Martes (cont.).
Nos dicen que vamos a ir a comer afuera. Lo dicen así, "comer afuera". Como si para todos los que estamos acá, extranjeros, cualquier comida, cualquier lugar que nos sirva comida, no fuese "comer afuera". Modismos. Antes de partir, me presentan a Juana Rulfo y Noriega. Ambos son morochos, por lo que corroboro que mi aventura latinoamericana se está latinoamericanizando a pasos acelerados. Puede, incluso, que en cualquier momento sea políticamente correcto, que como argentino me agarre un acceso de asma, que visite un leprosario. De hecho, podría hacer una revolución. Sí, podría generar una revolución latinoamericana en 48 horas. Pero mejor no adelantarme. Por ahora, lo único que debo conseguir es que Hugo Chávez consiga chingui chingui con Catherine Fulop. Miro a Juana Rulfo. Me hablaba, y yo pensaba en otra cosa. Le hago un gesto como que soy sordo, mientras le sonrío y le acaricio el brazo. Ella sonríe y creo que se sonroja. Me dice que aprovechó la tarde para recorrer Bogotá. Noriega dice que él también. Ok, se ha formado otra pareja. Al menos acabo de detectar a otro periodista que se quiere voltear a su colega. A nadie puede interesarle remarcar que "también" recorrió Bogotá de no ser por el "también" que, supone, lo hermana con Juana Rulfo. No es torpe. No es que haya dado con un Elemental panameño. Hugo Chávez está hablando con la encargada del hotel, le dice en voz no muy baja que no pudo comunicarse con su familia desde la habitación, que esa llamada no deberían cargársela a la cuenta final. Voy hasta él, apoyo una mano en su espalda, acerco mi cara desde atrás y con los labios a pocos milímetros de su oído le digo no seas forro, Elemental venezolano. Él se acomoda los anteojos, y me mira. ¿Vos querés que Catherine Fulop escuche que discutís porque no podés hablar con tu mujer y tu hijo?, le pregunto, a lo que responde pero bueno, es que sí quería comunicarme con mi mujer y mi hijo. La palmeo los cachetes y le digo ay, Elemental venezolano. Y sonríe. Y sus ojos se desvían. Antes de girar, sé que acaba de bajar Catherine Fulop. No tiene la remera de los ositos, sino una musculosa particularmente perversa, que parece querer estrangular sus tetotas. Aunque no sé si acá se las llamará así. No digo tetas, que eso seguro, sino tetotas. No me imagino a una modelo con poco cerebro posando ante un fotógrafo centroamericano -o norte-sudamericano, lo mismo da- y que el marica -mariconzón- le diga dame tetotas. Eso es argentino. Cada pueblo tiene exclusividad sobre ciertas mediocridades y vergüenzas. Tetotas, Luciana Salazar, Showmatch, Nazarena Vélez, Jorge Rial, son bien nuestros. No incluyo en el listado a Viviana Canosa, porque me gusta mucho. Y eso que es tetona. Sé que no debería, pero me gusta mucho. La piel blanca de porcelana, la sonrisa perversa, los pelos rojo fuego, la mala leche en el momento adecuado, los labios siempre pintados de rojo. Sé que no debería, pero me gusta. No al nivel de Andrea Pietra, pero me gusta. Y, puestos a confesar, Vanina y Silvina Escudero me calientan. Entre las dos no hacen un cuarto de neurona, pero hay algo en sus miradas que me excita. No las tetas operadas, puede que las piernas kilométricas. Pero la mirada. Me gusta. Me calienta. En fin. A uno no pueden gustarle sólo Andrea Pietra, Soledad Villamil y Natalia Lobo. Uno no puede ser políticamente correcto en sus deseos, y eso es algo que jamás entenderá Lubertino: el deseo es políticamente incorrecto. Pero mejor volvamos a donde estábamos. Catherine Fulop. La musculosa. Las tetotas. Ella me dice argentino, yo le digo no te olvides del simpático y ella se ríe, y Hugo Chávez lanza un suspiro. Para que sepa que no tengo ningún interés en Catherine -mentira, podría tenerlo, pero no le voy a robar la mina a mi alter ego venezolano-, mientras hablo voy girando para que ella gire y sin darse cuenta quede junto a Hugo Chávez. ¿A él no lo saludás con un beso?, digo. En los ojos de Hugo Chávez hay tanto agradecimiento meloso que creo que me va a agarrar un ataque de diabetes, y ni que hablar cuando ella le estampa un sonoro beso en la mejilla y deja su huella de rouge. Me alejo. Vuelvo hasta Juana Rulfo, le pregunto qué recorrió. Me dice que la ciudad es muy linda, que en el centro hay unos edificios históricos interesantes. A cada cosa que ella dice, Noriega agrega yo también, pues claro que sí. Pobre. No se da cuenta de que acá yo soy el Editor, que si lo deseo, si chasqueo los dedos, Juana Rulfo caería rendida a mis pies. Pero no chasqueo los dedos. No porque desee evitar conflictos diplomáticos con un país del que sólo sé que tienen un canal geopolíticamente clave y un militar que encarcelaron en Estados Unidos acusándolo de narcotráfico. No chasqueo los dedos porque acaban de llegar la Encargada de Prensa y el Ejecutivo y nos dicen bueno, ¿vamos?, y todos salimos pura obediencia. Hay mucha obediencia, acá. Si algo aprendí en los últimos años, es que la obediencia es inútil. No se consigue nada, con obediencia. Ni tiempo. Ni oportunidades. En fin. Cuando estamos en la calle, me enciendo un cigarrillo. Automáticamente, Juana Rulfo y Catherine Fulop se me acercan para pedirme un pucho argentino -divinas, dicen pucho y dicen nos aprendimos esa palabra- y fuego. Les doy. Mientras Catherine aspira, le ofrezco un cigarrillo a Hugo Chávez. Él levanta la mano, y dice con tono terminante que no fuma, y que siempre que hay humo de cigarrillo él desea estar lejos. Le propongo a Noriega que cuente su itinerario soporífero de la tarde, y cuando Catherine y Juana lo escuchan con atención los dejo avanzar y quedo a la par de Hugo Chávez. ¿Vos sos pelotudo?, le pregunto. Él me mira, sin entender. ¿Cómo vas a decir que no te gusta el humo de cigarrillo, forro?, le digo. Pero si no me gusta, se encoge de hombros el Elemental venezolano. ¿Pero no te das cuenta de que a nadie le importa lo que no te gusta?, le digo puro Editor, pura seguridad, ¿no te das cuenta de que a nadie le importa, tampoco, lo que te gusta? La seducción no pasa por delimitar territorios, forro, le digo, la seducción pasa por atravesar fronteras. Hugo Chávez me mira en silencio. Tiene los ojos llenos de lágrimas. Tranquilo, le palmeo la espalda, va a haber otra oportunidad. Pero la próxima vez, le advierto, si te digo que fumás, fumás, ¿estamos? Asiente, y sonríe. No me vas a proponer que me fume tu picha, dice. Puto, le digo. Mariconzón, me dice. Y seguimos caminando.
19 octubre 2009
Elemental en Colombia: Fumate esta
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Noriega
15 comentarios:
Tan básicos.
Tan lindos.
Mmmmm...
Anónimo, gracias.
Luminicus, ¿mmmmmm?
el deseo es políticamente incorrecto
:)
la seducción pasa por atravesar fronteras
:)
love,
J.
Perrón Anónimo era yo: NN (que claro es casi como ser anónimo)
J., tanta sonrisita que al final voy a pensar que el love tiene otro sentido.
NN, mucho más claro, ahora.
D. Yo sonrio cuando las cosas me gustan.
love,
J.
J, por eso mismo.
Tetotas! la carcajada que solte con eso, se oyó hasta la otra oficina.
Gracias Elemental lindo, qué bien comenzar la semana con risas.
Beso
De nada, Vacya linda.
Viviana Canosa...???
Maggie, Viviana Canosa.
me encantó la frase "el deseo es políticamente incorrecto". Genial.
Puesta a confesar, y eso que soy mujer, heterosexual y whatever, a mí también me parece lindísima Viviana Canosa. Creo que antes no era tan linda, pero alguna que otra vez ultiamemnte la agarré en su programa berreta, con su escenografía berreta, panelistas berretas, perrito berreta, toda ella tan berreta, cruzada de piernas y con un arreglo raro en la cabeza, y debo confesarlo, berretez aside, que es bellísima. Antes cuando era mas joven no era tan linda, ahora es sexy, no sé, yo si fuera tipo me calentaría con ella más que con Luli Salazar, por ejemplo (o con quien sea que se calienten los tipos).
Catalina, Luli Salazar no tiene gracia.
Y las Escudero si???
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