30 enero 2010
28 enero 2010
¿Sonia 03 (dNS) o No Sonia 02?: Tiger
Viernes, 14 horas.
Estamos en el Tigre. No sé bien por qué. Nos despertamos, cogimos, y no sé quién de los dos propuso salir a pasear.
Viajamos en tren, ni ella ni yo sabemos manejar. Retiro-Tigre. Besarnos en el vagón como si fuéramos dos adolescentes. Caminar. Reconocer. Empezar con los "¿te acordás de cómo era esto cuando el Mc Donald´s no estaba?". Visitar el Puerto de Frutos, que ya no tiene frutos sino muebles varipintos. Ella compra algo, luego me dice que es para mí, que es un regalo. No dice "para que me recuerdes cuando no nos volvamos a ver", por suerte. Un velador. Como si me iluminara, o como si deseara regalarme luz.
El día es lindo. Ni calor ni frío. Caminamos. Comemos en una parrila pulgosa, frente al río.
Luego, lancha. Abrazados.
Siempre abrazados.
Después, volver.
Estamos en el Tigre. No sé bien por qué. Nos despertamos, cogimos, y no sé quién de los dos propuso salir a pasear.
Viajamos en tren, ni ella ni yo sabemos manejar. Retiro-Tigre. Besarnos en el vagón como si fuéramos dos adolescentes. Caminar. Reconocer. Empezar con los "¿te acordás de cómo era esto cuando el Mc Donald´s no estaba?". Visitar el Puerto de Frutos, que ya no tiene frutos sino muebles varipintos. Ella compra algo, luego me dice que es para mí, que es un regalo. No dice "para que me recuerdes cuando no nos volvamos a ver", por suerte. Un velador. Como si me iluminara, o como si deseara regalarme luz.
El día es lindo. Ni calor ni frío. Caminamos. Comemos en una parrila pulgosa, frente al río.
Luego, lancha. Abrazados.
Siempre abrazados.
Después, volver.
27 enero 2010
¿Sonia 03 (dNS) o No Sonia 02?: Breves apuntes sobre los abrazos
Viernes, 1 hora.
Hay quienes son fanáticos del dormir cucharita. Yo no tanto. Es decir, no me molesta que una mujer me abrace desde atrás, apoye el mentón en mi hombro y durmamos. De hecho, podría decir que me gusta, incluso la sensación de sus tetas en mi espalda, de los pelos de su pubis pinchándome con suavidad las cachas. El tema es que no me gusta tanto al revés, es decir yo abrazando. No porque me joda la inmovilidad, nada que ver. Lo que me perturba es el pelo ajeno en mi nariz, que genera una picazón que me impide dormir, con una especie de ahogo, como si me faltara el aire. Reemplazar en el proceso respiratorio la nariz por la boca es aún peor: los pelos se introducen entre los labios, y me despierto. Evidentemente, a ella tampoco le gusta dormir cucharita. Cogemos, cuando cogemos nos abrazamos, incluso después también, hasta hacemos algún cucharita breve, quizás compartiendo un cigarrillo. Pero a la hora de dormir, cada uno por su lado. De hecho, cada uno apunta a un lugar diferente, ella a la pared y yo a la ventana, porque, lo sé, a ella le molesta tanto como a mí, al dormir, al tratar de conciliar el sueño, la respiración tibia, hirviente del otro. Entonces, espalda contra espalda. Las cachas tocándose. Los pies entrelazados. Como si cada uno hiciera la suya sin olvidarse del otro.
Es sólo otra forma de abrazar.
Hay quienes son fanáticos del dormir cucharita. Yo no tanto. Es decir, no me molesta que una mujer me abrace desde atrás, apoye el mentón en mi hombro y durmamos. De hecho, podría decir que me gusta, incluso la sensación de sus tetas en mi espalda, de los pelos de su pubis pinchándome con suavidad las cachas. El tema es que no me gusta tanto al revés, es decir yo abrazando. No porque me joda la inmovilidad, nada que ver. Lo que me perturba es el pelo ajeno en mi nariz, que genera una picazón que me impide dormir, con una especie de ahogo, como si me faltara el aire. Reemplazar en el proceso respiratorio la nariz por la boca es aún peor: los pelos se introducen entre los labios, y me despierto. Evidentemente, a ella tampoco le gusta dormir cucharita. Cogemos, cuando cogemos nos abrazamos, incluso después también, hasta hacemos algún cucharita breve, quizás compartiendo un cigarrillo. Pero a la hora de dormir, cada uno por su lado. De hecho, cada uno apunta a un lugar diferente, ella a la pared y yo a la ventana, porque, lo sé, a ella le molesta tanto como a mí, al dormir, al tratar de conciliar el sueño, la respiración tibia, hirviente del otro. Entonces, espalda contra espalda. Las cachas tocándose. Los pies entrelazados. Como si cada uno hiciera la suya sin olvidarse del otro.
Es sólo otra forma de abrazar.
26 enero 2010
¿Sonia 03 (dNS) o No Sonia 02?: Reconciliación
Jueves, 18 horas.
Quizás el sentido de discutir con alguien sea reconciliarse. Dicen que los polvos de reconciliación son los mejores. Es como si uno supiera lo que estaba por perderse, como si deseara aferrarse a ese cuerpo. Metérsela hasta el fondo como si así los cuerpos pudieran fundirse, no quedar expuestos a otro vendaval. Los brazos de ella aferrando mi espalda con fuerza, casi rasguñándome, casi asfixiándome, permitiéndome sólo los movimientos de la pelvis -cortos, porque también me rodeó con las piernas, y también trata de inmovilizarme-. Hay fuerza que intenta diluir el pánico -a la pérdida, supongo-. Hay ojos que se reencuentran, que no desean dejar de estar en contacto con la pupila ajena. Hay palabras, hay cogeme, hay tomá, hay dame, hay ay, hay Dios. Acabar con el deseo que nada se acabe. Dejarse caer sobre el cuerpo, sentir los pechos agitados, los besos en la mejilla, las manos que continúan acariciando.
-No discutamos más -digo en un susurro.
-Claro que no -dice.
Quizás el sentido de discutir con alguien sea reconciliarse. Dicen que los polvos de reconciliación son los mejores. Es como si uno supiera lo que estaba por perderse, como si deseara aferrarse a ese cuerpo. Metérsela hasta el fondo como si así los cuerpos pudieran fundirse, no quedar expuestos a otro vendaval. Los brazos de ella aferrando mi espalda con fuerza, casi rasguñándome, casi asfixiándome, permitiéndome sólo los movimientos de la pelvis -cortos, porque también me rodeó con las piernas, y también trata de inmovilizarme-. Hay fuerza que intenta diluir el pánico -a la pérdida, supongo-. Hay ojos que se reencuentran, que no desean dejar de estar en contacto con la pupila ajena. Hay palabras, hay cogeme, hay tomá, hay dame, hay ay, hay Dios. Acabar con el deseo que nada se acabe. Dejarse caer sobre el cuerpo, sentir los pechos agitados, los besos en la mejilla, las manos que continúan acariciando.
-No discutamos más -digo en un susurro.
-Claro que no -dice.
25 enero 2010
¿Sonia 03 (dNS) o No Sonia 02?: El Kid de la cuestión
Jueves, 15 horas.
Discutimos. Por primera vez. Ojalá pudiera decir la causa, ojalá pudiera saberla. Llegué, las milanesas a la napolitana con papas fritas estaban listas, estaban ricas, estaban riquísimas. Cojimos, después. Después, la discusión. Y no sé la causa. Sé que digo pelotudeces, y ella también. Sé que decimos cosas. Hablamos de promesas incumplidas, pero que nunca se prometieron. Hablamos de diferencias de pensamiento, pero ninguno sabe qué piensa el otro. En la mitad, nos besamos, y volvemos a coger. Después, cigarrillo y volver a empezar. Ninguno de los dos grita, de a ratos ella tiene los ojos llenos de lágrimas. Hay un momento clave, que es cuando ella se viste. Primero la bombacha, nos recriminamos -ella en tetas, yo en bolas-, luego el corpiño -empiezo a vestirme, porque si está por ocurrir lo que creo que ocurrirá, deberé bajar a abrirle la puerta-, luego el resto. En un momento se pasa el dorso de la mano por la nariz para limpiarse los mocos. Y me parece divina. Y se lo digo. Pero como recriminación, algo así como no entiendo cómo podés ser tan linda cuando te sacás los mocos. Algo así. Ella sonríe, pero no con gracia sino resignación. Y la resignación nunca es buena, nunca. Bajamos en silencio en el ascensor. Abro. Ningún beso en la mejilla, ningún chau. Nada. Subo, y sigo sin saber por qué nos peleamos. Porque esto se iba a terminar de todas formas, supongo. Porque cómo se hace para vivir con la muerte presente, calculo. Porque nos empezamos a sentir incómodos, estimo. Porque deseábamos reducir el dolor del regreso de su familia, imagino. Mierda. Me prendo un cigarrillo. Fumo callado. Casi no pienso. Mierda. Me subo al ascensor con el cigarrillo encendido, aunque está el dichoso cartel con la prohibición de fumar. Cuando salgo y miro hacia la calle, ella está de pie, junto al vidrio de la puerta. Nos miramos. Sonreimos. Abro la puerta, y subimos.
Discutimos. Por primera vez. Ojalá pudiera decir la causa, ojalá pudiera saberla. Llegué, las milanesas a la napolitana con papas fritas estaban listas, estaban ricas, estaban riquísimas. Cojimos, después. Después, la discusión. Y no sé la causa. Sé que digo pelotudeces, y ella también. Sé que decimos cosas. Hablamos de promesas incumplidas, pero que nunca se prometieron. Hablamos de diferencias de pensamiento, pero ninguno sabe qué piensa el otro. En la mitad, nos besamos, y volvemos a coger. Después, cigarrillo y volver a empezar. Ninguno de los dos grita, de a ratos ella tiene los ojos llenos de lágrimas. Hay un momento clave, que es cuando ella se viste. Primero la bombacha, nos recriminamos -ella en tetas, yo en bolas-, luego el corpiño -empiezo a vestirme, porque si está por ocurrir lo que creo que ocurrirá, deberé bajar a abrirle la puerta-, luego el resto. En un momento se pasa el dorso de la mano por la nariz para limpiarse los mocos. Y me parece divina. Y se lo digo. Pero como recriminación, algo así como no entiendo cómo podés ser tan linda cuando te sacás los mocos. Algo así. Ella sonríe, pero no con gracia sino resignación. Y la resignación nunca es buena, nunca. Bajamos en silencio en el ascensor. Abro. Ningún beso en la mejilla, ningún chau. Nada. Subo, y sigo sin saber por qué nos peleamos. Porque esto se iba a terminar de todas formas, supongo. Porque cómo se hace para vivir con la muerte presente, calculo. Porque nos empezamos a sentir incómodos, estimo. Porque deseábamos reducir el dolor del regreso de su familia, imagino. Mierda. Me prendo un cigarrillo. Fumo callado. Casi no pienso. Mierda. Me subo al ascensor con el cigarrillo encendido, aunque está el dichoso cartel con la prohibición de fumar. Cuando salgo y miro hacia la calle, ella está de pie, junto al vidrio de la puerta. Nos miramos. Sonreimos. Abro la puerta, y subimos.