Lunes, 13 horas (aprox.).
Entramos al edificio.
-Tal como lo imaginé -dice ella mientras camina por el hall y mira las paredes, la puerta del ascensor.
Subimos, marco el piso, y subimos. Mientras el motor ronronea, nos quedamos mirándonos a los ojos. Es la primera vez. Ella, que es bajita, lleva su mano hasta mi mejilla y acaricia. Me mira a los ojos, y sus dedos sobrevuelan mi barba, mi oreja. El ascensor se detiene. Salimos.
Mientras introduzco la llave en la cerradura, siento una mano en mi culo. Es como si ella deseara reconocerme con las manos. Inició con la cara en el ascensor, ahora el culo, y va hacia adelante por debajo.
Abro la puerta. Le hago un gesto para que pase primero, y ella niega con la cabeza. Paso. Enseguida, siento la puerta que se cierra detrás. Intento girar, pero sus manos me inmovilizan por los hombros. Ya lo dije: pareciera que deseara reconocerme con los dedos. Siento cómo toma mi pecho, como pega su cuerpo al mío.
-La cama está arriba, ¿no? -pregunta.
Asiento.
Me dice que suba.
Obedezco.
Detrás, los pasos de ella sobre los escalones de madera.
Cuando llego arriba y trato de girar, ella vuelve a detenerme.
-Esperá -dice-. Ya me diste bastante con lo que leí. Te quiero dar un poco yo.
Así, de pie, ella detrás mío, me desabrocha el cinturón, los botones de la camisa. No me resta otra alternativa que tirar la cabeza hacia atrás. La diferencia de estatura hace que, aunque ella tiene su cuerpo pegado a mi espalda, no llego a tocar su cabeza. Pronto, mi pantalón cae. También la camisa. El saco quedó abajo, sobre la mesa. Pronto, descubro que ella también se sacó la camisa, porque sus tetas cubiertas de la suave tela del corpiño comienzan a recorrer mi espalda mientras sus manos juegan con los pelos de mi pecho.
No sé si lo dije alguna vez, pero puedo estar horas dejando que me acaricien.
No sé si son horas, no sé si deberían serlo, pero ella se agacha, desabrocha mis zapatillas, mueve mis piernas para descalzarme, me termina de quitar el pantalón y me empuja sobre la cama. Caigo boca abajo, en calzoncillos. El colchón se mueve, ella se acaba de subir. Acepto el juego: no quiere que la mire. No lo hago. Cuando sus labios se apoyan en mis pantorrillas, cierro los ojos.
-¿En cuál pierna tuviste la trombosis? -pregunta.
-La izquierda -digo.
Besa mi pierna izquierda, entonces. Primero con los labios juntos, luego los separa para que la lengua asome, para comenzar a entibiarme con su saliva. Mientras me besa, me lame, me chupa, acaricia mis pies. Cuando sube, sus tetas entran en contacto. Me saca el calzoncillo, tiene cancha. El siguiente punto de su itinerario es mi cola. No el culo, la cola. Besa una cacha. La otra. Inicia el mismo proceso que en mis pantorrillas. Besa, lame, chupa. Agrega mordidas. Se me pone la piel de gallina. Muevo involuntariamente las piernas, un acto reflejo, y la derecha encuentra la húmeda tibieza de su entrepierna. Mi cola está caliente, ella separa las nalgas. No sé si le divierte la posibilidad de que me resista, o disfruta el haber acertado ante su sospecha de que yo iba a entregarme por completo. Me besa el culo. Un beso seco, seguido de la lengua que juega con mi ojete. No me queda otra alternativa que alzar la cintura: mi pija se despertó por completo.
-Ponete en cuatro -me dice.
Obedezco.
Sus besos suben por mi espalda. Sus manos me toman la cintura. Sus tetas pasan por mis cachas, y suben.
Lo más fácil, para ella, ahora, sería probar lo del dedo en el culo. No le gusta lo sencillo.
Está sobre mis espaldas, sus tetas pegadas. Los rulos de su pubis me raspan las cachas. Mueve la cintura, como si me estuviese cogiendo. Alzo el culo.
-Te gusta -dice, y no pregunta.
Con una mano me acaricia el pecho. Con la otra, baja hasta mi pija. Sus dedos recorren, comprueban la dureza. Su mano la toma, mientras continúa refregando su concha contra mi culo.
-No voy a chuparte -dice, y me muerde la espalda.
Supongo que ya descubrió mi tatuaje. No dijo nada. Mejor.
Mientras simula cogerme, gime. Mientras gime, me pajea. Primero despacio. Después no. No tardo en caer rendido sobre el colchón, luego de lanzar un grito como hace tiempo que no emitía. Ella cae sobre mí. Su cuerpo está caliente.
-Te dije que primero te iba a devolver algo de lo que me diste -dice, y me besa la nuca.
Giro la cabeza.
Entonces sí. Por primera vez, nuestros labios entran en contacto. Y sus tetas -pequeñas, duras- se siguen refregando contra mi espalda.
14 comentarios:
ahhhhhhhhhhh, dios. Ahora si todas las que nos calentamos vamos a andar devolviendo así...
Oh la la, c'est incroyable !
N.
que dulce el relato, en serio lo digo
Ya está, me voy a poner a escribir un blog. Quiero groupies asi de dedicados! Gracias Elem!
Majaaaaaaaaaa ¿Are u in tha house? Por mi parte, le cuento que tengo flores pero 0 tequila..... Johnnie Walker es lo único que hay.
Besos
Sole
D, bueno, no es mala idea.
N, oui?
Tana, mirá vos.
Sole, avisé que estuvieran con pilcha simple de sacar.
Hace poco me preguntaron la definición de bizarro...
OUI!
PD: Así que un hombre marcado, ahora va a tener que contar la historia del tattoo...
N.
E querido,
gracias por la calentada y el espacio;
Sole:
El alcohol y las flores, nomás no se llevan! Le propongo o una u otra. Ja!
Tal y como lo imaginaba, y yo con kilos de ropa encima! -en estas latitudes el invierno nos madrugó-
Por lo demás, releeo el post y corro a mis sábanas.
Saludos!
Koan, ¿te pareció bizarro?
N, mmmmmmm, no sé.
Maja (supongo), de nada.
Tremendo!
Tatoo???
Singer, ¿eso es bueno?
Sayuri, ¡claro! ¿nunca lo había mencionado? es que como lo tengo en el omóplato me olvido hasta que sigue ahí...
Si, es bueno!! jaja
Singer, mejor, entonces.
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