Sonia 02 (dNS): Security Man is in plena vengeance, like Bruce Willis in Die Hard with a vengeance, but his not say die, die, die, his is, also a Security Man, a pelotudo man

Martes.

Vamos hacia el taller. Apenas hablamos, el Editor y yo. Estamos concentrados. Si esto fuera una película yanqui, alguno de los dos hubiera dicho focus, focus -que, por otro lado, es un estudio independiente que hace películas bastante por encima del promedio, como Eterno resplandor de una mente sin recuerdos-, pero esto no es una película yanqui, esto es mi vida. Cuando estábamos en el estacionamiento, subiendo al coche del Editor, me preguntó por sobre el techo del auto:
-¿Todo bien?
-Todo bien.
Y listo. Desde entonces, no hablamos. El coche avanza por Rivadavia, el Editor puso un CD de Nirvana, y lo único que digo es:
-Nevermind, ¿no?
Me mira sorprendido. Nunca sé qué grupos son los que pone. Alguna vez le expliqué que en mi adolescencia seguía a Sumo, a Los Violadores, a Los Redonditos de Ricota -lo mejor fue cuando le conté que, cuando yo tenía cuatro o cinco años, en las épocas en que con mi vieja y el marido nos íbamos a veranear al hotel que él tenía en Valeria del Mar, quien me cuidaba si ellos salían de noche era el casero del hotel, un hippie que tocaba la guitarra y se llamaba Indio Solari (no me creía, el Editor, y es probable que no me crea del todo, así que algún día le mostraré fotos)-, pero que cuando esos grupos se fueron disolviendo perdí el encanto de seguir a una banda, y con el tiempo perdí el encanto por la música. Con el tiempo, me empezó a gustar más el silencio.
Como el que tenemos ahora.
El coche dobla en Del Barco Centenera, luego Guayaquil. Estacionamos delante de la Bar-bería, un sitio muy lindo, una peluquería ambientada como en a principios de siglo XX, donde el café es agradable y caro, pero donde nunca hay que ir a cortarse el pelo -cometí esa estupidez en febrero, y el tipo me dejó un casco similar al de Darth Vader-. Bajamos. El Editor me mira y alza el mentón, como preguntándome si estoy listo. Asiento.
Subimos.
Nos sentamos en la sala de espera. Ya llegó el primer alumno, que no entiende por qué casi no le hablamos, o le respondemos con monosílabos. Debe pensar que está todo mal. Pero no: todo está a punto.
En el aula se escuchan sillas que se mueven. Llegó la hora.
Me incorporo.
El Editor también. Sólo que él, enseguida, se mete en el pasillo que va al baño.
Sale una alumna-psicoanalista. Sale otra alumna psicoanalista. Otra. Otra. Y ahí. Sí. Sonia 02 (dNS).
Me ve. Se acerca con una sonrisa. Me saluda con un beso en la mejilla.
-¿Cómo estás?
-Muy bien, y ¿vos?
Un microsegundo. Su sonrisa se petrifica, duda. El "muy" delante de "bien" hizo efecto. Pero es un microsegundo. Se dispone a responderme cuando se escucha un grito.
-¡Elementalito!
Chiche se me acerca con los brazos extendidos.
-¡Elementalito! ¡Lindo!
Me abraza. Con el afecto, me quita de mi posición delante de Sonia 02 (dNS), quien se queda parada, sin saber qué hacer.
-¿Cómo estás, nene? -pregunta Chiche.
-Bien, bien...
-Tenés una carita... Dale, contame de la chica esa.
Ahora, lo más difícil. Hago como que tartamudeo, como que dudo, como que me pongo colorado.
-¡Qué lindo lo que me contaste! -insiste Chiche-. ¿En serio te escribió ella?
Me encojo de hombros, incómodo. Le hago una seña como que Sonia 02 (dNS) está ahí, parada, mirando. El gesto es lo suficientemente amplio como para que Sonia 02 (dNS) lo vea.
-Hablamos en otro momento, ¿sí?
-¿Pero en serio tiene tanta guita?
-Dale, Chiche, hablamos en otro momento...
-Bueno, bueno... ¡Qué lindo que estás, nene! ¡Qué bien que te sienta estar separado!
Giro. Me acerco a Sonia 02 (dNS). Intento mantener mi rostro colorado. Lo consigo. Los tres años de teatro no fueron sólo para contar chistes de gallegos, evidentemente.
-Disculpá -le digo a Sonia 02 (dNS), mientras señalo hacia atrás, a Chiche.
-No hay problema...
-Me estabas por decir cómo estás.
Abre la boca. Va a responder.
El Editor llega desde el pasillo que comunica con el baño.
-¿Qué hacés, Chiche?
-¿Qué hacés, Editor?
Hablan a los gritos. Se saludan. Sonia 02 (dNS) no puede responderme, tiene los ojos clavados en ellos.
Se dicen dos o tres pavadas en relación al taller y el pago de alquiler, y luego:
-¿Viste la minita que se enganchó Elemental? -dice el Editor.
-Algo me dijo...
-No sabés, lo pasó a buscar por el diario, el otro día. Una pendeja... Un bomboncito.
-¡Pero qué bueno!
-Parece ser que ella le había escrito hace cosa de diez días, y él no le respondió porque tenía que ver a otra mina. Como la cosa con esa mina no avanzaba, le respondió a esta otra... ¡Qué bombón, Chiche, no te imaginás!
-¡Este hijo de puta, ahora que se separó, la está pasando bárbaro!
-Me ibas a decir cómo estás, Sonia 02 (dNS) -le digo.
Ella vuelve a mirarme. Tiene el rostro transformado. Intenta controlarse.
-Bien -dice.
Y luego dice:
-Me tengo que ir.
Otro beso en la mejilla, y se va.
Chiche y el Editor se saludan con un abrazo. No dicen nada más. No sabemos quién puede escuchar.
Todos se marchan, excepto los talleristas que van entrando al aula. Cuando me estoy por sentar, el celular vibra. Chiche.
"No sabés la cara de orto que tiene. Está saliendo todo bárbaro".
Le muestro el mensaje al Editor, que sonríe.
-Y no sabe que todavía falta -digo.
Luego, miramos a los talleristas.
-¿Leyeron algo interesante, esta semana? -pregunto.