19 noviembre 2009

¿Sonia 03 (dNS) o No Sonia 02?: Lo previsible

Miércoles, 11 horas (aprox.).

Si algo me gusta, es que las cosas sean previsibles. Nunca me gustaron las sorpresas: por lo general, no son buenas. Esto no significa que lo previsible implique que ocurrirán cosas buenas. No. Casi diría todo lo contrario. Somos seres humanos, pertenecemos al reino animal y somos animalitos previsibles. Si te pregunto tu nivel socioeconómico, dónde y qué estudiaste, qué votan tus padres o figuras paternas y de qué trabajás, sé lo que votás, qué tipo de salida preferís, esas cosas. Deduzco otras, también. Las miserias son absolutamente predecibles. Somos animalitos que suponen un libre albedrío y con esa suposición van por ahí chochos de la vida, cuando en verdad una serie de elementos invisibles -llamémoslos variables- nos atraviesan. No hay dolor, o si lo hay es en las consecuencias. Las variables nos van cerrando el campo de acción hasta que quedan una o dos opciones -no mucho más-. De hecho, cada decisión -supuesta- que tomamos acota el margen de acción posterior. A medida que crecemos las opciones son cada vez menos. Nos educamos -formal o informalmente-, y ya es posible saber bastante de nuestro futuro. Ingresamos en ámbitos laborales, y ya es posible saber aún más de nuestro futuro. Nos entregamos a relaciones amorosas, y el final está ahí, a la vista. Una de las cuestiones que siempre me dio curiosidad es la autohipnosis que desarrolla hasta el ser humano más obtuso. Los finales están ahí, decía, cualquier ojo avispado lo ve, pero a uno la mayoría de las veces le resulta imposible. Y, si lo ve, la mayoría de las veces se convence de que "en esta ocasión" logrará torcer el destino. La clave es "en esta ocasión". Esta ocasión, por lo general, es igual a todas las otras, y en las demás no se pudo torcerlo. Repetimos. Una y otra vez. Las mismas cagadas, con distintos grados de intensidad, en distintos ámbitos y con diferentes personas. Repetimos. Y que conste en actas que hablé de variables socioculturales que nos atraviesan, lo cual suena mucho más elegante que decir que somos puro instinto. Es decir, que no nos diferenciamos mucho de un perro o un ornitorrinco. Salvo que somos más feos que los primeros y más lindos que los segundos.
La cuestión, si uno quiere predecir al resto, es detectar -además de lo que enumeré arriba- qué repite. En literatura, repetir está mal. Te dicen que es feo. No sé. Habla de escasez de recursos lingüísticos, es cierto, pero habla de la condición. Una obra perfecta renuncia a la humanidad, porque somos imperfectísimos. A esta altura del partido, renuncié hace rato a construir algo perfecto, algo novedoso. Me basta con intentar detectar mis repeticiones, no para anularlas sino para mantenerlas bajo todo el control que pueda.
Entonces, decía, la cuestión para manejarse con un cierto margen de seguridad con el resto de las personas, basta con detectar reiteraciones. A partir de entonces, el mundo se vuelve predecible: las reiteraciones continuarán ahí, como planetas, y el resto girará alrededor con distintos volúmenes de trayectorias o circunferencias. El universo es la repetición, se ordena de esa forma. Cuando detectás cuáles son las repeticiones de otro, se hace previsible en casi todo el resto. O quizás exagero. O quizás es sólo mi innata y reiterativa voluntad de creer que está todo bajo control.
Pero, por ejemplo, detecté reiteraciones en ella. Poseo, entonces, una radiografía de la columna vertebral de la forma en que nos relacionamos.
Veamos.
Toca el timbre con puntualidad. La gente puntual llega con puntualidad. Los impuntuales continuarán toda su vida cagándose en quienes los esperan. Ella es puntual. Reiteración: toca el timbre con puntualidad.
Nos besamos con un pico en el hall del edificio, con un beso en el ascensor. Reiteración.
Nos desvestimos apenas entramos al departamento. Subimos las escaleras manoseándonos. Reiteración.
Hay, claro, elementos que varían. Los satélites también integran las constelaciones reiterativas. Hoy, ahora, por ejemplo, ella se da vuelta en la cama, se recuesta de costado, encoge la pierna que quedó arriba, y me dice despacio. Me ofrece despacio. Se ofrece despacio.
El resto es reiteración. Entrar y salir. Lo que varía es si algo es más apretado, si uno de maneja con mayor o menor cuidado. Repetición: besos, gemidos, palabras entrecortadas, gritos al final, abrazo.
Otra repetición: luego de coger, bajar y comer. Preparar un desayuno. Café, galletitas, esas cosas.
Pero decía al inicio que si uno detecta cuáles son las reiteraciones -en el otro, en la forma en que el otro se relaciona con nosotros y nosotros con él/ella-, uno adquiere otro margen de maniobra. A veces, sólo tenemos que esperar a que se reitere algo que sabemos se reiterará.
Dejás hablar, incluso respondés. Podría decirse que hasta te metés en la charla sobre el clima, sobre el polvo de recién, sobre la ropa que quedó en el piso.
Vivís.
Pero aguardás la reiteración. O, mejor dicho, una reiteración en particular.
Que llega.
Llega cuando ella dice, como ya dijo, "ojalá nos hubiéramos conocido antes".
Entonces sonreís. Así, como sonrío ahora. Así, provocando que ella abra un poco los ojos y te pregunte qué pasa.
Y voy hasta la impresora, saco unas hojas y digo:
-Escribí algo.
Es tu forma de que lo previsible, el universo mediocre, cambie algo. Alguito.
Es tu previsible intento de torcer el destino.

13 comentarios:

Maggie dijo...

Elemental, me encanto.. Triste pero real. Beso

natu dijo...

q lindo cuando alguien te cambia el alguito.... besos!

Anónimo dijo...

Elemental en su versión más crítica y superada. "Los finales estan ahí..." y "Los impuntuales continuarán toda su vida cagándose en quienes los esperan". Me encantó. F

Anónimo dijo...

todo es previsible si sabemos mirar más allá de lo que se ve.
¿cuál es el problema con los impuntuales? esa parte me tocó de cerca.

Deo.

Vacya dijo...

Las sorpresas son buenas, te sacan del contexto, te provocan algo, alguito -dices tú- una sonrisa, una risa, algo... que sé yo.
Creo que la previsibilidad (esta bien escrito?) queda a merced de uno, un buen día (el que uno decida) te levantas y rompes los moldes, comienzas distinto, por un detalle o por mil.
Esa es otra diferencia, ¿no? entre nosotros y los perros y los ornitorrincos. Los últimos dos dejan que el destino se suceda, nosotros, continuamente metemos mano y hacemos justo eso, torcer y torcer, muchas veces con plena conciencia.
Já, me extendí.
Besos Elemental re Lindo

Gizmo dijo...

Excelente, aunque quizás una introducción demasiado extensa.

Identificación ciento por ciento.

Search & Destroy.

Anónimo dijo...

Uy!

Y ahora se viene lo negro?

La Otra Maja

Diego Grillo Trubba dijo...

Maggie, gracias.

Natu, sí, ¿no?

F, me alegro.

Deo, que le cagan el tiempo a los puntuales.

Vacya, lo que intenté decir es que, por más que metemos mano, todo sigue igual.

Gizmo, ¿en serio te pareció demasiado extensa?

Otra Maja, obviamente, no adelantaré nada...

Koan Resuelto dijo...

Hasta casi la mitad, me recordó a 'El Jardín de los Senderos que se bifurcan'... el resto, lo que cuenta García Márquez sobre Neruda que se pone a soñar que una adivina que vá en el mismo barco lo estaba soñando...

Anónimo dijo...

Actualizacion ! actualizacion! que viene el finde y nos abandonas...
Y me tengo que poner a pensar en mi vida y no quiero!!!

Anónimo dijo...

Devoro ávidamente tus historias desde ayer. El impuso es imparable.
Gracias por activarme la imaginación.

Gizmo dijo...

En cierto sentido sí, me hizo ruido una vez que comencé a leer lo jugoso por qué tanta introducción (o relleno desde mi punto de vista, no todo, pero parte) si lo jugoso vale más que la paja.

En fin, pareceres.

Diego Grillo Trubba dijo...

Koan, ¡a la mierda que te acordás de cosas! ;)

elladoce, de nada.

Gizmo, por supuesto, pareceres.

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