13 octubre 2009

Elemental en Colombia: Volaré, o-oh (2)

Martes (cont.).

El taxista es peruano. Creo. Le pregunto "¿de dónde sos?". "La Paz", me dice. Ok, reprobado en políticamentecorrectismolatinoamericano. Me comenta que hay varios bolivianos que, como él, vinieron a Buenos Aires para enviarle dinero a sus familias. Qué interesante, le digo. Luego le pregunto si llegaremos a tiempo al aeropuerto. No se ofende por el cambio de tema. Me dice que sí, que como mucho en media hora estamos ahí. Luego, silencio. No sé qué decirle. No quiero preguntarle por el trabajo, por cómo le envía dinero a sus familiares. No quiero que me diga que esto es un buen trabajo porque automáticamente voy a pensar que esto, manejar un taxi a las cuatro de la mañana con un pelotudo que cree que viajar a Colombia es copado, resulta mejor que ser mano esclava de coreanos o chinos o lo que sea de la industria textil. Ahora que lo pienso, el taxista es boliviano y yo supuse que era peruano, voy rumbo a Colombia... es una señal. Todo está saliendo bien. Estoy en pleno lationoamericanismo. Acordate, Elemental, no hagas la gran argentino, sé respetuoso. Le pregunto al taxista por la familia, me empieza a hablar de su mujer, de su madre, de su hermana, de sus hijas. Todas mujeres. Me pregunto a cuánto está el cambio en Bolivia, para que lo que gana este tipo en este taxi sea suficiente para enviarles a treinta y ocho mujeres lapacianas. En fin. Se lo ve orgulloso de su trabajo. Maneja con el cuello erguido. Si en lugar mío hubiese un psicobolche, empezaría a razonar acerca de la dignidad de los pobres, de las estrategias de supervivencia. Yo, en cambio, fui psicobolche en el secundario -la ventaja de que me creciera la barba desde que estaba en tercer año-, pero en la facu ya no. En la facu me caían mal casi todos: los psicobolches, aunque los de Franja eran peores, más caretas, había algo que se llamaba el Moves, donde militaba una petisita con unos ojitos preciosos y un culo monumental, pero no tanto como para que me sumara. No. Mi carácter fue, siempre, contra. En el escándalo Irán-Contras mi lado hubiera sido cantado. Lo que veo no es dignidad, ni instinto de supervivencia. Lo que veo es absurdo. La ciudad duerme, y este tipo sueña alimentar a su familia numerosa tras un volante. No hay dignidad en eso. Mierda. Podría aprovechar el viaje a Colombia y hacerme una escapada a México, a ver al subcomandante Marcos. ¿A cuánto queda, Colombia de México? ¿A cuánto está, el pasaje a la revolución? ¿Da minas, ser revolucionario? La petisita del Moves estaba bárbara, y salía con uno altísimo, rubio, de pelo largo, que manejaba la librería de la facultad. Los botines en la facultad, para las agrupaciones estudiantiles eran, a saber: la librería, la fotocopiadora, el bar. Se mataban, por eso. Había una leyenda urbana que decía que entre el Moves y la Franja se los repartían para tener fondos para la militancia. Había otra leyenda urbana que decía que quien dirigía la fotocopiadora se había comprado un depto, con lo que sacaba de ahí. Fotocopias de Marx como pasaporte burgués. Bueno, los de Franja eran burgueses y no lo ocultaban -tampoco ocultaban que eran un poco nabos y poco carismáticos, a decir verdad-. Los del Moves eran peronistas. En fin. Mejor pensar en otra cosa. Supongo que todos esos hoy estarán unos en el gobierno nacional y otros en el de la ciudad. Aunque, con las vueltas que da la vida y la militancia, difícil determinar cuáles en cuáles. Lo casi seguro es que ahora, todos, deben estar durmiendo. Y yo, rumbo al aeropuerto para ir a Colombia a hacer una nota por un programa de cable nuevo mientras el taxista es un boliviano que sueña con mantener a su familia. La ciudad duerme. Yo no pude dormir. Es un buen resumen de mi vida. Por suerte, ya tomamos la General Paz, o como sea que se llame la continuación que va rumbo a Ezeiza. Hice este viaje en febrero, con No Sonia, el escritor Rinoceronte y mi vieja que manejaba. Raro. Mi vida también da vueltas. Hice este viaje hace unos años, pero entonces la ciudad no dormía sino caceroleaba, y mi pasaporte italiano no estaba vencido, y me iba pensando en que nunca iba a volver. Esta vez volveré. Aunque no sé. Está la guerrilla, y el narcotráfico. Por si fuera poco, está Uribe. No sé para qué me meto en estas cosas. Para qué dije que sí. Para despejar la cabeza. Para estar en un taxi manejado por un boliviano. Trazo un paralelo: en Estados Unidos, los inmigrantes taxistas son los árabes, con lo cual el hecho de que un árabe te lleve hasta el aeropuerto debe ser algo que deben haber revisado. Aunque puede que fueran hindúes. Aunque si tomamos en cuenta que en la India hay más de doscientas religiones, seguro que alguna es islámica.  Y no sé de qué religión era Gandhi. ¿Cuál es la religión de los mártires? La paz. La Paz. El boliviano me dice que llegamos. Me tiende el voucher, firmo. Es loco, esto de no pagar. Me gusta. Tiene su onda. Cuando estoy por bajar, él amaga con hacer lo mismo para ayudarme con la valija y la mochila, y yo, para demostrarle que mis tiempos en la Facultad de Ciencias Sociales sirvieron de algo, que algo queda en mí de una persona progresista, le digo "dejá, puedo solo" como quien dice "dejá, no voy a permitir aumentar el grado en el que te explotan". Y listo. Chocho de la vida. Camino por el aeropuerto. Mientras hago fila en la aerolínea me pregunto a qué hora se habrán levantado todos estos empleados. ¿En qué vinieron? ¿Cómo serán sus vidas? ¿Cómo será tener que venir hasta el culo del mundo todas las noches? Supongo que debe generar una carga de resentimiento. En mí la provocaría. Pero ya se sabe que yo soy un resentido. O algo así. Así que acá estoy. Me pregunto si el pasaje estará bien. Siempre se equivocan con mi apellido. Cada vez que viajé a Tucumán tuve un apellido distinto. Hoy no sé qué habrán puesto. Tendría que inventarme un chiste, para estas situaciones. Hay un tipo que se llama Pico, y que cuando le sacan el pasaje le suelen poner Piso, y cuando las de la aerolínea lo miran con desconfianza dice "peor hubiera sido que me pusieran Pito, ¿no?". Pero con mi apellido no hay chistes. El chiste soy yo. En especial si llego y la empleada me dice que está sólo el pasaje de vuelta. Mi turno. Me adelanto, pasaporte y datos del pasaje en mano. "Buenas noches, señor", me dice la tipa. De un tiempo a esta parte todos me dicen "señor". Deben ser las canas en la barba. Ya no soy un pendejo. Soy un fracasado. Un resentido. Un señor. La tipa toma el pasaporte, y se fija en la computadora. Hay un microsegundo en que pienso que ahora va a venir la policía y me van a decir "así que lleva shampú, eh". Todo por querer ahorrar. Dos años en Devoto, o donde sea que destinen a los sospechosos de terrorismo aeronáutico, por querer ahorrarme el sobrecito de shampú en Bogotá. Les tendría que explicar que en el diario casi no me dieron viáticos. Que los del canal de cable dijeron "está todo cubierto", y esa fue la llave para que me diesen cien dólares que tengo que rendir hasta el último centavo y que esperan que, en la medida de lo posible -esto es: que sea así-, devuelva íntegros. "¿Este es todo su equipaje, señor?", dice la tipa. Me tengo que afeitar la barba. Pero se vería más que tengo la cara gorda. Me banco el señor mejor que el gordo. Ni que hablar que el mentiroso, el mediocre, el fracasado y el resentido. Le digo que sí, y ahí va mi valijita comprada en el Rastro hace unos meses para traerme todos los libros que me regaló Constantino. La tipa me dice el número de puerta de embarque. Me desea buen viaje. Digo gracias. Me autoimpuse que, en este viaje, seré la contracara del argentino insoportable. Seré amable. No me robaré toallas. No diré que lo que hay en nuestro territorio es lo mejor del mundo. No señor. Para insoportable, todo lo que soy acá -sin olvidar el fracasado, el resentido, el mentiroso, claro-. Subo la escalera mecánica. Entrego los papeles. Me dejan pasar. Cuando llega la hora de atravesar el detector de metales, como no podía ser de otra manera, suena. Me piden que vacíe los bolsillos. Descubro que tengo unos veinte pesos en monedas de diez centavos. Es por mi culpa, que no hay monedas, que hay crisis en los colectivos. Pero si me acusan, diré que es para darle empleo a los bolivianos que trabajan de noche manejando taxis y quedo como un duque. Un duque progre. Por suerte no me hacen sacar el cinturón. Luego, migraciones. Presento los papeles. Apenas paso, apenas doy unos pasos, me avivo de que me olvidé de declarar la notebook que traje para escribir en el hotel, para actualizar el blog, para chequear mails. ¿Y si vuelvo y me la quieren secuestrar? En fin. Ya estoy jugado. Voy al free shop. Mi vieja me encargó un perfume. Le pedí que me lo mandara por mensaje de texto. Le muestro la pantalla del celular a una chica muy arreglada, y me lleva a donde están. Cincuenta dólares. Epa. Es un frasquito de morondanga. Pero bueno, lo paga ella, así que ella sabrá. La chica me pregunta si quiero algo más, y esas palabras, este ámbito, me transportan en el tiempo a diez años atrás. Y digo "quiero un perfume". Y me pregunta "cuál", para que yo regrese al tiempo presente y diga "alguno de precio razonable". Me vende un Givenchi que tiene aroma floral, pero sale cincuenta dólares y es el doble de grande que el de mi vieja, y además le di un beso de lengua al Editor, por lo que puedo llevarlo. Y me pregunta "¿algo más?". Entonces dudo un instante. Siento algo de vergüenza. Pero estoy por viajar. Puedo hacerlo. Puedo decirle, como le digo, "crema para las bolsas de los ojos". El Editor Más Fachero me dijo que tengo bolsas. A la chica le digo "es que ya me dicen señor en todos lados". Me da un frasquito de BioTherm de morondanga, otros cincuenta dólares. Algo más, vuelve a preguntar. Cigarrillos, un cartón de Phillip Morris. Algo más, vuelve a preguntar. Forros, digo. Como ella abre los ojos con cierto desagrado digo perdón, preservativos. Es que viajo a Colombia, y me dijeron que allá..., digo, mientras agito la mano en el aire. No tienen forros. En el kiosco, me dice. Ok, digo y enfilo para la caja. La chica me detiene, me da su tarjeta y me dice que la presente a la hora de pagar. Epa. Quizás no tengo tantas bolsas. Quizás el viaje empieza más que bien. Me fijo en el cartoncito. No, no está su celular. Mierda. Tampoco la pelotudez.

12 comentarios:

Sole dijo...

JUAAAAAAAA! Genial Elem! Bravo por animarte a usar cremas.
Gracias a tu neurosis por hacernos reir.
Yo a los productos de tocador les pongo triple film para viajar. Y me llevo un rollo para la vuelta!

Serena ahora Serena2 dijo...

para alguien que nacio en exilio - político...
que casi tuvo la obligación de exiliarse temporariamente- económicas/políticas/de formación...
que volvió, pero que el 90% de la familia coetaria y amigos están regados en los lugares más disímiles - económico/pesimista...

la descripción del viaje a Ezeiza me tocó en la fibra más onda.
Viviendo afuera me acordaba de la Iglesia evangélica gris en el camino. No se por qué - quizás porque cuando me fui, al pasar por esa Iglesia me di cuenta de que realmente me iba.

cada vez disfruto más tus escritos.

PD: Farenheit, Cool Water, Armani (el clásico), polo sport - nunca fallan.

Sole dijo...

Armani Code!

Anónimo dijo...

desde hace dos años que sostengo que la vida es recta y circular; avanza y da vueltas al mismo tiempo.
Love,
J.

bel! dijo...

Jajajaja

El resentido, mentiroso y ¿Qué más era? se va a Colombia!

Buenisimo!

Quiero leer el que viene que tiene título prometedor! ;)

Abraxos!

fedet dijo...

siguen los claps

Vacya dijo...

Uy Elemental Lindo, el subcomandante Marcos! me reí. El está más ocupado esperando que un reloj alcancé al otro (era una linda útopía cuando recién comenzó su revolución) y en sus caravanas a bordo de camionetas último modelo, mientras sus indios (y no lo digo despectivamente, si no todo lo contrario, también tengo algo de india) lo siguen sin saber bien a bien por que es que han invertido quiensabe cuantos años y las condiciones son las mismas. Pero supongo que los ideales (posibles o no) llevan su tiempo.
Bah! me extendí con eso, si es muy político no subas el comment. Pero no, no creo qué, cuando menos esta revolución, te dé minas con sendos traseros. Lo de las compras, ah como reí, pero sin vergënza Elemental!, es bueno cuidarse.
Ahora qué, si te pones unas rebanadas de papa sobre los párpados... jajajaja bromeaba.
Beso grande

Diego Grillo Trubba dijo...

Sole, ¡y descubrí que las cremas son efectivas!

Serena, ninguno de esos, me recomendó la muy guacha.

J., totalmente de acuerdo.

Bel, ya viene, ya viene...

Fedet, siguen los gracias entonces.

Vacya, esta noche pruebo con las rebanadas de papa.

esloquehay dijo...

Pacha de Cartier, sin duda.
¿cuál será la relación entre inmigrantes y que trabajen de choferes de taxi en todos lados del mundo? ¿la vida desplazándose?¿único trabajo legal que no exige hablar?¿y entonces porque, además, hablan?. Bastaaaaaaaaa
Me encanta leerte y los años, a veces, agregan más de lo que quitan. Papas son muy buenas para las ojeras, o pepinos (y dejar de fumar)

Diego Grillo Trubba dijo...

Esloquehay, salvo dejar de fumar, probaré con todo.

esloquehay dijo...

¿por qué este tono celeste lavadito de fondo?¿era blanco no?
Admiro L, tu paciencia de sostener el blog y la constancia de responder a todos los comments!!

Diego Grillo Trubba dijo...

esloquehay, gracias.

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