. Es la seguridad. Me siento seguro, entonces le quito dramatismo a las acciones.
-Me traicionaste.
-Te hubiera traicionado de haberla besado.
-No podías besarla delante de todo el mundo, mariconzón.
-No, tenés razón. Y menos cuando nos aclararon la agenda de mañana y pasado. ¡Están locos! ¡Arrancamos a las ocho de la mañana y terminamos a las ocho de la noche! Así no vamos a ver nada de Bogotá salvo este hotel y el estudio de grabación.
-Mariconzones.
-Sí, mariconzones, tenés razón. A ver, Huguito, entendeme esto: no la tocaba para seducirla.
-Claro.
-No tenía intención. Lo que pasa es que soy un seductor nato. Es más fuerte que yo.
-Mariconzón.
-Lo que quieras.
-Mariconzón.
-Bueno, ya está bien.
-Mariconzón.
-Tengo una idea.
-¿Cuál?
-¿Vos decís que ella está entregada conmigo?
-Sí. Mariconzón.
-Bueno, mejor.
-¿Mejor? Traidor de mierda.
-Los cubanos dicen mielda.
-Mariconzón.
-No, en serio. Mejor. Eso va a facilitar las cosas.
-¿Cuáles?
-Ya está.
-¿Qué?
-Ya te dije, siento la seguridad recorrerme las venas. Ya está.
-¿Qué cosa, está?
-Tengo un plan. Un plan perfecto.

La casa recomienda: "Whatever works", de Woody Allen


Es significativa en, al menos, dos sentidos. Whatever Works es la primera película que Woody Allen rueda en New York desde Match Point, cuando comenzó su periplo por otras latitudes donde fueran generosos con las financiaciones -y estrategia que lo llevará nuevamente a Londres, París y probablemente Río de Janeiro-. El motivo de que Allen haya conseguido financiamiento una vez más en Estados Unidos es el segundo sentido de por qué es significativa Whatever Works: el protagonista es Larry David, quien fuera el creador de Seinfeld, en quien se basara el personaje de George Costanza de la misma serie, y el que escribiera y protagonizara esa maravilla que es Curb Your Enthusiasm.
La unión Allen-David es más que interesante, porque los dos son neuróticos obsesivos con personalidades muy distintas: mientras el de Allen es sufriente, victimizado, el de David es despiadado, insoportable.
El Boris Yelnikoff que compone Larry David es el mismo alter ego de siempre de Woody Allen, con una diferencia fundamental: nadie lo soporta. O, también, el Boris Yelnikoff que compone Larry David es el mismo alter ego de siempre de Larry David, con una diferencia fundamental: sufre, y mucho, aunque de cuando en cuando.
La peli narra la historia de, justamente, Boris Yelnikoff, un físico que según él es un genio y estuvo nominado al Premio Nóbel, quien luego de intentar suicidarse y fallar se divorcia de su mujer y vive solo, puteando por todo, y viendo a sus amigos, quienes parecen ser los únicos que lo aguantan. Para ganar dinero, Boris da clases de ajedrez en las plazas, y cuando los niños no hacen lo que él espera los caga a puteadas. Todo es así hasta que Melodie Saint Ann Celestine entra en su vida de forma accidental -apenas una excusa del guión-. Ella es, a todas luces, idiota, y él se lo recuerda de forma constante. Es en ese inicio de relación donde están los mejores momentos de la película en cuanto a comicidad: las cosas que le dice Boris a Melodie -una santita del sur que se escapó de la casa de sus padres- son salvajes, y ella las entiende siempre mal, pero el solo hecho de intentar repetirlas hace que Boris comience a ablandarse. Luego, con la llegada de los antagonistas -que no voy a adelantar-, la peli cae un poco, aunque se deja ver. Pero reitero: ya vale la pena verla por Boris Yelnikoff.
Una curiosidad: hay quienes dicen que ya está para descargarla con el emule , e incluso hay quien dice que están los subtítulos adecuados . Por ahora, no tiene fecha de estreno en la Argentina.
Mientras, les dejo el trailer:

17 octubre 2009

Elemental en Colombia: La Matrix, con doblaje venezolano

Martes (cont.).

Conecto la notebook, y le envío un mail al Editor. Dice más o menos así:
"Boludo, no sabés, acá yo soy vos".
Voy a la heladera, saco una Coca-Cola.
"¿Cómo?", responde enseguida.
"Puto", le escribo sintéticamente, mientras me río y lo imagino riendo en Buenos Aires al leerlo. Los hombres tenemos eso: nos reímos con pelotudeces. Lo cual, para permitírselo de cuando en cuando, no está nada mal.
Veo que en la pantalla el indicador me señala que resta poca batería. Voy al sillón donde desparramé las cosas que traje en la mochila, encuentro el cable de conexión, y cuando llego a la notebook descubro con horror que el enchufe no es compatible. Mierda. Cuando fui a España me pasó lo mismo. Me olvidé las dos veces.
Llevo una mano a mi frente. Comprendo. Es Colombia, que no desea contacto con Buenos Aires, con quien soy en Buenos Aires. Nada de Elemental.
-Ok -le digo a la habitación-, pero más vale que respetes el rol que me asignaste.
Cuando suena el teléfono, casi me cago encima del susto a que sea una respuesta de la habitación. Camino con pasos cuidadosos hasta el aparato, levanto el tubo.
-¿Don Elemental? -me dicen del otro lado de la línea.
-¿Colombia? -pregunto.
-No, de la recepción.
-Ah.
Por un instante me desilusiono. Al siguiente, estoy ilusionado. ¿Y si es La Chica Más Linda Que Vi, que se arrepintió y no puede esperar hasta mañana y vino a verme y desea ofrecerme la ciudadanía colombiana en forma de polvo desenfrenado?
-Dice el Ejecutivo que ya se pueden reunir.
-Ah.
Otra desilusión. Bueno, nada es perfecto.
En la pantalla de la notebook, respuesta del Editor. "Puto", dice. Me río. Me río bastante. Soy barato, para reírme.
El ascensor es extremadamente lento. Para pasar de un piso al otro tarda al menos treinta segundos. A cinco pisos... No sé cuánto es. Imposible. Soy un as de las cuentas mentales, y esta es una pelotudez. Imposible que no pueda deducir cuánto es cinco por treinta. Es... Soy el Editor Más Fachero. Elemental saca cuentas mentales, se obsesiona, se preocupa, establece teorías y lazos inesperados y funestos. El Editor no.
-Gracias -le digo al espejo-. Gracias, Colombia, pero me podrías haber dejado las cuentas mentales. Tengo que hacer alguna compra, y el tipo de cambio...
Me pregunto cómo será, esto de ser el Editor Más Fachero. De todas formas, no me lo puedo preguntar tanto. El ascensor se detiene en el segundo piso. Giro, y veo que quienes vienen son Catherine Fulop y Hugo Chávez.
-Ey, hola -digo, con tono seguro y simpático.
-Hola, argentino -me dice Catherine.
Ella gira, se pone de frente a la puerta del ascensor. Aprovecho que está de espaldas a nosotros para preguntarle con una seña a Hugo Chávez si aprovechó para golpear la habitación de Catherine Fulop. El único problema es que no existe lenguaje internacional de señas para algo así, y Huguito me responde con el ancho de espadas azorado.
-¿Estuvieron conociendo la habitación del otro? -le pregunto a Catherine, mientras con la mirada cago a pedos al Elemental venezolano como indicándole que éso era lo que le estaba preguntando.
-No -dice Hugo.
-No -dice Catherine-, aproveché para llenar el jacuzzi y darme un baño de espuma. Desnuda.
Hugo me mira. La nuez, en su cuello, baila más que un actor en baja en el programa de Tinelli. Transpira. Debe estar imaginando a Catherine Fulop, desnuda, en la bañadera.
Y entonces...
La matrix.
Lo que me rodea se transforma en sucesiones binarias, todas de color blanco -no verde como en la película, tampoco debe olvidarse que estamos en Colombia y que acá el blanco es sugestivo, idiosincrático-. Caen desde el infinito, y hacia otro infinito siguen. Miro al Elemental venezolano, que no sabe si responder a lo que dijo Catherine Fulop o irse a la habitación para hacer una pasada por el baño, y él está compuesto por sucesiones binarias. Como en la película, pero acá, en un hotel boutique colombiano. Catherine Fulop también está delineada por sucesiones binarias.
Todo es lógico.
Así es como el Editor comprende las relaciones entre hombres y mujeres.
Él lo entiende todo.
Y yo soy él.
Y comprendo por qué Catherine dijo lo que dijo. Exactamente. Comprendo sus intenciones y sus deseos. Sus miedos y fantasías.
Comprendo todo.
Incluso cómo hará el Elemental venezolano para volteársela antes de que regresen a Caracas.

Un sex symbol que busca contenido


Cuando entrevisté a Soledad Villamil, me quedé mudo, no podía hablar, con el rostro colorado. Pensé que la experiencia me iba a hacer obviar esos papelones. Estaba equivocado: ésta fue la segunda ocasión .

Elemental en Colombia: El Nuevo Mundo

Martes (cont.).

La habitación está ordenada. Lo cual, por cierto, habla muy bien del servicio del hotel. Apenas entré, apenas el botones y la mucama se retiraron, antes de bajar al almuerzo con Hugo Chávez y Catherine Fulop, desarmé las valijas. Es decir: desparramé la ropa sobre la cama de ocho plazas, incluyendo las bolsas con champú, crema de enjuague, desodorantes de axila y de pie, hisopos. Desarmé la mochila, lo cual implicó sacar las notebook y dejarla tirada sobre la mesa ratona, libros sobre los sillones. Esas cosas. Sin embargo, al entrar, la habitación está ordenada. Sobre la almohada, dos bombones de chocolate. Los como: el almuerzo era horrible, tengo hambre. Miro la habitación, el orden. Comprendo. Apenas entré, intenté hacer de este lugar un sitio mío, o mejor dicho el sitio que me corresponde por debajo del Ecuador. O sea: mi casa, que salvo cuando viene la mujer del portero es un quilombo. Pero Colombia, por intermedio de sus corporizaciones materializadas en las mucamas, me recuerda que acá no, acá no soy ése. No soy Elemental. La habitación es tan ordenada que, justamente, corresponde a las costumbres del Editor Más Fachero. La otra vez pasamos por la casa a tomar un café antes de ir a otro lado. Estaba su gato. Un siamés. Lindo, bien perro. Cuando escuchó que entrábamos, ya corría hasta nosotros. Se excitó. Comió apurado. Nosotros no, tomamos café tranquilos, antes de partir a una cena. Cuando nos levantamos, en el pasillo de salida había una pequeña laguna de vómito. El gato. El Editor fue hasta la cocina, tomó un trapo de piso, lo humedeció y limpió la laguna de vómito. Luego, cuando todo estuvo inmaculado, regresó a la cocina y enjuagó el trapo a conciencia. Y nos fuimos. De haber sido mi casa, de haber sido mi gato -y debería evaluar seriamente la posibilidad de comprarme un siamés, porque un perro sería imposible-, nos habríamos ido y el vómito habría quedado ahí, y mientras el Editor me puteaba por no limpiar yo le hubiese dicho que iba a hacerlo a mi regreso, aunque es probable que a mi regreso tampoco hubiese limpiado nada y sólo habría puesto manos a la obra cuando el olor a vómito hubiese invadido el aire. Acá, soy ordenado. Colombia me indica que debo ser ordenado. Y no debe suponerse que es porque estoy en un hotel, que mi razonamiento es inválido. Cuando voy a Tucumán hago los mismos quilombos, y nadie ordena. No. Es Colombia. Es un razonamiento absolutamente válido. Y, por otro lado, es también una sensación. ¿Hace cuánto que no pienso en la muerte? Me cebé tanto con Hugo Chávez explicándole que él era el Elemental venezolano que me olvidé que hay cosas que me angustian. Me tiro en la cama. No duermo desde ayer a la mañana. Porque los cabeceos en el avión, junto a Martirio, no cuentan. No duermo desde ayer a la mañana. Y no estoy cansado, sino lleno de energía. Sé que alguien podría decirme que estoy pasado de sueño, pero se equivocaría. Ése es un estado similar a la borrachera, y esto es otra clase de borrachera. Es como si aquello fuera estar borracho de cerveza, y esto de champagne -lo cual en Colombia, para mezclar con merca, resulta ideal-. Estoy cool. Pienso en las posibilidades. Pienso en Hugo Chávez, en su mujer y sus hijos. Pienso en Catherine Fulop. Mientras almorzábamos, ella me miraba con insistencia, lo cual es natural si soy el Editor Más Fachero, y me decía "argentino simpático, el único argentino simpático". Pero, en el almuerzo, descubrí otra cosa: Catherine Fulop también miraba a Hugo Chávez, el Elemental venezolano. De esa forma, deduje dos cuestiones. La primera es que el Editor Más Fachero puede ser más atractivo que yo, del otro lado del Ecuador, pero que eso no elimina mis posibilidades: no está muerto quien pelea. La segunda es que Hugo Chávez, el Elemental venezolano, tiene chances con Catherine Fulop. Y voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para que se coja a esa tetona antes de que regresen a su país y se pierda cualquier tipo de magia.

15 octubre 2009

Elemental en Colombia: Confiá en mí, sé exactamente lo que hago

Martes (cont.).

-¿Entonces?
-Es igual.
-¿Sí?
-Idéntica. Pensé que como la mía está en el quinto y la tuya en el segundo, bueno, podía haber diferencias...
-...
-¿Qué quieres?
-¿Perdón?
-¿Por qué buscaste una excusa para entra en mi habitación?
-...
-¿Eres puto?
-¿En Venezuela también se llaman así?
-Sí.
-Ah.
-¿Eres puto?
-No, Casanova. Es decir, yo no soy Casanova sino el Editor Más Fachero...
-...
-No, no soy puta. Pero le di un beso de lengua a un amigo y me gusta que me metan un dedo en el culo cuando me la chupan.
-...
-¿Te parece que soy puto, porque me gusta lo del dedo?
-...
-Me imaginaba.
-...
-No te voy a hacer nada, quedate tranquilo. Digo, no entré en tu habitación por eso.
-Tampoco para ver si era igual a la tuya.
-Tampoco.
-...
-...
-¿Entonces?
-Ecuador está al sur de Colombia, ¿no?
-Sí.
-Y Argentina está al sur de Ecuador, ¿no?
-Sí.
-Perfecto.
-...
-A ver... El Ecuador divide el mundo en dos. El norte y el sur. El ying y el yang.
-¿El ying y el yang?
-Vamos, tienen que conocer el concepto en Venezuela. Las boludeces recorren el mundo.
-Sí, lo conozco.
-Bueno, justamente. Yo en Argentina soy un tipo poco atractivo, torpe con las mujeres... Acá, del otro lado del Ecuador, descubrí que todas me dicen que soy simpático. Te juro que nadie en mi vida me dijo que soy simpático.
-¿Entonces?
-Que acá soy otro. Es decir, mi nombre sigue siendo Elemental. Pero la forma de ser es otra. Allá soy un perdedor, acá un ganador.
-¿Y?
-Ok, vamos al ying y al yang. Vamos al karma.
-Tengo entendido que el ying y el yang es japonés o chino, y el karma hindú.
-Pero están los dos en el este, del otro lado de Greenwich. ¿Entendés?
-Entiendo que estás loco. Eres un loco.
-No soy loco. Soy mediocre, pelotudo, garca, resentido, fracasado...
-¿Y eso qué tiene que ver?
-Nada, pero tenía que ponerlo en algún lado. Es lo que me dijeron en un par de mails y comentarios anónimos y no aprobé, y prometí usar los insultos en el relato.
-¿Qué relato?
-Este. En el fondo, vos y yo somos dos personajes. Habrá quien crea que somos reales, pero somos dos personajes. De hecho, no estamos hablando, acá no hay sonido, son sólo palabras en pantallas de computadoras. Esto es un blog. O, mejor dicho, esto es un no blog que hago en formato blog.
-Tú estás loco, Elemental.
-Mejor que pienses eso, así volvemos al hilo anterior. A ver, repetilo.
-¿Qué cosa?
-Tú estás loco, Elemental.
-No, no soy loco. Lo estuve pensando racionalmente. Allá soy de una forma y acá de otra. ¿Cuál es el motivo? Estar en el lado opuesto del Ecuador. Lo que allá es blanco, acá es negro.
-Es una estupidez.
-Pero funciona. Vos viste cómo La Mujer Más Linda que Vi me miraba. Es probable que termine por acostarse con el Ejecutivo, pero me miraba. Y me dijo simpático. Y me acariciaba el brazo. Eso sería imposible, en Argentina. Y lo que allá es imposible, acá es posible. El Ecuador.
-Y por eso entraste a mi habitación.
-En parte sí. Si se me hubiese ocurrido esto en Argentina, no me habría atrevido a buscar una excusa para hablar con vos a solas.
-Entonces sí eres puto.
-Ya te dije, me gusta el dedito en el orto.
-¿Entero?
-La verdad, no vi. El ángulo no daba.
-...
-Entré por el karma. Ying y yang, ya te dije...
-Japón e India. No tienen nada que ver.
-Están del mismo lado de Greenwich y del Ecuador. Es lo mismo.
-Ajá.
-Si estoy disfrutando de este cambio, si de repente me transformé en el Editor Más Fachero, es porque hay un karma. Cada beneficio tiene su costo. Decís la verdad de alguien, dicen mentiras de vos. El karma.
-Eso es más bien el ying y el yang.
-Lo que sea.
-...
-Si yo acá soy el Editor Más Fachero, es porque alguien acá es Elemental.
-¿No eres tú?
-Ya te dije. No.
-...
-Elemental, acá, sos vos.
-¿Perdón?
-Yo soy vos, acá. No sos vos, sos yo. Algo así.
-¿Por qué?
-Bien por no volver a lo de "estás loco", hubiera resultado reiterativo.
-...
-Los lectores se aburrirían.
-¿Lectores?
-Los del blog. Hay unos cuantos. La mayoría, de hace bastante. Unos pocos, hoy entran porque les llegó un mail con un link al blog y con insultos hacia mí.
-...
-Lectores, no importa. Se preguntan qué es verdad y qué es mentira, de lo que cuento. Y, en el fondo, es todo mentira.
-¿Esto es mentira?
-No, Huguito Chávez, vos no sos mentira. Vos existís, pero te estoy usando, transformando para contar otra cosa.
-No entiendo nada.
-No creas que yo entiendo mucho. Que la miseria ajena me resulte predecible no significa que consiga explicarla.
-¿Miseria ajena?
-Nada, yo me entiendo.
-...
-La cuestión es que vos sos Elemental, vos sos yo. Retomemos o esto es un embole.
-Yo soy vos...
-Bien, así me gusta.
-¿Y por qué yo soy vos?
-Simple. Sos gordito. Sos un fracaso con las mujeres.
-Estoy casado. Tengo un hijo.
-Mejor, diferencias sutiles. Eso siempre gusta. Buscar el posible error lógico.
-...
-A ver, cuando almorzábamos, me dijiste delante de Catherine Fulop que los de la aduana, o migraciones, le habían mirado mucho los ositos.
-...
-No te sonrojes, que te entiendo. Vos sos yo, y me entiendo bastante. Me psicoanalizo.
-Ustedes los argentinos se psicoanalizan mucho.
-No creas. Hay mucho loquito. Hasta hay pelotudos que crean Comandos Anónimos para enviar spam.
-¿En serio?
-Sí. Y no sólo eso. Hay mucha loquita. Locas de mierda, las llamamos. Y, curiosamente, fijate vos, entre esas hay muchas psicoanalistas. Sonia 02 (dNS), por ejemplo.
-...
-La cuestión es que sos torpe con las mujeres. Te gustaban las tetas de Catherine Fulop, de hecho te gusta Catherine Fulop, y la única forma que tuviste de hacérselo saber sin enmudecer de vergüenza fue hablarme delante de ella comentándome que otro le había mirado las tetas. Un desastre, como intento de seducción.
-¿Y vos cómo sabés?
-Acá soy el Editor Más Fachero, ya te dije. Y él sabe.
-...
-Y te digo más. Sos tan yo, que es probable que, aunque ni siquiera la hayas besado, aunque sólo hayan conversado en el avión desde Caracas hasta acá, ya estés sintiendo algo parecido al enamoramiento.
-...
-Lo interesante es que estás casado y tenés un hijo.
-¿Y eso qué significa?
-Que eso puede indicar que, si algún día me caso y tengo un hijo, seguiré siendo tan pelotudo como ahora.
-¿Me estás llamando pelotudo?
-Peor. Te estoy llamando Elemental.
-...
-Pero no te preocupes, te lo digo como Editor Más Fachero. Es decir, estoy acá para ayudarte, para hacerte el aguante. Siempre.
-¿Y eso qué significa?
-Que te voy a ayudar con Catherine Fulop tal como el Editor Más Fachero me ayudaría. Buscar un objetivo.
-¿Y cuál es el objetivo?
-Simple. Coger, coger y coger.

14 octubre 2009

Elemental en Colombia: Cambio de roles

Martes (cont.).

El Ejecutivo pregunta a qué hora nos parece reunirnos para diagramar los próximos días. Cuando abro la boca para posponer lo máximo posible el encuentro porque muero de hambre, escucho que Hugo Chávez dice:
-Yo tengo hambre, quiero almorzar.
Lo miro. Le sonrío. Quien no sonríe es el Ejecutivo. Dice que bueno, que entonces almorcemos ahora en el restaurante del hotel y que nos encontramos tipo cinco para diagramar los próximos días. Hay una cierta fascinación, en su forma de pronunciar "diagramar los próximos días", como si en verdad se tratara de dominar el tiempo, el mundo. No entiendo para qué tanta insistencia, hasta que noto que de reojo mira a La Chica Más Linda que Vi. Forro.
Tomo las valijas. Encaro para el ascensor, y descubro que La Chica Más Linda que Vi enfila hacia la salida del hotel.
-¿Te vas? -pregunto.
-Mañana nos vemos, argentino -dice.
Nos miramos un segundo. Luego, ella se acerca a donde estoy y me saluda con un beso en la mejilla. Se marcha, y a mí me queda su perfume a frutos cítricos.
Voy al ascensor. Me acompaña un botones. Estoy en el quinto piso, el último del hotel. El Ejecutivo y la Encargada de Prensa están en el tercero, Chávez y Fulop en el segundo. Imagino que el mejor piso debe ser el tercero, entonces, pero la sospecha desaparece cuando el botones abre la puerta y me dice que esta es mi habitación. A la mierda. Había escuchado las virtudes de los hoteles boutique palermitanos destinados a distinto tipo de garca que vienen del exterior, pero no me imaginaba que eran como esto. Es un dos ambientes, lujosísimo. El sommier de dos plazas es grande como mi dormitorio. La televisión, un LCD gigantesco. Hay equipo de música. Hay, en el comedor, un juego de sillones de lo más monono. Miro todo extasiado, hasta que escucho el carraspeo del botones.
-No tengo dinero colombiano -me disculpo-, ni cambio en dólares.
-No se preocupe, Don Elemental.
Me llama por el nombre. Me agrega el Don. Que, a decir verdad, suena mucho mejor que el Señor que me empezaron a destinar en Buenos Aires. Está bueno, esto de que se piensen que soy un periodista importante de la Argentina. La confusión me sirve y, en cierto sentido, me hace sentir bien. Si viajar es empezar a sentirse otro para luego volver a la normalidad cuando uno regresa, acá en Colombia me están empujando a pasos acelerados a ser otro. Las mujeres me miran. Los hombres me tratan con respeto. Es como si acá no fuese Elemental, sino otra persona.
Acomodo mis cosas. Abro la notebook, me conecto al wi fi y le escribo al Editor "ya llegué, el hotel es de puta madre y avisale a Casanova que en el frigobar tengo un Jack Daniels". Cierro la notebook. Bajo.
Cuando llego al restaurante, ya están Chávez y Fulop acomodados a una mesa, sentados uno al lado del otro. Me acerco, pregunto si me puedo sentar con ellos -evidentemente, estoy cambiado: en otra situación, más normal, me hubiese sentado solo y esperado a que me invitaran-, y ellos dicen que sí, claro, por supuesto. Miro el menú. Miro, también, las tetas de Catherine Fulop. Está sentada delante mío. Tiene una remera con dos ositos, y cada osito queda a la altura de una de sus tetas, es como si Yogui y Bubú quisieran salir de la pantalla. Me pregunto cómo serán esas tetas liberadas de la remera y el corpiño, y sospecho que la ley de gravedad debe obrar sobre ellas con una crueldad innecesaria. Por eso prefiero las tetas chicas, siempre. Para olvidarme de la gravedad. Y gravedad entendida en todas sus acepciones.
Miro el menú. Una mierda. Todos platos supuestamente elegantes, de los cuales no como ninguno. Me juego por unas patitas de pollo rebozadas. Ellos van a compartir una ensalada.
-Lindo, el hotel, ¿no? -digo por decir.
-Sí, tiene un jacuzzi hermoso -dice Fulop.
-¿Jacuzzi? Mi habitación no tiene -digo.
-La tina -dice Fulop.
-La bañadera -digo.
-Eso. Ideal para baños de inmersión -dice Fulop.
Noto que Chávez mira las tetas de Fulop. No puede hablar. Debe estar imaginándose cómo será Fulop en pelotas, en la bañadera. Transpira. Me cae simpático.
-¿Y qué tal estuvo el vuelo? -pregunto.
-Bien -dice Chávez.
-Bien -dice ella.
-¿Ustedes se conocían de antes? -pregunto.
-No, recién en el aeropuerto -dice Chávez, como quien dice "lamentablemente no nos conocíamos de antes".
-Estuvimos platicando mucho durante el vuelo -dice Fulop-. Tú eres divertido, para platicar en vuelos, ¿no?
-Y... -pienso en Martirio-. Depende.
Nos sirven los pedidos. Tal como sospechaba, la comida es una mierda. Suerte que en el frigobar hay maníes, papas fritas y chocolates.
-Lo difícil fue pasar por la Aduana -dice Chávez.
-¿Por? -pregunto.
-La miraban mucho.
Fulop sonríe, entre orgullosa y avergonzada, u orgullosamente avergonzada, o avergonzadamente orgullosa.
-Le preguntaban por los ositos -dice Chávez.
Ok.
Congelemos la imagen.
Acabo de entenderlo todo.
Acabo de entender de qué va todo esto, mi viaje a Colombia.
Acabo de entender el sentido de mi vida en esta vida de tres días en el norte se sudamérica o el sur de centroamérica.
Con "le preguntaban por los ositos", Chávez acaba de dar cuenta de que los tipos de la Aduana le miraban las tetas a Fulop. Al mismo tiempo, acaba de dejar en claro que él también notó los ositos, y las tetas. Es decir, acaba de piropearla dando a entender que es deseable para otros hombres. Es un piropo intrincado, indirecto, pero lo capto. Y lo capto porque, con mi timidez, soy de hacer esa clase de piropos. Además, luego de decirlo, Hugo Chávez se sonrojó y enmudeció. Como yo cuando digo esas cosas. Y, antes, fantaseaba con ella en el jacuzzi/tina/bañadera. Un pajero. Como yo.
Por otro lado, a mí me tratan con deferencia. Las mujeres me miran. Todos me dicen que soy simpático. La vida me sonríe.
Estoy en otro país, en otra latitud, al norte del Ecuador.
Acá todo es al revés que allá.
Acá, yo soy el Editor Más Fachero.
Acá, Hugo Chávez es Elemental.
Y, si soy el Editor Más Fachero, tengo que obrar como él. Ése es el sentido de estos días: tengo que conseguir que este gordito de anteojos se garche a la tetona de Catherine Fulop.