Jueves, 12 AM
Están ahí. La autopista es a ras del suelo. Si fuera por arriba, supongo, imagino, ellos estarían debajo. Sin embargo, están ahí. A un costado. Mientras los coches -carros- pasan. Sentados. Seis. De cuando en cuando lanzan una carcajada que con La Chica Más Hermosa escuchamos desde nuestro taxi. De cuando en cuando, también, se besan. Dice la Chica que esos chicos, esa clase de chicos, son los únicos que pueden besarse sin que nadie dude de su masculinidad. Besos de lengua, tomándose las nucas, los ojos cerrados. Dice la Chica que por cincuenta dólares hacen lo que se les pida. Pregunto qué les piden. No sexo, dice la Chica, seria. Asiento. Uno de los chicos, ahí, saca un cuchillo, largo, grueso, creo que es de esos que cortan maleza en las selvas. Lo maneja con habilidad. Hace como que ataca a sus amigos. Los otros se ríen. Le pregunto a la Chica si están drogados. A veces sí, a veces no, parece.
-Están ahí, ¿entiendes? -pregunta la Chica-. En Bogotá están ahí.
-Y no siempre están drogados -digo.
-Si se trata de drogas, ahora vas a ver -dice.
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