Y cortamos.
El plan no acaba sino de empezar.
Como diría Palmiro Caballasca, "me hierve la cabeza".
Necesito un lugar para estar tranquilo, para pensar.
***
-Deme dos -digo.
La gorda me mira.
-¿Dos?
-Un combinado. La primera y la tercera.
Me conduce a un cuarto. Mientras me desvisto, pienso en las ventajas de que el puticlub esté a una cuadra de mi casa. Pienso también en las ventajas de haber cobrado antes de ayer las cuotas del taller de novela.
Cuando entran, estoy en calzoncillos.
-¿Así que el señor pidió por dos? ¿Aguantará? -dice una de ellas.
Sonríe. Al toque me doy cuenta de que es la más divertida de las dos. Al toque me doy cuenta de que me voy a divertir.
La otra aprovecha para quitarme el calzoncillo.
Me tiendo boca arriba. La divertida, que está teñida de rubio, me empieza a besar el cuello.
Un segundo, y olvido el depto y la conversación que tuve minutos antes.
Dos segundos, y cierro los ojos y disfruto cómo la otra me pone el preservativo con los labios.
Diez segundos, y me estoy divirtiendo.
2 comentarios:
Cuenta la leyenda en el barrio de Abasto, que un día cualquiera EL entró en el establecimiento. Que en la conjunción de causalidades ELLA terminó atendiéndolo. Cuenta la leyenda, y aquí es donde se hace inverosímil que EL la hizo acabar a ELLA (dicen que dos veces, pero entenderan que el boca a boca siempre exagera).
Por días el rumor se exparció en el mundo de las vendedoras de felicidad...
Y hoy se escuchó el grito: el mito volvió y dobló la apuesta.
Que vivan las leyendas urbanas!!
ha ha ha muy buen comment Serena!
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