Domingo (cont.).
Seguimos cenando. Sonia 02 (dNS) continúa empecinada en la cuestión de las coincidencias. En un momento, me pregunta mi fecha de nacimiento.
-4 de junio -digo.
-¡Me estás mintiendo!
-¿Sos del 4 de junio?
-No, pero también soy de géminis.
-Uau.
La sigo tomando de la mano. Hay algo, en ella -en Sonia 02 (dNS), no en la mano- que me inspira unas profundas ganas de protegerla. No sé, quisiera abrazarla. Rodearla con mis brazos y mi pecho para que nada pudiese hacerle daño. La veo frágil. Entusiasmada, luchadora, pero frágil.
Terminamos los platos. Le pregunto si quiere postre. Niega con la cabeza.
-Tengo que cuidarme -dice.
-¿De quién?
-El cuerpo, nene.
-¡Pero si estás bárbara!
-Bueno, pero porque lo cuido.
-Yo debería anotarme en un gimnasio, pero la verdad que me da fiaca.
-¿Fiaca?
-Me aburro como una ostra. En una época le había encontrado la vuelta, me ponía a caminar en la cinta y pensaba historias. Después preferí pensar historias tirado en la cama, o adentro de la bañadera, la verdad.
-¿Te hacés baños de inmersión?
-Sí...
-¡Yo también! Son re energizantes, ¿viste?
-Y, qué se yo, me relajan bastante.
-Es la energía. Yo creo en energías, ¿te dije?
-¿Energías?
-Energías. Te va a parecer tonto, pero creo en eso...
-No, si no me parece, ejem, tonto.
-A mí me parece que hay cosas que la psicología no alcanza a explicar.
-Ah, ahora el que encuentra una coincidencia soy yo -sonrío-: a mi me parece que la psicología alcanza a explicar muy poco. Muchísimo, pero muy poco en relación a lo que debería.
-¿Viste?
-Ajá.
-Otra coincidencia. Las energías.
-Claro.
-Tengo que decirte algo.
-¿Qué pasó?
-Ayer, cuando te vi en la esquina, cuando me pasaste a buscar...
-¿Me viste el aura?
-No, tarado -se ríe-. Te vi muchísimo más lindo que como te recordaba del mediodía en que nos cruzamos.
-¿En serio? Gracias.
-El saco garpa. Te da presencia.
-¿Preferís que tomemos un café acá o vayamos a algún bar?
Prefiere un bar. Pido la cuenta. Miro el número. Me acaban de romper el orto, pero sostengo mi mejor cara de póker. Me incorporo, la ayudo a ponerse el saco, ella sonríe.
Salimos.
-¿Me vas a dar un cigarrillo o un beso? -pregunta.
Un beso. Responde. No besa bien, ya lo dije, pero responde. Aprovecho para meter las manos dentro de su saco, a la altura de su cintura, y rodeo su culo con mis palmas. Es perfecto.
Luego, caminamos. A una cuadra hay un bar lindo. Cuando llegamos, está cerrado. Parece que, los domingos, Almagro no está tan vivo como debiera, porque miramos en las cuatro direcciones y todo parece mudo, muerto.
-Mirá, Sonia 02 (dNS), te juro que pensé que el bar estaba abierto. Soy inocente.
-Sí, más vale.
-No, te digo lo de la inocencia en cuanto a lo no planificado porque vivo acá a la vuelta, y tengo una flamante cafetera express, Bailey´s y Segafredo.
-¿Y el Bailey´s qué es?
-¿Nunca tomaste café con Bailey´s? Es riquísimo.
-¿En serio?
-En serio. ¿Querés que vayamos a casa?
Me mira. Me estudia. Hace un gesto como que piensa, que duda.
-Puedo confiar en vos, ¿no? -pregunta.
-Podés confiar en que voy a intentarlo todo.
-Tonto.
-Tonta.
La beso. Responde. Luego de unos segundos, se aparta.
-En serio. Todavía no estoy preparada. Puedo confiar en vos, ¿no?
-Te dije: podés confiar en que voy a intentarlo todo.
Me vuelve a mirar. Es como si intentara sacarme una radiografía con sus ojos negros. Parece divertirse.
-Puede confiar en vos, sos geminiano -dice al fin.
Y entonces vamos para mi casa.
30 septiembre 2009
Sonia 02 (dNS): Security Man has other name, also, and that name is Gregory House
-¿Me lo decís en serio?
-En serio.
-¿Pero querés que te diga lo que veo en vos además de que sos divina y hermosa?
-Sí.
-¿Todo?
-Todo. Vos ves. Quiero saber qué ves.
-Este...
-Dale, en serio, no me vas a asustar.
-¿Vos estás segura?
-Estoy. Claro que estoy.
-Bueno.
-...
-Lo primero que veo es a una mina luchadora. Venís de una familia dedicada a la gastronomía, y decidiste ir en busca de otra cosa. Te atreviste a mirar un poco más allá de lo que te habían dicho. Existe la posibilidad de que fuera tu familia la que te empujó a convertirte en profesional como forma de que todos ascendieran de status, pero no creo. Tu viejo estaba en la puerta del restaurante, con su delantal de cocinero, orgulloso, y casi nadie que está orgulloso desea que su hijo, hija para el caso, lo supere. Así que no creo que lo hayas hecho porque tu familia depositó esa expectativa en vos, sino porque quisiste, porque deseaste. Y respetaste ese deseo, terminaste la carrera, estás haciendo cursos de posgrado. Sos una luchadora.
-...
-¿Voy bien?
-Seguí.
-También, como toda luchadora, tenés temores. Cada tanto te agarran, pensás que no estás capacitada, que cómo vas a estarlo si provenís de una familia donde nadie estudió, que el mundo de los profesionales es para los hijos de profesionales. Y ahí te agarran las dudas. Y pensás en abandonar, en dedicarte a la guitarra, a cualquier cosa. Me parece que el temor verdadero, y te lo digo porque yo también lo tuve y me parece que es totalmente natural, es a superar a tu familia. Es decir, vos deseaste eso, y ahora lo tenés al alcance de la mano. Y si lo cumplís no sabés bien qué va a pasar con todo lo otro, con tu historia. Y pensás en tirar todo a la mierda porque sentís angustia, te sentís indefensa y creés que volviendo sobre tus pasos, o dando un paso al costado, te vas a sentir mejor. Bueno, me permito decirte que eso no es tan así. A veces funciona, a veces no. Yo me dediqué diez años a no dedicarme de lleno a la escritura, y acá me ves, recién me empecé a sentir bien cuando cumplí con ese deseo. Porque, en el fondo, todo es cuestión de deseos. Y vos deseaste algo, y lo estás por cumplir. Y eso da un cagazo de novela.
-...
-¿Sigo?
-¿Hay más?
-Claro.
-...
-Mejor no sigo.
-Seguí.
-¿En serio?
-Sí.
-Ok. Ayer, cuando nos despedimos y tu viejo te esperaba en la puerta del restaurante, te vi nerviosa. Y no era porque nos habíamos besado. Era porque yo había visto a tu viejo, con el delantal de cocinero, en la puerta del tenedor libre. Es decir: sentiste una especie de vergüenza. Y eso vergüenza te jode, te paraliza. Te preguntás si vas a poder desempeñarte en un ámbito de profesionales proviniendo de ahí. ¿Y sabés qué? Tu viejo labura. Y el que no entienda eso, es un pelotudo. Y no hay ninguna vergüenza en las raíces. Ni en las decisiones que tomó uno en su vida. Ni en casi nada.
-...
-Ok, sigo. Familia. No sólo sentís vergüenza, a veces, sino que hay momentos en que te resulta un peso insoportable. Te preguntás qué va a pasar con tu hermano si tus viejos no están, cómo te vas a hacer cargo de todo. En cierto sentido, y sólo en cierto sentido, te sentís ahogada por tu familia. Lo cual, te aclaro, nos pasa a la totalidad de las personas. Todos creemos haber vivido cosas difíciles, y nos parece que lo de los demás es una pavada. Lo cual no significa que lo de uno sea una pavada, para nada, sino que si los demás salen adelante uno también puede hacerlo. Ahí está la ambivalencia luchadora/sobrecargada que tenés. Y sólo así se entiende que, siendo tan hermosa, haga cinco años que no estás en pareja. No sabés qué va a pasar con tu pasado si das un paso adelante. Vos misma me lo dijiste: "siempre me las ingenio para arruinar las relaciones". Son fuerzas contradictorias absolutamente normales. Y especiales, únicas, por el modo en que se combinan. Lo que me dijiste cuando me dijiste "siempre me las ingenio para arruinar las relaciones" fue, en verdad, "ya me las voy a ingeniar para arruinar cualquier cosa que pase entre nosotros". En cierto sentido, me avisaste cómo va a terminar esto. Y puede que tengas razón. Puede que te las arregles para arruinarlo. ¿Pero sabés algo? Veo una mina hermosa, luchadora y a punto de florecer. Y estoy acá cenando con vos y disfruto como un marrano. Y me banco el temporal que se venga. ¿Que sos un poco fóbica? Me importa tres carajos. Estoy acá. Me gustás, me parecés divina, inteligente. Y cada ocasión en que hagas algo para ahuyentarme te lo voy a decir, para ver si no es una mala pasada del "siempre me las ingenio para arruinarlo". Si no es eso, todo bien, cada uno sigue su camino. Ahora, si es eso, date un minuto para pensar y dejarte de hinchar las pelotas.
-...
-Otra cosa.
-¿Cuál?
-La alianza.
-Ah, ¿la viste?
-Claro. Y supongo que es de una relación del año del pedo.
-Sí, de cuando tenía dieciocho años.
-Ok. Lo imaginaba. Y no te podés desprender de ella.
-Si querés me la saco.
-No, Sonia 02 (dNS), por favor. Quiero que te sientas cómoda. Si te sentís cómoda con la alianza, está todo más que bien.
-...
-Eso sí.
-¿Qué?
-Cuando uno se prepara para una cita, lleva lo que uno quiere que el otro vea. Y vos querías que viese la alianza, que hubo algo muy fuerte en tu pasado.
-...
-Bueno, no vos, tu inconsciente ponele.
-...
-Bueno, avisale a tu inconsciente que estoy acá, que entiendo sus estrategias y que le va a costar bastante, ahuyentarme.
-...
-...
-Me sacaste la ficha en dos horas.
-Tampoco es para tanto.
-En serio, me entendiste entera en dos horas.
-Tengo algo de House.
-¿Y ese quién es?
-Ah, una serie buenísima. Tenés que verla.
-Podríamos verla juntos. Yo no entiendo nada de cine o series, podríamos verlas juntos y vos me explicás.
-Con gusto.
-¿Querés que te diga qué veo yo en vos?
-Bueno, dale.
-Veo a alguien sensible.
-¿En serio?
-Sí, muy sensible.
-¿Y cómo lo supiste?
-Escribís, los escritores son sensibles.
-Ah.
-...
O sea: conclusión correcta por camino incorrecto. Siga participando.
-En serio.
-¿Pero querés que te diga lo que veo en vos además de que sos divina y hermosa?
-Sí.
-¿Todo?
-Todo. Vos ves. Quiero saber qué ves.
-Este...
-Dale, en serio, no me vas a asustar.
-¿Vos estás segura?
-Estoy. Claro que estoy.
-Bueno.
-...
-Lo primero que veo es a una mina luchadora. Venís de una familia dedicada a la gastronomía, y decidiste ir en busca de otra cosa. Te atreviste a mirar un poco más allá de lo que te habían dicho. Existe la posibilidad de que fuera tu familia la que te empujó a convertirte en profesional como forma de que todos ascendieran de status, pero no creo. Tu viejo estaba en la puerta del restaurante, con su delantal de cocinero, orgulloso, y casi nadie que está orgulloso desea que su hijo, hija para el caso, lo supere. Así que no creo que lo hayas hecho porque tu familia depositó esa expectativa en vos, sino porque quisiste, porque deseaste. Y respetaste ese deseo, terminaste la carrera, estás haciendo cursos de posgrado. Sos una luchadora.
-...
-¿Voy bien?
-Seguí.
-También, como toda luchadora, tenés temores. Cada tanto te agarran, pensás que no estás capacitada, que cómo vas a estarlo si provenís de una familia donde nadie estudió, que el mundo de los profesionales es para los hijos de profesionales. Y ahí te agarran las dudas. Y pensás en abandonar, en dedicarte a la guitarra, a cualquier cosa. Me parece que el temor verdadero, y te lo digo porque yo también lo tuve y me parece que es totalmente natural, es a superar a tu familia. Es decir, vos deseaste eso, y ahora lo tenés al alcance de la mano. Y si lo cumplís no sabés bien qué va a pasar con todo lo otro, con tu historia. Y pensás en tirar todo a la mierda porque sentís angustia, te sentís indefensa y creés que volviendo sobre tus pasos, o dando un paso al costado, te vas a sentir mejor. Bueno, me permito decirte que eso no es tan así. A veces funciona, a veces no. Yo me dediqué diez años a no dedicarme de lleno a la escritura, y acá me ves, recién me empecé a sentir bien cuando cumplí con ese deseo. Porque, en el fondo, todo es cuestión de deseos. Y vos deseaste algo, y lo estás por cumplir. Y eso da un cagazo de novela.
-...
-¿Sigo?
-¿Hay más?
-Claro.
-...
-Mejor no sigo.
-Seguí.
-¿En serio?
-Sí.
-Ok. Ayer, cuando nos despedimos y tu viejo te esperaba en la puerta del restaurante, te vi nerviosa. Y no era porque nos habíamos besado. Era porque yo había visto a tu viejo, con el delantal de cocinero, en la puerta del tenedor libre. Es decir: sentiste una especie de vergüenza. Y eso vergüenza te jode, te paraliza. Te preguntás si vas a poder desempeñarte en un ámbito de profesionales proviniendo de ahí. ¿Y sabés qué? Tu viejo labura. Y el que no entienda eso, es un pelotudo. Y no hay ninguna vergüenza en las raíces. Ni en las decisiones que tomó uno en su vida. Ni en casi nada.
-...
-Ok, sigo. Familia. No sólo sentís vergüenza, a veces, sino que hay momentos en que te resulta un peso insoportable. Te preguntás qué va a pasar con tu hermano si tus viejos no están, cómo te vas a hacer cargo de todo. En cierto sentido, y sólo en cierto sentido, te sentís ahogada por tu familia. Lo cual, te aclaro, nos pasa a la totalidad de las personas. Todos creemos haber vivido cosas difíciles, y nos parece que lo de los demás es una pavada. Lo cual no significa que lo de uno sea una pavada, para nada, sino que si los demás salen adelante uno también puede hacerlo. Ahí está la ambivalencia luchadora/sobrecargada que tenés. Y sólo así se entiende que, siendo tan hermosa, haga cinco años que no estás en pareja. No sabés qué va a pasar con tu pasado si das un paso adelante. Vos misma me lo dijiste: "siempre me las ingenio para arruinar las relaciones". Son fuerzas contradictorias absolutamente normales. Y especiales, únicas, por el modo en que se combinan. Lo que me dijiste cuando me dijiste "siempre me las ingenio para arruinar las relaciones" fue, en verdad, "ya me las voy a ingeniar para arruinar cualquier cosa que pase entre nosotros". En cierto sentido, me avisaste cómo va a terminar esto. Y puede que tengas razón. Puede que te las arregles para arruinarlo. ¿Pero sabés algo? Veo una mina hermosa, luchadora y a punto de florecer. Y estoy acá cenando con vos y disfruto como un marrano. Y me banco el temporal que se venga. ¿Que sos un poco fóbica? Me importa tres carajos. Estoy acá. Me gustás, me parecés divina, inteligente. Y cada ocasión en que hagas algo para ahuyentarme te lo voy a decir, para ver si no es una mala pasada del "siempre me las ingenio para arruinarlo". Si no es eso, todo bien, cada uno sigue su camino. Ahora, si es eso, date un minuto para pensar y dejarte de hinchar las pelotas.
-...
-Otra cosa.
-¿Cuál?
-La alianza.
-Ah, ¿la viste?
-Claro. Y supongo que es de una relación del año del pedo.
-Sí, de cuando tenía dieciocho años.
-Ok. Lo imaginaba. Y no te podés desprender de ella.
-Si querés me la saco.
-No, Sonia 02 (dNS), por favor. Quiero que te sientas cómoda. Si te sentís cómoda con la alianza, está todo más que bien.
-...
-Eso sí.
-¿Qué?
-Cuando uno se prepara para una cita, lleva lo que uno quiere que el otro vea. Y vos querías que viese la alianza, que hubo algo muy fuerte en tu pasado.
-...
-Bueno, no vos, tu inconsciente ponele.
-...
-Bueno, avisale a tu inconsciente que estoy acá, que entiendo sus estrategias y que le va a costar bastante, ahuyentarme.
-...
-...
-Me sacaste la ficha en dos horas.
-Tampoco es para tanto.
-En serio, me entendiste entera en dos horas.
-Tengo algo de House.
-¿Y ese quién es?
-Ah, una serie buenísima. Tenés que verla.
-Podríamos verla juntos. Yo no entiendo nada de cine o series, podríamos verlas juntos y vos me explicás.
-Con gusto.
-¿Querés que te diga qué veo yo en vos?
-Bueno, dale.
-Veo a alguien sensible.
-¿En serio?
-Sí, muy sensible.
-¿Y cómo lo supiste?
-Escribís, los escritores son sensibles.
-Ah.
-...
O sea: conclusión correcta por camino incorrecto. Siga participando.
Sonia 02 (dNS): Security Man is a very gentleman man
Domingo (cont.).
Caminamos por Almagro. Salimos de Corrientes, nos metemos en callecitas, aprovechamos la oscuridad para besarnos. Debo decirlo: Sonia 02 (dNS) no es una gran besadora. Se entrega con los labios apretados, le cuesta abrirlos y dejar paso a mi lengua. Cuando es la de ella la que quiere entrar en mi boca, resulta un tanto torpe, como que se choca con mis dientes, y tengo dientes chicos. Pero, más allá de las deficiencias, hay una gran virtud. Me mira -no durante los besos, obvio-. Ahora entiendo cuando Chiche me decía que abrió los ojos como platos. No es que los tenga tipo huevo duro, para nada, eso sería deserotizante por demás. Mira con intensidad. Como si me admirara. Y eso es erotizante por demás, en especial para alguien que no se admira a sí mismo.
Llegamos al restaurante. Pierina. Chiquito. Lindo. Entramos. Yo llevo, como imantada, mi mano en la espalda de Sonia 02 (dNS). A ella parece gustarle. A mí me encanta.
Cuando entramos, siento que nos miran de todas las mesas. Es sólo una sensación. Como que están diciendo "¿cómo hace ese gordo de mierda para estar con semejante minón? ¿será pijudo? ¿millonario?". O sea: sé que ella no es un minón, pero me encanta. Es igual a Lela Star. Y me mira con admiración. Me encanta.
Se nos acerca la chica que hace las veces de maitre. Me dice que no hay mesas. Con una sonrisa, le aclaro que soy Elemental y que hice una reserva. La chica mira en su papel, asiente. Nos destinaron una mesa apartada. Ideal.
Sonia 02 (dNS) me mira con cierta sorpresa cuando la ayudo a quitarse el saco -o tapado, o lo que sea-, como si no estuviera acostumbrada. Coloco el saco -o tapado, o lo que sea- en el respaldo de su silla. Ella me mira.
-¿Qué pasa? -pregunto.
-¿No te sentás?
-Estoy esperando a que te sientes vos -aclaro.
Sonríe. Tomo su silla y la mantengo firme mientras se sienta. Estas cosas que me enseñó mi abuelo a veces me hacen quedar como un pelotudo.
Me siento.
Enseguida, se nos acerca la amarera. Tiene el pelo corto, cara de lesbiana, pero de lesbiana no atractiva -es decir, la amplia minoría-. Nos deja las cartas.
Mientras miramos el menú, Sonia 02 (dNS) me dice:
-¿Qué vas a elegir?
-A vos.
Me mira. Sonríe.
-Estás hermosa -le digo.
-Gracias. Vos también.
Leo el menú. Descubro que, tal como tenía calculado, me van a romper el orto. Ok. Gajes del oficio.
Pedimos ravioles ella y sorrentinos yo. Sonia 02 (dNS) me empieza a decir que el lugar le encanta, que hice muy bien en elegirlo, que ella siempre le dice a su padre que debería poner un restaurante así y que el viejo está encaprichado con los tenedores libres.
Ella tiene las manos apoyadas sobre la mesa. Tomo una. Dejo la mano ahí.
Nos miramos a los ojos.
No sé cuánto tiempo.
-Estuvo bien, Chiche -digo.
Ella sonríe.
-Fue muy loco, que pasara esto ahora -dice.
-¿Porque ya te sentís preparada? -pregunto.
-No, porque fue hace bastante que habíamos entrado en contacto.
Ok. No sé de qué carajo me está hablando. En una situación así, lo mejor es mantenerme mudo y sonreír.
Sonrío. Calladito, asiento.
-Ese día fue muy fuerte.
Sonrío. Calladito, asiento.
-Digo -dice-, la energía de nuestras miradas, ese mediodía, fue muy fuerte. Me gustaste mucho.
Ok. Ahora entiendo. Dijo "ese mediodía", por lo que se refiere al sábado en que se hacían las jornadas de estudios y yo daba mi taller en simultáneo. Intento recordar si la vi ese día, pero la verdad que no tengo la más puta idea. Sí me acuerdo que yo estaba con la gente de la clínica de novela y las chicas que estudiaban pasaban una y otra vez por delante de la puerta. Yo estaba en pareja con No Sonia, todavía.
-Ah, sí -digo.
-Me miraste con mucha intensidad -dice.
-Y, no era para menos.
-Me llamaste mucho la atención. Ahí me dijeron que eras escritor.
-Escribo, pero no soy escritor.
Ella sonríe. No sé cómo, pero en un momento me pregunta por mi familia, por mis hermanos. Le cuento la división "hermanos por parte de madre" -es decir, los que siento hermanos- y "hermanos por parte de padre" -es decir, portadores del mismo apellido-. Cuando le pregunto por los de ella, su rostro se ensombrece. Me dice que uno tiene una especie de retraso, que es muy pegote con ella, que se adoran. Le tomo la mano con más fuerza.
-Disculpame que te conté esto ahora, que te cague la noche -dice, y esquiva mis ojos.
-Pero por favor, nena, ¿cómo va a estar mal que me cuentes eso?
Si se tratara de equiparar traumas familiares, podría decirle que mi viejo se pegó un tiro. No da. No tengo ganas.
Justo traen los ravioles y sorrentinos.
Y el vino.
Mientras me sirven el vino -que no tomo casi nunca, aunque eso no se lo voy a aclarar a Sonia 02 (dNS)-, lo cato, lo apruebo. Ella sonríe.
Ok, remontamos el mal momento.
Comemos. Charlamos. Nos mimamos con la mirada.
En un momento, me pregunta:
-¿Qué ves?
-¿Perdón?
-¿Qué ves en mí?
-Una mujer hermosa, divina.
-No, en serio. ¿Qué ves en mí?
Ok.
Momento difícil.
Sonia 02 (dNS) acaba de convocar a esta mesa a mi parte Gregory House.
Espero que soporte lo que va a escuchar.
Caminamos por Almagro. Salimos de Corrientes, nos metemos en callecitas, aprovechamos la oscuridad para besarnos. Debo decirlo: Sonia 02 (dNS) no es una gran besadora. Se entrega con los labios apretados, le cuesta abrirlos y dejar paso a mi lengua. Cuando es la de ella la que quiere entrar en mi boca, resulta un tanto torpe, como que se choca con mis dientes, y tengo dientes chicos. Pero, más allá de las deficiencias, hay una gran virtud. Me mira -no durante los besos, obvio-. Ahora entiendo cuando Chiche me decía que abrió los ojos como platos. No es que los tenga tipo huevo duro, para nada, eso sería deserotizante por demás. Mira con intensidad. Como si me admirara. Y eso es erotizante por demás, en especial para alguien que no se admira a sí mismo.
Llegamos al restaurante. Pierina. Chiquito. Lindo. Entramos. Yo llevo, como imantada, mi mano en la espalda de Sonia 02 (dNS). A ella parece gustarle. A mí me encanta.
Cuando entramos, siento que nos miran de todas las mesas. Es sólo una sensación. Como que están diciendo "¿cómo hace ese gordo de mierda para estar con semejante minón? ¿será pijudo? ¿millonario?". O sea: sé que ella no es un minón, pero me encanta. Es igual a Lela Star. Y me mira con admiración. Me encanta.
Se nos acerca la chica que hace las veces de maitre. Me dice que no hay mesas. Con una sonrisa, le aclaro que soy Elemental y que hice una reserva. La chica mira en su papel, asiente. Nos destinaron una mesa apartada. Ideal.
Sonia 02 (dNS) me mira con cierta sorpresa cuando la ayudo a quitarse el saco -o tapado, o lo que sea-, como si no estuviera acostumbrada. Coloco el saco -o tapado, o lo que sea- en el respaldo de su silla. Ella me mira.
-¿Qué pasa? -pregunto.
-¿No te sentás?
-Estoy esperando a que te sientes vos -aclaro.
Sonríe. Tomo su silla y la mantengo firme mientras se sienta. Estas cosas que me enseñó mi abuelo a veces me hacen quedar como un pelotudo.
Me siento.
Enseguida, se nos acerca la amarera. Tiene el pelo corto, cara de lesbiana, pero de lesbiana no atractiva -es decir, la amplia minoría-. Nos deja las cartas.
Mientras miramos el menú, Sonia 02 (dNS) me dice:
-¿Qué vas a elegir?
-A vos.
Me mira. Sonríe.
-Estás hermosa -le digo.
-Gracias. Vos también.
Leo el menú. Descubro que, tal como tenía calculado, me van a romper el orto. Ok. Gajes del oficio.
Pedimos ravioles ella y sorrentinos yo. Sonia 02 (dNS) me empieza a decir que el lugar le encanta, que hice muy bien en elegirlo, que ella siempre le dice a su padre que debería poner un restaurante así y que el viejo está encaprichado con los tenedores libres.
Ella tiene las manos apoyadas sobre la mesa. Tomo una. Dejo la mano ahí.
Nos miramos a los ojos.
No sé cuánto tiempo.
-Estuvo bien, Chiche -digo.
Ella sonríe.
-Fue muy loco, que pasara esto ahora -dice.
-¿Porque ya te sentís preparada? -pregunto.
-No, porque fue hace bastante que habíamos entrado en contacto.
Ok. No sé de qué carajo me está hablando. En una situación así, lo mejor es mantenerme mudo y sonreír.
Sonrío. Calladito, asiento.
-Ese día fue muy fuerte.
Sonrío. Calladito, asiento.
-Digo -dice-, la energía de nuestras miradas, ese mediodía, fue muy fuerte. Me gustaste mucho.
Ok. Ahora entiendo. Dijo "ese mediodía", por lo que se refiere al sábado en que se hacían las jornadas de estudios y yo daba mi taller en simultáneo. Intento recordar si la vi ese día, pero la verdad que no tengo la más puta idea. Sí me acuerdo que yo estaba con la gente de la clínica de novela y las chicas que estudiaban pasaban una y otra vez por delante de la puerta. Yo estaba en pareja con No Sonia, todavía.
-Ah, sí -digo.
-Me miraste con mucha intensidad -dice.
-Y, no era para menos.
-Me llamaste mucho la atención. Ahí me dijeron que eras escritor.
-Escribo, pero no soy escritor.
Ella sonríe. No sé cómo, pero en un momento me pregunta por mi familia, por mis hermanos. Le cuento la división "hermanos por parte de madre" -es decir, los que siento hermanos- y "hermanos por parte de padre" -es decir, portadores del mismo apellido-. Cuando le pregunto por los de ella, su rostro se ensombrece. Me dice que uno tiene una especie de retraso, que es muy pegote con ella, que se adoran. Le tomo la mano con más fuerza.
-Disculpame que te conté esto ahora, que te cague la noche -dice, y esquiva mis ojos.
-Pero por favor, nena, ¿cómo va a estar mal que me cuentes eso?
Si se tratara de equiparar traumas familiares, podría decirle que mi viejo se pegó un tiro. No da. No tengo ganas.
Justo traen los ravioles y sorrentinos.
Y el vino.
Mientras me sirven el vino -que no tomo casi nunca, aunque eso no se lo voy a aclarar a Sonia 02 (dNS)-, lo cato, lo apruebo. Ella sonríe.
Ok, remontamos el mal momento.
Comemos. Charlamos. Nos mimamos con la mirada.
En un momento, me pregunta:
-¿Qué ves?
-¿Perdón?
-¿Qué ves en mí?
-Una mujer hermosa, divina.
-No, en serio. ¿Qué ves en mí?
Ok.
Momento difícil.
Sonia 02 (dNS) acaba de convocar a esta mesa a mi parte Gregory House.
Espero que soporte lo que va a escuchar.
Sonia 02 (dNS): Security Man is detecting two things, and he is no more so security
Domingo (cont.).
Camino despacio. Salí bastante adelantado: hace mucho frío y quedamos en encontrarnos en una esquina, y si ella llega temprano no da que la pase mal. Cuando llego es, en efecto, temprano. Sigo caminando, llego hasta donde está el templo evangelista. En la vereda hay bastante gente. Visten ropas humildes, pero por el esmero y orgullo comprendo que son sus mejores ropas humildes. Todos, absolutamente, incluso los dos patovicas de cuatro metros y acento brasilero, llevan fajos de papeles. Como me quedo pispeando desde la puerta lo que ocurre dentro del templo -siempre me genera curiosidad qué hay ahí adentro, cómo funciona esa estafa tan eficaz que pueden hacer un frente que parece ampulosísimo, lujoso, pero si lo mirás de perfil descubrís que tiene el ancho de un papel glassé, y que atrás sólo queda el mismo edificio de mierda del año del pedo-, una mujer se me acerca. Tiene unos sesenta años.
-¿Está bien?
Primero me sorprendo y preocupo a la vez. ¿Estaré pálido? ¿Sonia 02 (dNS) me verá horrible y no vamos a coger? Luego, la mujer insiste:
-Si no está bien, Jesús puede ayudarlo.
-Ah.
-Jesús piensa en usted.
-Me imagino. Pobre. Pero bueno, entonces él sabe que estoy bien. Inreíblemente, estoy bien.
-Muchas veces nos engañamos. Nos engaña el diablo. Nos hace creer que estamos bien pero nos estamos pudriendo por dentro. Mi hija se entregó a la droga...
-Ahora que lo dice, hay algo que puede ser...
-Dígame.
-Miré. Me metieron un dedo en el orto. Estaba con una chica, estrenando mi depto para adaptar la estructura edilicia a una vida de sexo desenfrenado, y resultó que la chica tenía un problema de batería de cocina, por así decirlo. Y esta chica, mientras... ejem... me practicaba sexo oral, por así decirlo, me metió un dedo en el ojete. Y me gustó. ¿A usted le parece que eso puede ser una señal del demonio?
-¿El dedo?
-Que me haya gustado.
-La homosexualidad está muy relacionada con el señor de las tinieblas.
-Lo sabía.
-Si usted pasa, podrían exorcizarlo.
-Es que no sé.
-¿Qué cosa? Los exorcismos funcionan.
-Es que no sé si tengo ganas de que me deje de gustar el dedito en el orto. Lo más complicado va a ser explicárselo a otra chica... Aunque, ahora que usted lo dice, podría explicarle que es un problema demoníaco, que tengo un demonio adentro y si me mete un dedo en el culo me lo extirparía como un sacacorchos.
La mujer me observa en silencio.
Miro el celular. Es la hora.
-Disculpe, señora. Otra pregunta.
-Dígame.
-¿Las maldiciones existen?
-Si usted cree, claro que existen.
Le agradezco que haya soportado que le tomara el pelo con hidalguía. Sin embargo, en mi cerebro se abre una compuerta que guarda las últimas dos líneas de diálogo. El resto será algo para contarle a los amigos y que nos riamos entre carnes y alcoholes varios, pero eso, lo sé, volverá en algún momento.
Giro.
Vuelvo sobre mis pasos, hacia Medrano. Estoy parado sólo dos minutos, y Sonia 02 (dNS) se baja de un remise.
Viene elegante. Nada que ver con lo de ayer. Una especie de tapado, o saco largo -los hombres heterosexuales tenemos muchas dificultades para identificar la ropa-, un pullover de cuello alto, zapatos de tacón alto, y...
Lo comprendo. Hoy no voy a coger.
Un pantalón.
El Editor Más Fachero tiene una teoría infalible. Cuando uno va al encuentro con una mina que no es pareja estable, si la susodicha viste pantalón esa noche no se coge. El día en que me lo contó dudé, no tenía la certeza de que fuera un genio en las artes de las relaciones intergénero, pero él, con paciencia me explicó que implicaba una cuestión de comodidad. La mujer, dijo, cuando va a garchar, usa pollera o vestido. Si pantalón, loco, todo mal. Repasé mentalmente. Varias, muchas Sonias. Hice un catálogo rápido de primeras y segundas e incluso terceras citas. Y el Editor, como siempre, tenía razón. Si vienen con pantalón, más vale tirar los preservativos a la basura. Obviamente, está también la regla que indica que si uno compra los preservativos antes de tener el sexo asegurado, no coge. Pero sobre esa profundizaremos en otro momento.
La cosa es que Sonia 02 (dNS) viste pantalón.
La cosa es que hoy no vamos a coger.
La cosa es que nos saludamos con un beso, y luego un abrazo.
-¿Cómo estás? -pregunta ella con una sonrisa.
-Bien, nena, bien. ¿Vos?
Sonríe. Se estira hacia mí. Otro beso.
Empezamos a caminar hacia el restaurante. Algunos pasos, y descubro la incomodidad de no saber cómo tenemos que caminar. Nos besamos, ella encontró infinidad de coincidencias, me gusta, no vamos a garchar. ¿Qué corresponde?
Recuerdo a Security Man, que cuando es instaló en mi barriga me dijo, mientras desarmaba sus valijas, "no importa lo que corresponde, importa lo que tengas ganas".
Ah, cierto.
La tomo de su mano izquierda.
Ella primero se sobresalta -tampoco tanto: no es que supuso que le iba a afanar-, y luego sonríe.
Caminamos tomados de la mano.
Y entonces lo siento.
El frío lo multiplica. El metal es así.
Creo haber sentido mal.
Me hago el boludo. Tomo su mano y la llevo a mi boca, para besarla.
Mientras ella sonríe, miro la mano.
No me había equivocado.
En el anular, una alianza plateada.
Mierda.
Camino despacio. Salí bastante adelantado: hace mucho frío y quedamos en encontrarnos en una esquina, y si ella llega temprano no da que la pase mal. Cuando llego es, en efecto, temprano. Sigo caminando, llego hasta donde está el templo evangelista. En la vereda hay bastante gente. Visten ropas humildes, pero por el esmero y orgullo comprendo que son sus mejores ropas humildes. Todos, absolutamente, incluso los dos patovicas de cuatro metros y acento brasilero, llevan fajos de papeles. Como me quedo pispeando desde la puerta lo que ocurre dentro del templo -siempre me genera curiosidad qué hay ahí adentro, cómo funciona esa estafa tan eficaz que pueden hacer un frente que parece ampulosísimo, lujoso, pero si lo mirás de perfil descubrís que tiene el ancho de un papel glassé, y que atrás sólo queda el mismo edificio de mierda del año del pedo-, una mujer se me acerca. Tiene unos sesenta años.
-¿Está bien?
Primero me sorprendo y preocupo a la vez. ¿Estaré pálido? ¿Sonia 02 (dNS) me verá horrible y no vamos a coger? Luego, la mujer insiste:
-Si no está bien, Jesús puede ayudarlo.
-Ah.
-Jesús piensa en usted.
-Me imagino. Pobre. Pero bueno, entonces él sabe que estoy bien. Inreíblemente, estoy bien.
-Muchas veces nos engañamos. Nos engaña el diablo. Nos hace creer que estamos bien pero nos estamos pudriendo por dentro. Mi hija se entregó a la droga...
-Ahora que lo dice, hay algo que puede ser...
-Dígame.
-Miré. Me metieron un dedo en el orto. Estaba con una chica, estrenando mi depto para adaptar la estructura edilicia a una vida de sexo desenfrenado, y resultó que la chica tenía un problema de batería de cocina, por así decirlo. Y esta chica, mientras... ejem... me practicaba sexo oral, por así decirlo, me metió un dedo en el ojete. Y me gustó. ¿A usted le parece que eso puede ser una señal del demonio?
-¿El dedo?
-Que me haya gustado.
-La homosexualidad está muy relacionada con el señor de las tinieblas.
-Lo sabía.
-Si usted pasa, podrían exorcizarlo.
-Es que no sé.
-¿Qué cosa? Los exorcismos funcionan.
-Es que no sé si tengo ganas de que me deje de gustar el dedito en el orto. Lo más complicado va a ser explicárselo a otra chica... Aunque, ahora que usted lo dice, podría explicarle que es un problema demoníaco, que tengo un demonio adentro y si me mete un dedo en el culo me lo extirparía como un sacacorchos.
La mujer me observa en silencio.
Miro el celular. Es la hora.
-Disculpe, señora. Otra pregunta.
-Dígame.
-¿Las maldiciones existen?
-Si usted cree, claro que existen.
Le agradezco que haya soportado que le tomara el pelo con hidalguía. Sin embargo, en mi cerebro se abre una compuerta que guarda las últimas dos líneas de diálogo. El resto será algo para contarle a los amigos y que nos riamos entre carnes y alcoholes varios, pero eso, lo sé, volverá en algún momento.
Giro.
Vuelvo sobre mis pasos, hacia Medrano. Estoy parado sólo dos minutos, y Sonia 02 (dNS) se baja de un remise.
Viene elegante. Nada que ver con lo de ayer. Una especie de tapado, o saco largo -los hombres heterosexuales tenemos muchas dificultades para identificar la ropa-, un pullover de cuello alto, zapatos de tacón alto, y...
Lo comprendo. Hoy no voy a coger.
Un pantalón.
El Editor Más Fachero tiene una teoría infalible. Cuando uno va al encuentro con una mina que no es pareja estable, si la susodicha viste pantalón esa noche no se coge. El día en que me lo contó dudé, no tenía la certeza de que fuera un genio en las artes de las relaciones intergénero, pero él, con paciencia me explicó que implicaba una cuestión de comodidad. La mujer, dijo, cuando va a garchar, usa pollera o vestido. Si pantalón, loco, todo mal. Repasé mentalmente. Varias, muchas Sonias. Hice un catálogo rápido de primeras y segundas e incluso terceras citas. Y el Editor, como siempre, tenía razón. Si vienen con pantalón, más vale tirar los preservativos a la basura. Obviamente, está también la regla que indica que si uno compra los preservativos antes de tener el sexo asegurado, no coge. Pero sobre esa profundizaremos en otro momento.
La cosa es que Sonia 02 (dNS) viste pantalón.
La cosa es que hoy no vamos a coger.
La cosa es que nos saludamos con un beso, y luego un abrazo.
-¿Cómo estás? -pregunta ella con una sonrisa.
-Bien, nena, bien. ¿Vos?
Sonríe. Se estira hacia mí. Otro beso.
Empezamos a caminar hacia el restaurante. Algunos pasos, y descubro la incomodidad de no saber cómo tenemos que caminar. Nos besamos, ella encontró infinidad de coincidencias, me gusta, no vamos a garchar. ¿Qué corresponde?
Recuerdo a Security Man, que cuando es instaló en mi barriga me dijo, mientras desarmaba sus valijas, "no importa lo que corresponde, importa lo que tengas ganas".
Ah, cierto.
La tomo de su mano izquierda.
Ella primero se sobresalta -tampoco tanto: no es que supuso que le iba a afanar-, y luego sonríe.
Caminamos tomados de la mano.
Y entonces lo siento.
El frío lo multiplica. El metal es así.
Creo haber sentido mal.
Me hago el boludo. Tomo su mano y la llevo a mi boca, para besarla.
Mientras ella sonríe, miro la mano.
No me había equivocado.
En el anular, una alianza plateada.
Mierda.
Sonia 02 (dNS): Security Man is a great paintor (of brocha gorda)
Domingo.
Despierto, y pienso en Sonia 02 (dNS). Salgo a la calle, compro el diario, facturas. Cuando me separé de No Sonia, supuse que lo que más me iban a costar eran los domingos a la mañana, el desayunar juntos leyendo el diario. Sin embargo, acá estoy, con los diarios bajo el brazo, con la bolsa con media docena de facturas -todavía no encontré una panadería que haga las medialunas de grasa como a mi me gustan-. Desayuno, y disfruto la tranquilidad, el silencio. Extraño, sí, a la perra mirándome a la espera de que No Sonia se diera vuelta o se distrajera para que le convidara un pedazo de factura. Pero bueno, peores cosas se pierden.
Mientras desayuno, observo la mesa de fórmica. Recuerdo el consejo del Editor: todo de negro, a pintar, a pintar cada cosa en su lugar. Termino de desayunar, y salgo hacia el Easy. Taxi, y el emporio de la reconstitución de la masculinidad. Le explico a uno de los asesores lo que tengo que pintar, me tiende un pote y dice "esta no falla". Joya.
Vuelvo al depto, y ya es el mediodía. Me pongo a recorrer el barrio, en busca de un buen restaurante para llevar a Sonia 02 (dNS). Me dijo que es de familia italiana -en verdad lo dijo como un "yo también" cuando me preguntó mis raíces familiares y le comenté que soy tano hasta la médula-, por lo que sería un dato delicado, supongo, llevarla a un restaurante afin. Hay uno a cinco cuadras de casa. La ironía es que con No Sonia varias veces amagamos con venir, y nunca lo hicimos.
En la puerta del restaurante hay una chica que llora. Segundos más tarde, sale un flaco y le dice "disculpame". Ella lo abraza.
Quizás sea una señal, pero la verdad que no tengo la más puta idea de qué clase de señal puede ser.
Reservo una mesa para la noche. Para dos. Encuentro cierto regocijo, en decir "para dos".
Vuelvo a casa. Llamo a Sonia 02 (dNS). Ya son casi las dos de la tarde, debe estar despierta. Me dice que se despertó temprano. Le pregunto por el cumpleaños de la madre, por cómo salió todo, dice que muy bien, que gracias por preguntar. Le digo que reservé mesa en un restaurante italiano, y ella sonríe. Es decir, se queda en silencio, pero es un silencio sonrisa, no un silencio cara de culo, eso se detecta al teléfono. O será que estoy tan Security Man. Le propongo encontrarnos a las nueve y media en Medrano y Corrientes. Ella acepta, y poco después nos despedimos.
Ahora, lo difícil. Existe una posibilidad -bastante certera: tiene 31 años, ya nos besamos ayer- de que terminemos por venir a casa. Y, si viene a casa, tiene que estar en condiciones. O sea, en unas horas tengo que pintar la mesa del comedor, el escritorio de la computadora y una biblioteca.
Hace frío. Pongo el aire acondicionado en calor. Me quito el pullover, el pantalón. Quedo en calzoncillos y cuero. Security Man deja sitio para Homo Faber, y Homo Faber pinta. Rodillo, pincel. Pinta. Como si supiera. Y el consejo del asistente del Easy fue tan bueno que los muebles van quedando, en efecto, muy bien.
Son cuatro horas, sin parar salvo para fumarme algún cigarrillo. De cuando en cuando me detengo, apoyo la espalda contra el vidrio del comedor y contemplo el desarrollo de mi obra maestra en la pintura. Cuando termino, tengo los brazos con manchones negros, incluso hay pintura en mi pecho.
Es el turno de limpiar. Lo hago, también, en calzoncillos. Y esta vez no queda tan mal. Ventajas de un depto a estrenar, supongo.
Llegó la hora de bañarme. Dos veces. El método es simple, para cumplir con la cábala: primero la cabeza -shampoo, crema de enjuague-, luego el cuerpo, luego la cabeza, luego el cuerpo.
Y vestirme. Mirarme en el espejo del placard. Lavarme los dientes -dos veces, está dentro de la cábala-. Sentir que estoy listo.
Abrir la puerta.
Salir.
Estar listo para la segunda cita con Sonia 02 (dNS).
Despierto, y pienso en Sonia 02 (dNS). Salgo a la calle, compro el diario, facturas. Cuando me separé de No Sonia, supuse que lo que más me iban a costar eran los domingos a la mañana, el desayunar juntos leyendo el diario. Sin embargo, acá estoy, con los diarios bajo el brazo, con la bolsa con media docena de facturas -todavía no encontré una panadería que haga las medialunas de grasa como a mi me gustan-. Desayuno, y disfruto la tranquilidad, el silencio. Extraño, sí, a la perra mirándome a la espera de que No Sonia se diera vuelta o se distrajera para que le convidara un pedazo de factura. Pero bueno, peores cosas se pierden.
Mientras desayuno, observo la mesa de fórmica. Recuerdo el consejo del Editor: todo de negro, a pintar, a pintar cada cosa en su lugar. Termino de desayunar, y salgo hacia el Easy. Taxi, y el emporio de la reconstitución de la masculinidad. Le explico a uno de los asesores lo que tengo que pintar, me tiende un pote y dice "esta no falla". Joya.
Vuelvo al depto, y ya es el mediodía. Me pongo a recorrer el barrio, en busca de un buen restaurante para llevar a Sonia 02 (dNS). Me dijo que es de familia italiana -en verdad lo dijo como un "yo también" cuando me preguntó mis raíces familiares y le comenté que soy tano hasta la médula-, por lo que sería un dato delicado, supongo, llevarla a un restaurante afin. Hay uno a cinco cuadras de casa. La ironía es que con No Sonia varias veces amagamos con venir, y nunca lo hicimos.
En la puerta del restaurante hay una chica que llora. Segundos más tarde, sale un flaco y le dice "disculpame". Ella lo abraza.
Quizás sea una señal, pero la verdad que no tengo la más puta idea de qué clase de señal puede ser.
Reservo una mesa para la noche. Para dos. Encuentro cierto regocijo, en decir "para dos".
Vuelvo a casa. Llamo a Sonia 02 (dNS). Ya son casi las dos de la tarde, debe estar despierta. Me dice que se despertó temprano. Le pregunto por el cumpleaños de la madre, por cómo salió todo, dice que muy bien, que gracias por preguntar. Le digo que reservé mesa en un restaurante italiano, y ella sonríe. Es decir, se queda en silencio, pero es un silencio sonrisa, no un silencio cara de culo, eso se detecta al teléfono. O será que estoy tan Security Man. Le propongo encontrarnos a las nueve y media en Medrano y Corrientes. Ella acepta, y poco después nos despedimos.
Ahora, lo difícil. Existe una posibilidad -bastante certera: tiene 31 años, ya nos besamos ayer- de que terminemos por venir a casa. Y, si viene a casa, tiene que estar en condiciones. O sea, en unas horas tengo que pintar la mesa del comedor, el escritorio de la computadora y una biblioteca.
Hace frío. Pongo el aire acondicionado en calor. Me quito el pullover, el pantalón. Quedo en calzoncillos y cuero. Security Man deja sitio para Homo Faber, y Homo Faber pinta. Rodillo, pincel. Pinta. Como si supiera. Y el consejo del asistente del Easy fue tan bueno que los muebles van quedando, en efecto, muy bien.
Son cuatro horas, sin parar salvo para fumarme algún cigarrillo. De cuando en cuando me detengo, apoyo la espalda contra el vidrio del comedor y contemplo el desarrollo de mi obra maestra en la pintura. Cuando termino, tengo los brazos con manchones negros, incluso hay pintura en mi pecho.
Es el turno de limpiar. Lo hago, también, en calzoncillos. Y esta vez no queda tan mal. Ventajas de un depto a estrenar, supongo.
Llegó la hora de bañarme. Dos veces. El método es simple, para cumplir con la cábala: primero la cabeza -shampoo, crema de enjuague-, luego el cuerpo, luego la cabeza, luego el cuerpo.
Y vestirme. Mirarme en el espejo del placard. Lavarme los dientes -dos veces, está dentro de la cábala-. Sentir que estoy listo.
Abrir la puerta.
Salir.
Estar listo para la segunda cita con Sonia 02 (dNS).
29 septiembre 2009
Sonia 02 (dNS): Security Man kiss a girl
Sábado (cont.).
Salimos del bar. Hace frío, hay mucho viento.
-Lo que más me rompe las bolas de los bares, ahora, es que a la media hora de charlar ya estoy pensando en fumarme un pucho -digo, mientras me acomodo la bufanda.
-¿Vos fumás? -Sonia 02 (dNS) acaba de encontrar otra coincidencia.
-Phillip Morris.
-¡Yo también!
Me trato de encender un cigarrillo, pero el viento lo transforma en una tarea titánica. Hay un local de esos que, aunque cerrados, permiten albergarte porque poseen una vidriera que entra. Sonia 02 (dNS) y yo entramos. Estamos a resguardo. Le ofrezco el paquete abierto, un cigarrillo asoma. Ella lo toma, lo lleva a sus labios. Tomo el encendedor, lo prendo. Lo acerco a su cigarrillo.
Me freno.
Ella acerca su cabeza al encendedor, y yo lo alejo. En el mismo movimiento, le quito el cigarrillo de la boca.
Sonia 02 (dNS) me mira.
La cabeza está quieta.
La mía se acerca.
Nos miramos a los ojos.
La beso.
Ella responde.
Luego de unos segundos, apoya las manos en mis brazos.
Cuando nos separamos, le ofrezco el cigarrillo que tuve en mi mano durante el beso.
Ella sonríe.
Se pone en puntas de pie, acerca su cabeza.
Otro beso, esta vez con abrazo.
Al separarnos, dice:
-Me sorprendiste.
-Pensé que te había gustado -sonrío.
-Tonto. Pensé que ibas a esperar a mañana.
-¿Para qué?
La vuelvo a besar.
Después, nos prendemos los cigarrillos.
Caminamos por Nazca.
Llegamos a la esquina de su casa, o quizás debería decir restaurante.
En la puerta del negocio, con un delantal de cocinero puesto, el padre de Sonia 02 (dNS).
-¿Te está esperando? -pregunto.
-Es un personaje -dice ella, con una sonrisa nerviosa.
Nos saludamos con un beso breve en la mejilla.
Ella corre hacia el restaurante.
Y yo estoy contento como un nene.
Salimos del bar. Hace frío, hay mucho viento.
-Lo que más me rompe las bolas de los bares, ahora, es que a la media hora de charlar ya estoy pensando en fumarme un pucho -digo, mientras me acomodo la bufanda.
-¿Vos fumás? -Sonia 02 (dNS) acaba de encontrar otra coincidencia.
-Phillip Morris.
-¡Yo también!
Me trato de encender un cigarrillo, pero el viento lo transforma en una tarea titánica. Hay un local de esos que, aunque cerrados, permiten albergarte porque poseen una vidriera que entra. Sonia 02 (dNS) y yo entramos. Estamos a resguardo. Le ofrezco el paquete abierto, un cigarrillo asoma. Ella lo toma, lo lleva a sus labios. Tomo el encendedor, lo prendo. Lo acerco a su cigarrillo.
Me freno.
Ella acerca su cabeza al encendedor, y yo lo alejo. En el mismo movimiento, le quito el cigarrillo de la boca.
Sonia 02 (dNS) me mira.
La cabeza está quieta.
La mía se acerca.
Nos miramos a los ojos.
La beso.
Ella responde.
Luego de unos segundos, apoya las manos en mis brazos.
Cuando nos separamos, le ofrezco el cigarrillo que tuve en mi mano durante el beso.
Ella sonríe.
Se pone en puntas de pie, acerca su cabeza.
Otro beso, esta vez con abrazo.
Al separarnos, dice:
-Me sorprendiste.
-Pensé que te había gustado -sonrío.
-Tonto. Pensé que ibas a esperar a mañana.
-¿Para qué?
La vuelvo a besar.
Después, nos prendemos los cigarrillos.
Caminamos por Nazca.
Llegamos a la esquina de su casa, o quizás debería decir restaurante.
En la puerta del negocio, con un delantal de cocinero puesto, el padre de Sonia 02 (dNS).
-¿Te está esperando? -pregunto.
-Es un personaje -dice ella, con una sonrisa nerviosa.
Nos saludamos con un beso breve en la mejilla.
Ella corre hacia el restaurante.
Y yo estoy contento como un nene.
Sonia 02 (dNS): Security Man is very security
Sábado (cont).
Sonrío. Ante lo que ella me cuenta, sonrío. No burlón. Para nada. Sonrío porque me resulta divino lo que me cuenta.
-Estuve en crisis existencial con mi profesión -dice.
-Por un tiempo dejé todo, me dediqué a tocar la guitarra, no sabía lo que quería hacer -dice.
-No sé, algo me indicó que tenía que volver -dice.
-Creo que hay energías que se juntan, que confabulan, por así decirlo -dice.
-Ahora estoy bien, bárbara, lista -dice.
Yo sonrío. La dejo hablar. Le pregunto, le repregunto. Estoy sentado, inclinado hacia adelante. Apoyé el mentón en una mano, y la escucho.
-Tenés muy lindos ojos -digo.
-Gracias -sonríe-, vos también.
-Gracias.
-Los dos tenemos lindos ojos, entonces.
-Los dos.
Pedimos otro café. De un momento para el otro, me doy cuenta de que a cada cosa que cuento ella agrega un "yo también". Pero no es competitivo, nada que ver. Es asombrado. Es como si estuviera cayendo en el juego de las coincidencias, el espejismo que nos hace suponer que si el otro tiene mucho de parecido a nosotros lo transforma automáticamente en objeto de nuestro amor. El engaño es sutil, pero clave, en su mayoría lo padecen personas que buscan desesperadamente protección, que toman al amor como refugio.
Yo, en cambio, no veo tantas cosas en común con Sonia 02 (dNS). Creo que me gusta cada vez más por eso.
Cuando promedia el encuentro, le digo.
-Bueno, estamos hablando pavadas, ¿no?
Ella me mira, sonríe.
-Digo, estamos hablando pavadas porque este café es un reconocimiento y ya llegamos al punto en el que cada uno se pregunta si el otro quiere que nos volvamos a ver.
Ella ensancha su sonrisa.
-Me encantaría volver a verte -digo.
-A mí también -dice.
-Para la próxima una cena, más que un café, ¿no?
-Sí, mejor.
-¿Cuándo?
-Cuando quieras.
-¿Mañana podés?
-Sí.
Los dos sonreimos.
-Bueno, podemos retomar la charla -digo.
Sonia 02 (dNS) me pregunta por mi familia, le fascina que mi vieja sea psicoanalista, que yo del tema toque al menos un poco de oído. A mí me gusta su fuerza. Todo lo que cuenta habla de dificultades y de cómo se sobrepuso. Mueve mucho las manos, al hablar. Me mira. Nos conectamos.
En un momento, mira el reloj que hay en la pared del bar.
-La cena de tu vieja -digo.
-Una lástima, porque la estoy pasando bárbaro.
-Yo también. Pero mañana va a ser mejor.
Y pido la cuenta.
Atenti: esto no terminó.
Sonrío. Ante lo que ella me cuenta, sonrío. No burlón. Para nada. Sonrío porque me resulta divino lo que me cuenta.
-Estuve en crisis existencial con mi profesión -dice.
-Por un tiempo dejé todo, me dediqué a tocar la guitarra, no sabía lo que quería hacer -dice.
-No sé, algo me indicó que tenía que volver -dice.
-Creo que hay energías que se juntan, que confabulan, por así decirlo -dice.
-Ahora estoy bien, bárbara, lista -dice.
Yo sonrío. La dejo hablar. Le pregunto, le repregunto. Estoy sentado, inclinado hacia adelante. Apoyé el mentón en una mano, y la escucho.
-Tenés muy lindos ojos -digo.
-Gracias -sonríe-, vos también.
-Gracias.
-Los dos tenemos lindos ojos, entonces.
-Los dos.
Pedimos otro café. De un momento para el otro, me doy cuenta de que a cada cosa que cuento ella agrega un "yo también". Pero no es competitivo, nada que ver. Es asombrado. Es como si estuviera cayendo en el juego de las coincidencias, el espejismo que nos hace suponer que si el otro tiene mucho de parecido a nosotros lo transforma automáticamente en objeto de nuestro amor. El engaño es sutil, pero clave, en su mayoría lo padecen personas que buscan desesperadamente protección, que toman al amor como refugio.
Yo, en cambio, no veo tantas cosas en común con Sonia 02 (dNS). Creo que me gusta cada vez más por eso.
Cuando promedia el encuentro, le digo.
-Bueno, estamos hablando pavadas, ¿no?
Ella me mira, sonríe.
-Digo, estamos hablando pavadas porque este café es un reconocimiento y ya llegamos al punto en el que cada uno se pregunta si el otro quiere que nos volvamos a ver.
Ella ensancha su sonrisa.
-Me encantaría volver a verte -digo.
-A mí también -dice.
-Para la próxima una cena, más que un café, ¿no?
-Sí, mejor.
-¿Cuándo?
-Cuando quieras.
-¿Mañana podés?
-Sí.
Los dos sonreimos.
-Bueno, podemos retomar la charla -digo.
Sonia 02 (dNS) me pregunta por mi familia, le fascina que mi vieja sea psicoanalista, que yo del tema toque al menos un poco de oído. A mí me gusta su fuerza. Todo lo que cuenta habla de dificultades y de cómo se sobrepuso. Mueve mucho las manos, al hablar. Me mira. Nos conectamos.
En un momento, mira el reloj que hay en la pared del bar.
-La cena de tu vieja -digo.
-Una lástima, porque la estoy pasando bárbaro.
-Yo también. Pero mañana va a ser mejor.
Y pido la cuenta.
Atenti: esto no terminó.
Sonia 02 (dNS): Mr. Security is at the table
Sábado (cont).
Nos saludamos con un beso en la mejilla. Ella es bajita, tiene que ponerse en puntas de pie -levemente, tampoco la pavada: yo mido 1,73-.
-Hola, Elemental.
-Hola, Sonia 02 (dNS).
Lo primero que dice es:
-Disculpame lo del coche. No sabía que no tenés. Pero está todo rebien, en ese sentido, eh.
Me encojo de hombros. No hablo yo, sino míster Security:
-Sí, más vale. Tengo 38, y si no aprendí hasta ahora, dudo que ya lo haga. De todas formas, como puedo bancármelo, voy en taxi de un lado para otro.
Sonia 02 propone ir a un bar que está a pocas cuadras. En el camino dice:
-Disculpame el cambio de planes, pero te juro que no fue mi culpa.
-Está todo bien, nena. La idea era conocernos, tenía ganas de conocerte y acá estamos.
Ella sonríe. Entramos a un bar que está en una esquina. Nazca y algo. Acá me pierdo. Elijo la mesa. Míster Security elige la mesa, en verdad.
Cuando pido un cortado, ella también y me mira:
-Los dos pedimos lo mismo -dice.
Sus ojos negros, profundísimos, me taladran. Me penetran. En un sentido superior al dedito en el culo. Hay algo, en ese mirar, que me hace sentir pleno. No sé si feliz es la palabra.
-Bueno -digo-, ahora es el momento incómodo, ¿no? Los dos queremos conocernos, pero no sabemos muy bien cómo empezar con esto -ella sonríe-. A ver, te cuento un poco de mí.
Le digo mi edad, que trabajo en el diario, que me separé hace dos meses, que escribo.
-Sí, Chiche me dijo que eras escritor.
-Chiche exagera. Escribo.
Ella me sigue mirando. Es como si me devorase con los ojos. No, no es esa la palabra. Me lame. Eso. Me lame con los ojos.
Me pregunta por lo que escribo, le cuento un poco, hago hincapié en lo que para mí es evidente -el 90% de lo que escribí permanece inédito-.
-Y te dieron un premio en España -dice.
-No, no fue un premio. Me invitaron a la presentación de un libro donde había un cuento mío.
-Bueno, pero eso es un reconocimiento.
-No tanto. ¿Sabés lo que pasa? No me interesa tanto el reconocimiento. Me importa escribir. Soy feliz con eso.
-Sos decidido.
-Digamos que sé lo que quiero. ¿Y vos?
Me cuenta de ella. 31 años. Psicoanalista. Va al gimnasio siempre que puede, y se siente relajada en la pileta. Hace cinco años que no está de novia.
Pongo el pie en el freno.
-Esperá, hay algo que no entiendo.
-¿Qué cosa?
-Sos divina, y supongo que no soy el primero que te lo dice. ¿Por qué hace cinco años que no estás de novia?
Sonríe.
-Gracias por lo de divina -dice.
-Hermosa hubiera sido una palabra más apropiada -digo.
-Cierto que te gusta escribir.
-Cierto.
Hay un silencio breve. Sonia 02 (dNS) sonríe.
-Tuve mis historias, obvio, pero no duró ninguna.
-¿Por qué?
-Siempre me las ingenio para arruinarlo todo.
Ok. Pausa. La imagen se congela.
Tranquilos, no es el momento del continuará.
Es el momento de la certeza, del flash forward.
Sonia 02 (dNS) acaba de decir "siempre me las ingenio para arruinarlo todo". Es decir, me acaba de advertir: "siempre me las ingenio para arruinarlo todo". Es decir, me acaba de avisar cómo va a terminar esto, que es mal.
Y uno, que es un pelotudo, que es Mr. Security, deja pasar eso por alto. Lo omite. Lo vio, pero lo deja a un costado. Uno piensa "ok, pero conmigo no". En especial, porque ella dice:
-Pero creo que ya estoy lista para no repetir esa cagada.
O sea, esos ojos que me acarician, que destilan admiración por algo que desconozco, no quieren sólo coger. O sea, quiere una relación. Está cansada de las cagadas que se mandó y quiere una relación.
-Además, el hecho de que Chiche haya pensado en nosotros juntos me parece que es importante, ¿no?
Puede ser. O sea: en otro momento la respuesta sería un no rotundo como una catedral. Ahora, puede ser.
Es decir: hasta hace pocos minutos lo único que quería era una mina con la que coger en forma más o menos estable. De repente, Sonia 02 (dNS) me dice que ella aspira a algo más que eso.
Y lo que me digo es "por qué no".
Aunque la expresión correcta sería "por qué no meter una vez más la cabeza dentro de la boca del león".
Nos saludamos con un beso en la mejilla. Ella es bajita, tiene que ponerse en puntas de pie -levemente, tampoco la pavada: yo mido 1,73-.
-Hola, Elemental.
-Hola, Sonia 02 (dNS).
Lo primero que dice es:
-Disculpame lo del coche. No sabía que no tenés. Pero está todo rebien, en ese sentido, eh.
Me encojo de hombros. No hablo yo, sino míster Security:
-Sí, más vale. Tengo 38, y si no aprendí hasta ahora, dudo que ya lo haga. De todas formas, como puedo bancármelo, voy en taxi de un lado para otro.
Sonia 02 propone ir a un bar que está a pocas cuadras. En el camino dice:
-Disculpame el cambio de planes, pero te juro que no fue mi culpa.
-Está todo bien, nena. La idea era conocernos, tenía ganas de conocerte y acá estamos.
Ella sonríe. Entramos a un bar que está en una esquina. Nazca y algo. Acá me pierdo. Elijo la mesa. Míster Security elige la mesa, en verdad.
Cuando pido un cortado, ella también y me mira:
-Los dos pedimos lo mismo -dice.
Sus ojos negros, profundísimos, me taladran. Me penetran. En un sentido superior al dedito en el culo. Hay algo, en ese mirar, que me hace sentir pleno. No sé si feliz es la palabra.
-Bueno -digo-, ahora es el momento incómodo, ¿no? Los dos queremos conocernos, pero no sabemos muy bien cómo empezar con esto -ella sonríe-. A ver, te cuento un poco de mí.
Le digo mi edad, que trabajo en el diario, que me separé hace dos meses, que escribo.
-Sí, Chiche me dijo que eras escritor.
-Chiche exagera. Escribo.
Ella me sigue mirando. Es como si me devorase con los ojos. No, no es esa la palabra. Me lame. Eso. Me lame con los ojos.
Me pregunta por lo que escribo, le cuento un poco, hago hincapié en lo que para mí es evidente -el 90% de lo que escribí permanece inédito-.
-Y te dieron un premio en España -dice.
-No, no fue un premio. Me invitaron a la presentación de un libro donde había un cuento mío.
-Bueno, pero eso es un reconocimiento.
-No tanto. ¿Sabés lo que pasa? No me interesa tanto el reconocimiento. Me importa escribir. Soy feliz con eso.
-Sos decidido.
-Digamos que sé lo que quiero. ¿Y vos?
Me cuenta de ella. 31 años. Psicoanalista. Va al gimnasio siempre que puede, y se siente relajada en la pileta. Hace cinco años que no está de novia.
Pongo el pie en el freno.
-Esperá, hay algo que no entiendo.
-¿Qué cosa?
-Sos divina, y supongo que no soy el primero que te lo dice. ¿Por qué hace cinco años que no estás de novia?
Sonríe.
-Gracias por lo de divina -dice.
-Hermosa hubiera sido una palabra más apropiada -digo.
-Cierto que te gusta escribir.
-Cierto.
Hay un silencio breve. Sonia 02 (dNS) sonríe.
-Tuve mis historias, obvio, pero no duró ninguna.
-¿Por qué?
-Siempre me las ingenio para arruinarlo todo.
Ok. Pausa. La imagen se congela.
Tranquilos, no es el momento del continuará.
Es el momento de la certeza, del flash forward.
Sonia 02 (dNS) acaba de decir "siempre me las ingenio para arruinarlo todo". Es decir, me acaba de advertir: "siempre me las ingenio para arruinarlo todo". Es decir, me acaba de avisar cómo va a terminar esto, que es mal.
Y uno, que es un pelotudo, que es Mr. Security, deja pasar eso por alto. Lo omite. Lo vio, pero lo deja a un costado. Uno piensa "ok, pero conmigo no". En especial, porque ella dice:
-Pero creo que ya estoy lista para no repetir esa cagada.
O sea, esos ojos que me acarician, que destilan admiración por algo que desconozco, no quieren sólo coger. O sea, quiere una relación. Está cansada de las cagadas que se mandó y quiere una relación.
-Además, el hecho de que Chiche haya pensado en nosotros juntos me parece que es importante, ¿no?
Puede ser. O sea: en otro momento la respuesta sería un no rotundo como una catedral. Ahora, puede ser.
Es decir: hasta hace pocos minutos lo único que quería era una mina con la que coger en forma más o menos estable. De repente, Sonia 02 (dNS) me dice que ella aspira a algo más que eso.
Y lo que me digo es "por qué no".
Aunque la expresión correcta sería "por qué no meter una vez más la cabeza dentro de la boca del león".
Sonia 02 (dNS): Mr. Security is Awating
Sábado (cont.).
El taxi va abandonando las luces de la gran ciudad. Digo, y es importante que sea dicho: Paternal y Villa del Parque son dos barrios que quedan en la loma del orto, basta que uno comience a rumbear para ellos y las luces de la gran ciudad comienzan a apagarse como cuando estamos en la ruta, de mañana, rumbo a la costa y las casas se van haciendo más chiquititas primero y espaciadas después y genetizadas en una vaca gorda por último. Cuando uno va a Villa del Parque o a Paternal, en cierto sentido está renunciando a la civilización. Es curioso, pero los dos barrios funcionan en conjunto como ecos de otros más céntricos y habitables: Paternal reúne a los más progres de la zona -una especie de Palermo- y Villa del Parque a los más turros -una especie de Caballito, pero plagado de colegios religiosos para la clase media que aspira a ser más alta para cagar con más fuerza hacia abajo-.
Pero estábamos en el taxi que va abandonando las luces de la gran ciudad. Voy rumbo a Sonia 02 (dNS). A medida que el taxi avanza, otras cosas van quedando detrás. No Sonia, por ejemplo. Sé que con Sonia 01 (dNS) eso debería haber entrado en juego, también, pero no lo hizo: entonces lo más importante era cacerolear inaugurar el depto. Ahora no. Ahora tengo una cita con una mina que tiene un culo de novela y unas piernas cortas que están para besarlas desde las puntas de los pies -pies diminutos, los que más me gustan, los que me entran íntegros en la boca si al momento de la trifulca estamos frente a frente y ubico sus piernas en mis hombros-. Ahora tengo una cita que me facilitó Chiche, con una mina a la que él le dijo que me habían encantado sus calzas y de la que él me dijo que abrió los ojos como platos cuando le contó, infladísimo, mi currículum profesional.
El taxi se detiene en Jonte y Nazca. Ok, estoy en la zona.
Cuando digo "estoy en la zona" digo "estoy a punto de pasar a buscar a Sonia 02 (dNS)" pero también "estoy en zona de No Sonia y su familia" pero también "estoy en zona donde vivía una Sonia menos no sé cuánto, con la que cogíamos de maravillas, era hija de desaparecidos (no sé por qué doy ese detalle, supongo que para demostrar que uno también puede ser, desde el sexo, políticamente correcto) y finalmente eligió a su novio antes que a este amante".
Camino. Es temprano. Me enciendo un cigarrillo, y camino. Primero lo hago por Nazca, pero hay demasiado movimiento y no quiero tentar la suerte. Me meto por las callecitas, termino el pucho, miro la hora, faltan diez minutos. Camino. Pienso.
Pensar nunca es bueno.
He aquí una pregunta o cuestión clave: lo que más me inspira, Sonia 02 (dNS), el culo perfecto de Sonia 02 (dNS), las piernas cortas y contundentes de Sonia 02 (dNS), las calzas sublimes de Sonia 02 (dNS), es decir todo lo que vi el otro día, es coger. Quiero besarla, pero por sobre todas las cosas quieron agarrarla de las cachas del culo y levantarla a upa, y ensartarla. Y romperle las calzas. Todo este conjunto de sensaciones animales pero perfectamente compatibles con el ser humano, según mi analista, se enfrentan a un problema. Me la presenta Chiche. Y Chiche me dijo "es una buena chica, la quiero mucho". Es decir, en su cabeza no habita la idea de que me la presenta para que me la coja y desaparezca. Por otro lado: desaparecer, ante un culo semejante, sería una idiotez. Pero lo que dijo Chiche, lo que Chiche quiso decir, es que me la presentaba para algo más.
Y yo no sé si estoy para algo más.
Mierda.
Y encima ni siquiera sé si le voy a gustar, porque ni siquiera estoy seguro de que ella me esté esperando a mí o supone que llegará el Editor Más Fachero.
Mierda, mierda, mierda.
Me enciendo otro cigarrillo.
Encima, otro problema: cuando llego a la dirección que me dio, descubro que no existe.
Es decir: existe, pero no es un edificio, ni una casa. Es un negocio. Para ser más precisos, es una parrilla de tenedor libre.
Mierda. Anoté mal.
Mister Security, me parece que nos cagamos la noche.
Tomo el teléfono. Llamo.
-¿Hola?
-¿Sonia 02 (dNS)?
-Hola, Elemental.
-Che, disculpame que te llame, pero acabo de llegar a la dirección que me diste, bah, que anoté, y me parece que está mal...
-...
-Hay un restaurante.
-Ah, ¿ya estás?
-Sí.
-Ya bajo. ¿Dónde estacionaste tu coche?
-No tengo coche.
-Ah.
-Bueno, ya bajo.
¿Ya bajo? ¿Baja de dónde, de un plato volador?
Por otro lado, no debería hacerme el superado. Le desilusionó que no tengo coche.
Sin embargo, míster Security, te agradezco. En otra situación, lo sé, las he vivido, yo hubiese pensado "me parece que sin coche no le voy a gustar". Sin embargo, lo que siento mientras guardo el celular, es "me parece que me vine hasta la loma del orto al reberendísimo pedo". Lo cual, míster Security, es todo un avance.
Entonces, del restaurante, sale ella.
Ok.
Pausa.
La imagen se congela.
La voz en off de Chiche, flashback sólo de sonido, dice "le dije que le habías mirado las calzas".
Sonia 02 (dNS) viste un saquito muy lindo, corto, que deja ver sus piernas cortas. Una botas de cuero que son la moda más sexy de la que tenga memoria. Una camisa blanca. Una mini de jean. Y, sí, sí, absolutamente sí, unas calzas negras que le quedan esculpidas.
La imagen sigue congelada.
Lo siento.
Es momento de un continuará.
El taxi va abandonando las luces de la gran ciudad. Digo, y es importante que sea dicho: Paternal y Villa del Parque son dos barrios que quedan en la loma del orto, basta que uno comience a rumbear para ellos y las luces de la gran ciudad comienzan a apagarse como cuando estamos en la ruta, de mañana, rumbo a la costa y las casas se van haciendo más chiquititas primero y espaciadas después y genetizadas en una vaca gorda por último. Cuando uno va a Villa del Parque o a Paternal, en cierto sentido está renunciando a la civilización. Es curioso, pero los dos barrios funcionan en conjunto como ecos de otros más céntricos y habitables: Paternal reúne a los más progres de la zona -una especie de Palermo- y Villa del Parque a los más turros -una especie de Caballito, pero plagado de colegios religiosos para la clase media que aspira a ser más alta para cagar con más fuerza hacia abajo-.
Pero estábamos en el taxi que va abandonando las luces de la gran ciudad. Voy rumbo a Sonia 02 (dNS). A medida que el taxi avanza, otras cosas van quedando detrás. No Sonia, por ejemplo. Sé que con Sonia 01 (dNS) eso debería haber entrado en juego, también, pero no lo hizo: entonces lo más importante era cacerolear inaugurar el depto. Ahora no. Ahora tengo una cita con una mina que tiene un culo de novela y unas piernas cortas que están para besarlas desde las puntas de los pies -pies diminutos, los que más me gustan, los que me entran íntegros en la boca si al momento de la trifulca estamos frente a frente y ubico sus piernas en mis hombros-. Ahora tengo una cita que me facilitó Chiche, con una mina a la que él le dijo que me habían encantado sus calzas y de la que él me dijo que abrió los ojos como platos cuando le contó, infladísimo, mi currículum profesional.
El taxi se detiene en Jonte y Nazca. Ok, estoy en la zona.
Cuando digo "estoy en la zona" digo "estoy a punto de pasar a buscar a Sonia 02 (dNS)" pero también "estoy en zona de No Sonia y su familia" pero también "estoy en zona donde vivía una Sonia menos no sé cuánto, con la que cogíamos de maravillas, era hija de desaparecidos (no sé por qué doy ese detalle, supongo que para demostrar que uno también puede ser, desde el sexo, políticamente correcto) y finalmente eligió a su novio antes que a este amante".
Camino. Es temprano. Me enciendo un cigarrillo, y camino. Primero lo hago por Nazca, pero hay demasiado movimiento y no quiero tentar la suerte. Me meto por las callecitas, termino el pucho, miro la hora, faltan diez minutos. Camino. Pienso.
Pensar nunca es bueno.
He aquí una pregunta o cuestión clave: lo que más me inspira, Sonia 02 (dNS), el culo perfecto de Sonia 02 (dNS), las piernas cortas y contundentes de Sonia 02 (dNS), las calzas sublimes de Sonia 02 (dNS), es decir todo lo que vi el otro día, es coger. Quiero besarla, pero por sobre todas las cosas quieron agarrarla de las cachas del culo y levantarla a upa, y ensartarla. Y romperle las calzas. Todo este conjunto de sensaciones animales pero perfectamente compatibles con el ser humano, según mi analista, se enfrentan a un problema. Me la presenta Chiche. Y Chiche me dijo "es una buena chica, la quiero mucho". Es decir, en su cabeza no habita la idea de que me la presenta para que me la coja y desaparezca. Por otro lado: desaparecer, ante un culo semejante, sería una idiotez. Pero lo que dijo Chiche, lo que Chiche quiso decir, es que me la presentaba para algo más.
Y yo no sé si estoy para algo más.
Mierda.
Y encima ni siquiera sé si le voy a gustar, porque ni siquiera estoy seguro de que ella me esté esperando a mí o supone que llegará el Editor Más Fachero.
Mierda, mierda, mierda.
Me enciendo otro cigarrillo.
Encima, otro problema: cuando llego a la dirección que me dio, descubro que no existe.
Es decir: existe, pero no es un edificio, ni una casa. Es un negocio. Para ser más precisos, es una parrilla de tenedor libre.
Mierda. Anoté mal.
Mister Security, me parece que nos cagamos la noche.
Tomo el teléfono. Llamo.
-¿Hola?
-¿Sonia 02 (dNS)?
-Hola, Elemental.
-Che, disculpame que te llame, pero acabo de llegar a la dirección que me diste, bah, que anoté, y me parece que está mal...
-...
-Hay un restaurante.
-Ah, ¿ya estás?
-Sí.
-Ya bajo. ¿Dónde estacionaste tu coche?
-No tengo coche.
-Ah.
-Bueno, ya bajo.
¿Ya bajo? ¿Baja de dónde, de un plato volador?
Por otro lado, no debería hacerme el superado. Le desilusionó que no tengo coche.
Sin embargo, míster Security, te agradezco. En otra situación, lo sé, las he vivido, yo hubiese pensado "me parece que sin coche no le voy a gustar". Sin embargo, lo que siento mientras guardo el celular, es "me parece que me vine hasta la loma del orto al reberendísimo pedo". Lo cual, míster Security, es todo un avance.
Entonces, del restaurante, sale ella.
Ok.
Pausa.
La imagen se congela.
La voz en off de Chiche, flashback sólo de sonido, dice "le dije que le habías mirado las calzas".
Sonia 02 (dNS) viste un saquito muy lindo, corto, que deja ver sus piernas cortas. Una botas de cuero que son la moda más sexy de la que tenga memoria. Una camisa blanca. Una mini de jean. Y, sí, sí, absolutamente sí, unas calzas negras que le quedan esculpidas.
La imagen sigue congelada.
Lo siento.
Es momento de un continuará.
Sonia 02 (dNS): Una imagen vale más que mil palabras, y dos ni te cuento
Hago una pausa dramática para mantener la tensión en lo que dominará los siguientes posts, es decir la primera cita con Sonia 02 (dNS).
Hasta ahora, salvo por el culo y las piernas, no hice descripción alguna de Sonia 02 (dNS). Y en este caso hay un motivo práctico. Es igual, pero igualita, a Lela Star.
Lela Star es una actriz porno. Y uno no siempre tiene una cita con una mujer idéntica a una actriz porno.
Como una imagen vale más que mil palabras, les dejo imágenes de Lela Star -que sólo se diferencia en tener piernas más largas que Sonia 02 (dNS)-.
Ahora sí: en el próximo post, arranca la primera cita con Lela Star... perdón, con Sonia 02 (dNS).
Hasta ahora, salvo por el culo y las piernas, no hice descripción alguna de Sonia 02 (dNS). Y en este caso hay un motivo práctico. Es igual, pero igualita, a Lela Star.
Lela Star es una actriz porno. Y uno no siempre tiene una cita con una mujer idéntica a una actriz porno.
Como una imagen vale más que mil palabras, les dejo imágenes de Lela Star -que sólo se diferencia en tener piernas más largas que Sonia 02 (dNS)-.
Sonia 02 (dNS): Cambio de planes
Sábado
Lo primero es lo primero. ¿A dónde la llevo? No resulta conveniente Paternal o Villa del Parque, tampoco quiero cruzarme con No Sonia. Tampoco Palermo, territorio de Sonia 01 (dNS), a quien no podría explicarle cómo, de pronto, ya estoy listo para encuentros. Almagro, tampoco: es mi territorio, y si llegamos a ir a casa va a quedar recontrazarpado que quede a tres cuadras del restaurante. Me resta poco. San Telmo, demasiado cerca de mi trabajo viejo, del que encima me rajaron. El centro, nada con onda romántica -con gusto iría al Palacio de las Papas Fritas o a Cervantes, pero no da para primera cita-. Belgrano, entonces. El Editor me recomienda un lugar, pispeo en la página web, es chiquito, cocina gourmet -o sea, no voy a comer un carajo-, y es muy lindo.
Todo está en orden. La paso a buscar por la casa, nos tomamos un taxi, comemos, y después un café que elegiremos la zona donde tomarlo -¿por qué no mi casa, que tengo cafetera express?-. Todo está en orden. Debo pasar por mi domicilio viejo a buscar algunas cosas de Telecentro -con No Sonia quedamos en un salomónico mitad y mitad del último mes pago-. Ver a No Sonia, hoy, no creo que sea lo más adecuado, pero hace rato que estoy en mi depto nuevo sin internet y sin cable, y ni bien me lo instalen voy a pedir Venus. Vivo solo, soy soltero, quiero pornografía las 24 horas. Esto no se lo aclararé a No Sonia, mejor, ya bastantes discusiones tuvimos. La idea es pasar por lo de No Sonia, de ahí ir a dar la clase de novela, pausa para almorzar, taller de narrativa, salir en taxi para casa, darle una última limpieza por si llegamos a ir para ahí con Sonia 02 (dNS), bañarme dos veces (cábalas) y salir en su búsqueda.
Me gusta cuando todo está ordenado, cuando el universo tiende a la calma.
El problema es que suena el celular. Cuando estoy por tocar el timbre en lo de No Sonia -es decir, en donde vivía y donde entregué las llaves porque si las tenía ella estaba "intranquila", en fin-, suena el celular. Miro. Sonia 02 (dNS). Alejo el dedo del portero eléctrico. Si No Sonia me arma quilombo por hablar por teléfono con mi vieja, no quiero imaginar su reacción si se aviva que estoy por salir con otra mina, por más que ya estemos formalmente separados hace casi dos meses.
Me alejo del edificio. Bastante.
Atiendo.
-¿Elemental?
-Hola, Sonia 02 (dNS), ¿cómo estás?
-Bien, muy bien. ¿Vos?
-Bien, bárbaro.
Pasó algo. Lo sé. Pasó algo. Se avivó que yo no soy el Editor Más Fachero.
-Mirá -dice-, disculpame que te moleste, pero ayer cuando hablamos me olvidé de algo. Bah, no me olvidé, pero hubo un cambio de planes.
-Uy, decime.
-Ayer fue el cumpleaños de mi vieja, y pensé que lo íbamos a festejar ayer, pero ella cambió de idea y hace hoy la cena familiar.
Un poco tirada de los pelos, la mentira, pero bueno. Está en su derecho de cambiar de opinión.
-Quería decirte que, en vez de cenar, nos podemos ver en otro horario.
-Ah, sí, no hay drama.
-Y había pensado en que, como la idea es conocernos, podemos ir a tomar un café a eso de las ocho y yo después me voy a cenar.
-Bueno, dale, está bien, no hay drama.
-¿En serio no hay drama?
Salvo por el hecho de que ya descarto cualquier posibilidad de que cojamos, ninguna.
-No, por favor, en serio.
-¿A las ocho entonces?
-A las ocho.
-Beso, Elemental.
-Beso, Sonia 02 (dNS).
Mucho me temo que lo que acaba de hacer Sonia 02 (dNS) es asegurarse que no haya escaramuza sexual alguna en nuestro primer encuentro. Pero, la verdad, fue muy educada, sonó hasta comprensiva, por más que yo detesto los cambios de último momento.
Toco el timbre. No Sonia baja a abrirme. Cara de orto importante. Cuando subo a buscar todo el cablerío, me pide si le puedo dejar conectado el DVD al televisor. Le digo que sí. Cuando entro en el dormitorio, cuando me acerco al DVD, descubro una copia pirata de la última película on Denzel Washington y John Travolta, una de acción que transcurre en un subte. Es decir: una que No Sonia jamás hubiese comprado por su cuenta. Es decir: una que vería un hombre.
-¿Por qué sonreís? -me pregunta.
-Por nada -digo, tratando de volver a la seriedad.
Quedaría feo decirle que porque ya encontró a alguien, lo que significa que va a estar bien y me va a detestar un poco menos y, fundamentalmente, que no me va a romper más los huevos.
Termino el trámite. Cuando bajo, No Sonia me dice:
-Bueno, con esto ya está todo, ¿no?
-Todo absolutamente.
Nos quedamos quietos. Supongo que hay una duda acerca de cómo despedirnos. Un beso en la mejilla, al final.
Y final.
Mientras camino hacia el taller, sonrío. Gracias, Denzel. Gracias, Travolta. Gracias, Tony Scott.
Doy la clase de novela. Almuerzo. Doy la clase de narrativa.
Termina. Salgo a los pedos. Me tomo un taxi. El cambio de horario implica que tengo dos horas menos para hacer todo lo que tenía que hacer, aunque los cambios de planes implican que todo no incluye la higiene del depto porque no habrá visita alguna. Llego. Me baño. Me vuelvo a bañar. Mientras me lavo los dientes, frente al espejo, me pregunto si no es raro no sentir nada por el hecho de que con No Sonia se terminó y, también, que No Sonia ya encontró a otro. La verdad, puede que sea raro, pero está muy bien.
Mientras me subo al taxi, me digo que lo que me espera, ahora es Sonia 02 (dNS).
Y a ella voy.
Lo primero es lo primero. ¿A dónde la llevo? No resulta conveniente Paternal o Villa del Parque, tampoco quiero cruzarme con No Sonia. Tampoco Palermo, territorio de Sonia 01 (dNS), a quien no podría explicarle cómo, de pronto, ya estoy listo para encuentros. Almagro, tampoco: es mi territorio, y si llegamos a ir a casa va a quedar recontrazarpado que quede a tres cuadras del restaurante. Me resta poco. San Telmo, demasiado cerca de mi trabajo viejo, del que encima me rajaron. El centro, nada con onda romántica -con gusto iría al Palacio de las Papas Fritas o a Cervantes, pero no da para primera cita-. Belgrano, entonces. El Editor me recomienda un lugar, pispeo en la página web, es chiquito, cocina gourmet -o sea, no voy a comer un carajo-, y es muy lindo.
Todo está en orden. La paso a buscar por la casa, nos tomamos un taxi, comemos, y después un café que elegiremos la zona donde tomarlo -¿por qué no mi casa, que tengo cafetera express?-. Todo está en orden. Debo pasar por mi domicilio viejo a buscar algunas cosas de Telecentro -con No Sonia quedamos en un salomónico mitad y mitad del último mes pago-. Ver a No Sonia, hoy, no creo que sea lo más adecuado, pero hace rato que estoy en mi depto nuevo sin internet y sin cable, y ni bien me lo instalen voy a pedir Venus. Vivo solo, soy soltero, quiero pornografía las 24 horas. Esto no se lo aclararé a No Sonia, mejor, ya bastantes discusiones tuvimos. La idea es pasar por lo de No Sonia, de ahí ir a dar la clase de novela, pausa para almorzar, taller de narrativa, salir en taxi para casa, darle una última limpieza por si llegamos a ir para ahí con Sonia 02 (dNS), bañarme dos veces (cábalas) y salir en su búsqueda.
Me gusta cuando todo está ordenado, cuando el universo tiende a la calma.
El problema es que suena el celular. Cuando estoy por tocar el timbre en lo de No Sonia -es decir, en donde vivía y donde entregué las llaves porque si las tenía ella estaba "intranquila", en fin-, suena el celular. Miro. Sonia 02 (dNS). Alejo el dedo del portero eléctrico. Si No Sonia me arma quilombo por hablar por teléfono con mi vieja, no quiero imaginar su reacción si se aviva que estoy por salir con otra mina, por más que ya estemos formalmente separados hace casi dos meses.
Me alejo del edificio. Bastante.
Atiendo.
-¿Elemental?
-Hola, Sonia 02 (dNS), ¿cómo estás?
-Bien, muy bien. ¿Vos?
-Bien, bárbaro.
Pasó algo. Lo sé. Pasó algo. Se avivó que yo no soy el Editor Más Fachero.
-Mirá -dice-, disculpame que te moleste, pero ayer cuando hablamos me olvidé de algo. Bah, no me olvidé, pero hubo un cambio de planes.
-Uy, decime.
-Ayer fue el cumpleaños de mi vieja, y pensé que lo íbamos a festejar ayer, pero ella cambió de idea y hace hoy la cena familiar.
Un poco tirada de los pelos, la mentira, pero bueno. Está en su derecho de cambiar de opinión.
-Quería decirte que, en vez de cenar, nos podemos ver en otro horario.
-Ah, sí, no hay drama.
-Y había pensado en que, como la idea es conocernos, podemos ir a tomar un café a eso de las ocho y yo después me voy a cenar.
-Bueno, dale, está bien, no hay drama.
-¿En serio no hay drama?
Salvo por el hecho de que ya descarto cualquier posibilidad de que cojamos, ninguna.
-No, por favor, en serio.
-¿A las ocho entonces?
-A las ocho.
-Beso, Elemental.
-Beso, Sonia 02 (dNS).
Mucho me temo que lo que acaba de hacer Sonia 02 (dNS) es asegurarse que no haya escaramuza sexual alguna en nuestro primer encuentro. Pero, la verdad, fue muy educada, sonó hasta comprensiva, por más que yo detesto los cambios de último momento.
Toco el timbre. No Sonia baja a abrirme. Cara de orto importante. Cuando subo a buscar todo el cablerío, me pide si le puedo dejar conectado el DVD al televisor. Le digo que sí. Cuando entro en el dormitorio, cuando me acerco al DVD, descubro una copia pirata de la última película on Denzel Washington y John Travolta, una de acción que transcurre en un subte. Es decir: una que No Sonia jamás hubiese comprado por su cuenta. Es decir: una que vería un hombre.
-¿Por qué sonreís? -me pregunta.
-Por nada -digo, tratando de volver a la seriedad.
Quedaría feo decirle que porque ya encontró a alguien, lo que significa que va a estar bien y me va a detestar un poco menos y, fundamentalmente, que no me va a romper más los huevos.
Termino el trámite. Cuando bajo, No Sonia me dice:
-Bueno, con esto ya está todo, ¿no?
-Todo absolutamente.
Nos quedamos quietos. Supongo que hay una duda acerca de cómo despedirnos. Un beso en la mejilla, al final.
Y final.
Mientras camino hacia el taller, sonrío. Gracias, Denzel. Gracias, Travolta. Gracias, Tony Scott.
Doy la clase de novela. Almuerzo. Doy la clase de narrativa.
Termina. Salgo a los pedos. Me tomo un taxi. El cambio de horario implica que tengo dos horas menos para hacer todo lo que tenía que hacer, aunque los cambios de planes implican que todo no incluye la higiene del depto porque no habrá visita alguna. Llego. Me baño. Me vuelvo a bañar. Mientras me lavo los dientes, frente al espejo, me pregunto si no es raro no sentir nada por el hecho de que con No Sonia se terminó y, también, que No Sonia ya encontró a otro. La verdad, puede que sea raro, pero está muy bien.
Mientras me subo al taxi, me digo que lo que me espera, ahora es Sonia 02 (dNS).
Y a ella voy.
28 septiembre 2009
Sonia 02 (dNS): Security Man
Viernes.
Apenas despierto -el sol entra por la ventana de arriba, la concha de la lora, y no hay forma de ponerle cortinas- pienso "hoy tengo que llamar". Mientras me baño -ah, las delicias de no tener que encender calefón alguno, todos los edificios deberían tener agua caliente central- evalúo posibles razones para no hacerlo. O sea, podría esperar a mañana. Quizás la contra sería que no queda muy bien llamar para salir el mismo día. Aunque podría llamar mañana para salir el domingo, pero si todo está tan claro no puede ser una primera cita de domingo, que son más vanguardistas, en el sentido de que se trata de intrépidos que van a reconocer el campo enemigo sin demasiada esperanza de regresar con vida. Si Chiche le habló de mí y ella dijo que la llame, es una primera cita de viernes o de sábado. Una cena, supongo, dado que Chiche le dijo poco menos que yo soy la mezcla perfecta entre Borges y Dan Brown -y, dado este último, debería llevarla a un sitio coqueto-. A ver. No tengo que ponerme a planificar los pasos posteriores. Siempre lo hago, y así me va. No. Esto es paso a paso. Baby steps, diría Bill Murray en la genial "¿Qué tal, Bob?". Entonces: corresponde vernos viernes o sábado. Ahora, si llamo hoy, como creo que no quedará otra alternativa, no le puedo decir de vernos hoy. Me rompe soberanamente las bolas que me llamen para vernos en el día, déjenme planificar, salir de mi casa no es tan sencillo, uno tiene que bañarse, por ejemplo. Qué linda el agua caliente. Es raro. El agua fría hace que a uno se le achique la pija, pero no sucede lo opuesto con la caliente. Es raro. Hay procesos degenerativos, pero no viceversa, por lo menos a partir de determinada edad. ¿Habré entrado ya en la ruta a la decadencia? Puede ser. Tengo bolsas en los ojos. Todavía no se notan demasiado, pero ya están ahí, preparándose para transformarse en un gigante que, cada vez que vaya al supermercado, al verlo la cajera me ofrecerá guardar todo en mis párpados. Mierda. Igual, hoy no tiene sentido ir al super. No la voy a invitar a comer a casa. No, afuera. Sería mejor tomar algo: comiendo uno a veces queda como una bestia, especialmente si se escapa un eructo y uno lo trata de tapar y los cachetes se inflan y luego se golpea el pecho con el puño y dice "en Turquía es señal de buena educación". No. Eso no. Pero me estoy adelantando. Y no. Paso a paso. Baby steps. Primero, la llamada. Me visto. Son las once de la mañana, ya. Podría llamarla ahora, pero no da. Es psicoanalista, o aspirante a serlo y eso significa que, además de que es muy probable de que esté absolutamente chiflada, trabaje a la mañana y a la tarde, de corrido, sólo con pausas al mediodía. Si llamo ahora estaría el contestador automático, y si bien eso para mí es la mejor de las opciones, en este caso no me veo dejando un mensaje diciendo que Chiche me pasó su teléfono, que bla, bla, bla, porque debería volver a llamar, que es lo que haría un caballero, que de hecho es lo que haría yo, y podría quedar como un pesado. No. No señor. Una llamada y que ella atienda, y que yo le diga holasoyelementalmepasotutelefonochicheytellamoporquequierosalirconvos. Si llamo ahora, corro el riesgo de que esté el contestador y me tenga que meter toda esa palabra en el culo, y es muy larga, más que un dedito seguro, y no da. Me termino de vestir. Entro al laburo a la una, y esa sería la hora para llamarla, la ideal. El problema es que a esa hora, en el escritorio de al lado, va a estar Lilita, que escucha todo, que se mete en todo, y me va a preguntar a quién llamaste, y me va a decir con tono acusatorio ya te olvidaste de No Sonia, y me va a decir sos buen tipo pero no siempre obrás bien. Aunque, si llego a la una menos cuarto, pienso mientras me meto al vagón del subte repleto, Lilita estará en la reunión de sumario con el dueño del diario, con el dueño del universo, y ahí zafaré de que me escuche y, por sobre todas las cosas, hable. Me quiere, pero a veces se pone insoportable. Es el problema de los locos. ¿Por qué me habrá dicho Casanova que atraigo a las chifladas? ¿Lo haré por lo parecido o por lo opuesto? Me clavan un codo en el estómago, pero bueno, lo importante es que no se metan con el celular que guardo en su compartimento especialmente ubicado en el cinturón, que puede ser que algún día me genere cáncer en las bolas pero que hoy me resulta tan pero tan útil. ¿Hace calor o soy yo? ¿El gordo hijo de puta que tengo al lado se acaba de tirar un pedo y sonríe o soy yo? Por suerte, Florida y bajar. Florida y caminar entre trajes de garcas y polleras cortas. Florida y saber que falta realmente poco. Diagonal Norte y menos. Transpiro. Es transpiración fría. ¿Cómo le sonará mi voz? ¿Tan finita y deforme como la escucho en grabaciones de entrevistas? ¿Existe la posibilidad de que se haya sentido atraida por mí y que, al escuchar mi voz espantosa, diga no gracias, hubo una confusión? Porque está el tema de que me puede haber confundido con el Editor Más Fachero. Todo esto puede ser un malentendido, y por todo esto me refiero a Sonia 02 (dNS), pero también a la avenida de Mayo, más cerca, y a la vida y la promesa de que si uno se porta bien se va al cielo. Mentira. Yo voy a ir al purgatorio, donde deben ir todos neuróticos como yo, que se preguntan toda la eternidad por qué Dios no los quiso tanto como para mandarlos al cielo, qué hicieron mal, qué podría haber sido pero no fue. Chacabuco, y estoy en la recta final. Los sobacos de la camisa, empapados. Sin olor, supongo, porque uso dos desodorantes. Los nervios, calculo. No debería estar nervioso. Debería estar seguro, hablarle a ella con la misma seguridad que saludo al gordo morocho patovica de la puerta del edificio, con la misma seguridad que saludo a la gente del diario, y hoy parecen haber llegado todos temprano, la concha de la lora, la reputísima madre que me parió, todos van a escuchar lo que voy a decir en pocos instantes, cuando termine de acomodar el morral en el escritorio, cuando me siente, cuando busque el papelito con el nombre y el teléfono y marque, como marco, en mi celular. Y espero.
Del otro lado, suena.
Una.
Dos.
Tres veces.
Y atiende.
Y el mundo se frena.
Se paraliza.
El mundo se detiene.
Y mi voz es otra.
Y la transpiración desaparece.
-¿Hola? -digo.
-¿Hola? -dice Sonia 02 (dNS).
-¿Sonia 02 (dNS)? -pregunto.
-Sí, ¿quién habla?
-Mirá, mi nombre es Elemental. Me pasó tu teléfono Chiche, porque te vi en la sala de espera del centro de estudios y me pareciste divina. ¿Cómo estás?
Un instante de silencio. La puedo haber cagado, aunque la verdad que no creo: mi tono salió absolutamente seguro, como si pudiera devorarme el mundo, como si todos los días llamara a desconocidas por teléfono.
-Bien, todo bien. ¿Vos?
-Bien, pero ahora que te escucho mejor. Mirá, no me gusta dar vueltas y encima estoy en el trabajo. Tengo ganas de conocerte y de que me conozcas. ¿Te parece que nos encontremos a tomar algo?
Otro instante de silencio. Sin embargo, lo disfruto. Nada puede fallar.
-Dale, me parece bárbaro.
-¿Cuándo te viene cómodo?
-Hoy vuelvo un poco tarde del trabajo... ¿Te parece mañana a la noche?
-Dale, me parece muy bien. Te paso a buscar. ¿A eso de las diez podés? Así salimos a comer.
-Bueno. Dale. Te paso mi dirección.
Me pasa la dirección. Paternal limítrofe con Villa del Parque. La loma del orto. La loma del orto en donde vivía No Sonia, y donde vive toda su familia. Pero no importa. Nada de eso importa, ahora.
-Bueno -digo-, entonces a las diez estoy por ahí.
-Bárbaro.
Poco más, y cortamos.
Corto.
Me llevo las manos a la cara. Me cubro el rostro. De algún modo, conseguí ser un tipo seguro al teléfono por tres a cuatro minutos.
Cuando quito las manos, descubro que buena parte de la redacción me está mirando:
-¿"Te vi en la sala de espera y me pareciste divina"? -me pregunta Gajo.
-¿"Tengo ganas de conocerte y de que me conozcas"? -pregunta Pus.
Me encojo de hombros.
-Cambié mucho -digo.
Y me pongo de pie para bajar a fumarme un cigarrillo. Al incorporarme, descubro que las piernas me tiemblan. Por suerte, eso no se notaba al teléfono.
Mientras me alejo, escucho los aplausos de mis compañeros de sección.
Apenas despierto -el sol entra por la ventana de arriba, la concha de la lora, y no hay forma de ponerle cortinas- pienso "hoy tengo que llamar". Mientras me baño -ah, las delicias de no tener que encender calefón alguno, todos los edificios deberían tener agua caliente central- evalúo posibles razones para no hacerlo. O sea, podría esperar a mañana. Quizás la contra sería que no queda muy bien llamar para salir el mismo día. Aunque podría llamar mañana para salir el domingo, pero si todo está tan claro no puede ser una primera cita de domingo, que son más vanguardistas, en el sentido de que se trata de intrépidos que van a reconocer el campo enemigo sin demasiada esperanza de regresar con vida. Si Chiche le habló de mí y ella dijo que la llame, es una primera cita de viernes o de sábado. Una cena, supongo, dado que Chiche le dijo poco menos que yo soy la mezcla perfecta entre Borges y Dan Brown -y, dado este último, debería llevarla a un sitio coqueto-. A ver. No tengo que ponerme a planificar los pasos posteriores. Siempre lo hago, y así me va. No. Esto es paso a paso. Baby steps, diría Bill Murray en la genial "¿Qué tal, Bob?". Entonces: corresponde vernos viernes o sábado. Ahora, si llamo hoy, como creo que no quedará otra alternativa, no le puedo decir de vernos hoy. Me rompe soberanamente las bolas que me llamen para vernos en el día, déjenme planificar, salir de mi casa no es tan sencillo, uno tiene que bañarse, por ejemplo. Qué linda el agua caliente. Es raro. El agua fría hace que a uno se le achique la pija, pero no sucede lo opuesto con la caliente. Es raro. Hay procesos degenerativos, pero no viceversa, por lo menos a partir de determinada edad. ¿Habré entrado ya en la ruta a la decadencia? Puede ser. Tengo bolsas en los ojos. Todavía no se notan demasiado, pero ya están ahí, preparándose para transformarse en un gigante que, cada vez que vaya al supermercado, al verlo la cajera me ofrecerá guardar todo en mis párpados. Mierda. Igual, hoy no tiene sentido ir al super. No la voy a invitar a comer a casa. No, afuera. Sería mejor tomar algo: comiendo uno a veces queda como una bestia, especialmente si se escapa un eructo y uno lo trata de tapar y los cachetes se inflan y luego se golpea el pecho con el puño y dice "en Turquía es señal de buena educación". No. Eso no. Pero me estoy adelantando. Y no. Paso a paso. Baby steps. Primero, la llamada. Me visto. Son las once de la mañana, ya. Podría llamarla ahora, pero no da. Es psicoanalista, o aspirante a serlo y eso significa que, además de que es muy probable de que esté absolutamente chiflada, trabaje a la mañana y a la tarde, de corrido, sólo con pausas al mediodía. Si llamo ahora estaría el contestador automático, y si bien eso para mí es la mejor de las opciones, en este caso no me veo dejando un mensaje diciendo que Chiche me pasó su teléfono, que bla, bla, bla, porque debería volver a llamar, que es lo que haría un caballero, que de hecho es lo que haría yo, y podría quedar como un pesado. No. No señor. Una llamada y que ella atienda, y que yo le diga holasoyelementalmepasotutelefonochicheytellamoporquequierosalirconvos. Si llamo ahora, corro el riesgo de que esté el contestador y me tenga que meter toda esa palabra en el culo, y es muy larga, más que un dedito seguro, y no da. Me termino de vestir. Entro al laburo a la una, y esa sería la hora para llamarla, la ideal. El problema es que a esa hora, en el escritorio de al lado, va a estar Lilita, que escucha todo, que se mete en todo, y me va a preguntar a quién llamaste, y me va a decir con tono acusatorio ya te olvidaste de No Sonia, y me va a decir sos buen tipo pero no siempre obrás bien. Aunque, si llego a la una menos cuarto, pienso mientras me meto al vagón del subte repleto, Lilita estará en la reunión de sumario con el dueño del diario, con el dueño del universo, y ahí zafaré de que me escuche y, por sobre todas las cosas, hable. Me quiere, pero a veces se pone insoportable. Es el problema de los locos. ¿Por qué me habrá dicho Casanova que atraigo a las chifladas? ¿Lo haré por lo parecido o por lo opuesto? Me clavan un codo en el estómago, pero bueno, lo importante es que no se metan con el celular que guardo en su compartimento especialmente ubicado en el cinturón, que puede ser que algún día me genere cáncer en las bolas pero que hoy me resulta tan pero tan útil. ¿Hace calor o soy yo? ¿El gordo hijo de puta que tengo al lado se acaba de tirar un pedo y sonríe o soy yo? Por suerte, Florida y bajar. Florida y caminar entre trajes de garcas y polleras cortas. Florida y saber que falta realmente poco. Diagonal Norte y menos. Transpiro. Es transpiración fría. ¿Cómo le sonará mi voz? ¿Tan finita y deforme como la escucho en grabaciones de entrevistas? ¿Existe la posibilidad de que se haya sentido atraida por mí y que, al escuchar mi voz espantosa, diga no gracias, hubo una confusión? Porque está el tema de que me puede haber confundido con el Editor Más Fachero. Todo esto puede ser un malentendido, y por todo esto me refiero a Sonia 02 (dNS), pero también a la avenida de Mayo, más cerca, y a la vida y la promesa de que si uno se porta bien se va al cielo. Mentira. Yo voy a ir al purgatorio, donde deben ir todos neuróticos como yo, que se preguntan toda la eternidad por qué Dios no los quiso tanto como para mandarlos al cielo, qué hicieron mal, qué podría haber sido pero no fue. Chacabuco, y estoy en la recta final. Los sobacos de la camisa, empapados. Sin olor, supongo, porque uso dos desodorantes. Los nervios, calculo. No debería estar nervioso. Debería estar seguro, hablarle a ella con la misma seguridad que saludo al gordo morocho patovica de la puerta del edificio, con la misma seguridad que saludo a la gente del diario, y hoy parecen haber llegado todos temprano, la concha de la lora, la reputísima madre que me parió, todos van a escuchar lo que voy a decir en pocos instantes, cuando termine de acomodar el morral en el escritorio, cuando me siente, cuando busque el papelito con el nombre y el teléfono y marque, como marco, en mi celular. Y espero.
Del otro lado, suena.
Una.
Dos.
Tres veces.
Y atiende.
Y el mundo se frena.
Se paraliza.
El mundo se detiene.
Y mi voz es otra.
Y la transpiración desaparece.
-¿Hola? -digo.
-¿Hola? -dice Sonia 02 (dNS).
-¿Sonia 02 (dNS)? -pregunto.
-Sí, ¿quién habla?
-Mirá, mi nombre es Elemental. Me pasó tu teléfono Chiche, porque te vi en la sala de espera del centro de estudios y me pareciste divina. ¿Cómo estás?
Un instante de silencio. La puedo haber cagado, aunque la verdad que no creo: mi tono salió absolutamente seguro, como si pudiera devorarme el mundo, como si todos los días llamara a desconocidas por teléfono.
-Bien, todo bien. ¿Vos?
-Bien, pero ahora que te escucho mejor. Mirá, no me gusta dar vueltas y encima estoy en el trabajo. Tengo ganas de conocerte y de que me conozcas. ¿Te parece que nos encontremos a tomar algo?
Otro instante de silencio. Sin embargo, lo disfruto. Nada puede fallar.
-Dale, me parece bárbaro.
-¿Cuándo te viene cómodo?
-Hoy vuelvo un poco tarde del trabajo... ¿Te parece mañana a la noche?
-Dale, me parece muy bien. Te paso a buscar. ¿A eso de las diez podés? Así salimos a comer.
-Bueno. Dale. Te paso mi dirección.
Me pasa la dirección. Paternal limítrofe con Villa del Parque. La loma del orto. La loma del orto en donde vivía No Sonia, y donde vive toda su familia. Pero no importa. Nada de eso importa, ahora.
-Bueno -digo-, entonces a las diez estoy por ahí.
-Bárbaro.
Poco más, y cortamos.
Corto.
Me llevo las manos a la cara. Me cubro el rostro. De algún modo, conseguí ser un tipo seguro al teléfono por tres a cuatro minutos.
Cuando quito las manos, descubro que buena parte de la redacción me está mirando:
-¿"Te vi en la sala de espera y me pareciste divina"? -me pregunta Gajo.
-¿"Tengo ganas de conocerte y de que me conozcas"? -pregunta Pus.
Me encojo de hombros.
-Cambié mucho -digo.
Y me pongo de pie para bajar a fumarme un cigarrillo. Al incorporarme, descubro que las piernas me tiemblan. Por suerte, eso no se notaba al teléfono.
Mientras me alejo, escucho los aplausos de mis compañeros de sección.
Sonia 02 (dNS): Estrategias y entrenamientos para parecer un tipo seguro al teléfono (y 4)
La Bonita es, como su nombre lo indica, hermosa. Durante un tiempo compartimos redacción, pero luego ella pasó a mejor vida: se fue del diario, y ahora dirige una revista de circulación limitada. La Bonita, además de hermosa, es histeriquísima. Creo que congeniamos porque en ese momento yo estaba de novio, y por lo tanto los dos sabíamos que era imposible, y ella me podía histeriquear todo lo que quisiera que a mí me iba a chupar un huevo. De hecho, como al principio me histeriqueaba -como a todo el resto de la redacción- y yo no le daba ni bola, se debe haber pensado que yo era un mala onda y no hablábamos. Luego, no sé cómo, me empezó a enviar mails. Y yo le respondía. Encontramos, en la palabra escrita, una forma de histeriquearnos mutuamente. Nadie sabía que nos hablábamos, de hecho pasábamos uno junto al otro y ni nos saludábamos. Ella me decía por mail si había tenido una historia con tal o cual, yo le corregía que había tenido una histeria con tal o cual. La Bonita, además de hermosa e histeriquísima, es muy inteligente. Tiene un poco de temor a no serlo, supongo que le gustaría ser un genio, que no lo es, pero es inteligente. Quiere ser escritora, pero no se anima. Cree que para escribir hay que revolucionar la literatura, y ya le expliqué que si eso fuera así las mesas de novedades estarían vacías desde hace rato. En nuestros mails, que se sucedieron luego de que ella abandonara el diario -de hecho, nos despedimos por mail, sin hablarnos-, la actualicé de mi crisis de pareja, ella me aclaró que sigue de novia, y conversamos de literatura. De cuando en cuando me pide que colabore con la revista que dirige, pero la verdad que paga poco y pide demasiado. Es decir: histeriquísima e inteligente. Divina, podría decirse.
La Bonita, además de hermosa, histeriquísima e inteligente, es piola. Sabe de la gente. Y muchas veces, cuando nos escribimos, dejamos ver nuestras miradas ácidas sobre las cosas.
Cuando cuelgo con Chiche, comprendo que ella es la indicada para darme la frase clave con la cual llamar por teléfono a Sonia 02 (dNS). Menos de media hora después, me responde:
(...) Te juro, te lo juro, que ser el escritor que no se da cuenta de la vida que le pasa al lado, porque está metido en sus libros… it´s over rated, como diría mi viejo. Pero habla el cliché con patas, así que todo bien. Llamala y decile que tal te pasó el tel, que si ella tiene ganas te gustaría ir a tomar algo, charlar, pasar un buen rato. Seguro le copa. Ya tenés un paso adentro. A las mujeres nos gusta que quieran conocernos sin compromiso. Tomás algo, y probás qué onda, según la onda que vos tengas ganas. Supongo. (...)
Bueno, el "over rated" es medio pedorro, pero dice que cita al padre. Lo clave es el consejo, el "a las mujeres nos gusta que quieran conocernos sin compromiso".
Sí, Bonita, sí. Sos hermosa, inteligente, histeriquísima y me acabás de dar la frase clave.
La Bonita, además de hermosa, histeriquísima e inteligente, es piola. Sabe de la gente. Y muchas veces, cuando nos escribimos, dejamos ver nuestras miradas ácidas sobre las cosas.
Cuando cuelgo con Chiche, comprendo que ella es la indicada para darme la frase clave con la cual llamar por teléfono a Sonia 02 (dNS). Menos de media hora después, me responde:
(...) Te juro, te lo juro, que ser el escritor que no se da cuenta de la vida que le pasa al lado, porque está metido en sus libros… it´s over rated, como diría mi viejo. Pero habla el cliché con patas, así que todo bien. Llamala y decile que tal te pasó el tel, que si ella tiene ganas te gustaría ir a tomar algo, charlar, pasar un buen rato. Seguro le copa. Ya tenés un paso adentro. A las mujeres nos gusta que quieran conocernos sin compromiso. Tomás algo, y probás qué onda, según la onda que vos tengas ganas. Supongo. (...)
Bueno, el "over rated" es medio pedorro, pero dice que cita al padre. Lo clave es el consejo, el "a las mujeres nos gusta que quieran conocernos sin compromiso".
Sí, Bonita, sí. Sos hermosa, inteligente, histeriquísima y me acabás de dar la frase clave.
Sonia 02 (dNS): Estrategias y entrenamientos para parecer un tipo seguro al teléfono (3)
Jueves.
-Hola, ¿Chiche?
-¿Quién habla?
-Elemental.
-¡Elementalito! ¡Lindo! ¿Cómo estás?
-Feo.
-Sos lindo, estás bárbaro... Forro.
-Ja.
-¿Pasó algo?
-Mirá, yo te llamaba por la chica esta...
-¡Ay, estás nervioso! ¡Me encanta! ¡Me encanta formar parejas!
-¿Parejas?
-Soy re celestino, lo debo tener en los genes judíos.
-Los judíos son casamenteros, ¿no?
-Cuando yo era pibe, nos pasábamos los teléfonos de todas y llamábamos. De repente te cruzabas con alguien y te decía "tengo una chica para vos" y te pasaba el teléfono.
-¿Y funcionaba?
-Claro, lindo. Por eso te pasé el teléfono.
-En relación a eso, te quería preguntar...
-Decime.
-¿Vos qué le dijiste exactamente?
-Que te habías fijado en ella.
-Sí, sí, pero no la acción, eso lo entendí...
-¿Y entonces?
-¿Cómo le dijiste que yo era yo?
-¿Que vos eras vos?
-¿Cómo supo ella que yo era quien me había fijado en ella?
-Le dije "el chico de barbita que da taller después de nuestra clase".
-Mierda.
-¿Qué pasa?
-Que con esa descripción entramos el Editor y yo.
-Pero no, Elementalito, lindo, dejate de joder.
-En serio, cuando estoy con el Editor las minas se fijan en él, no en mí. La mina esta se debe haber fijado en él.
-A ver, Elementalito, escuchame. No te hagas la cabeza.
-¡Sos psicoanalista y sabés que soy neurótico obsesivo! ¡No me podés decir que no me haga la cabeza!
-Mirá que sos lindo, eh. Le vas a encantar. Ella se fijó en vos, no en tu amigo.
-¿Y eso cómo sabés?
-Porque me dijo que ya se había fijado en vos el día de las jornadas, y ese día tu amigo todavía no había vuelto de Italia. Estabas solo.
-...
-¿Me equivoco?
-No.
-Se fijó en vos, nene. En serio, te lo digo.
-Puede ser.
-Es. La mina abría los ojos como platos, cuando le conté de vos.
-¿¿¿¿Y qué le contaste????
-Que te acabás de separar, que te gustaría conocer a alguien...
-Uf. ¿Le dijiste que me acabo de separar?
-Claro. Es la verdad, ¿no? Además, eso a las minas les encanta.
-¿Cómo les va a encantar? Vengo de un fracaso...
-Pero tienen la prueba de que apostaste, que te jugaste. ¿Sabés lo que significa eso para las minas?
-No, no sé.
-Bueno, mucho, significa. Le dije que sos periodista, que sos escritor...
-No soy escritor. Escribo, que es muy distinto. Últimamente no me publican un carajo. Estoy en listas negras. Bueno, no en listas, pero sí en lista, en una.
-Dejate de joder. Sos escritor. Hiciste todas esas antologías...
-Uf, eso. Ojalá no las hubiera hecho. Sólo le sirvió a una manga de soberbios que se creen genios, y que ahora como dejé de hacerlas ni me llaman.
-¿Ninguno?
-Casi. Los que valen la pena sí.
-Y bueno, nene, ¿qué querías? ¿Encontrar veinte buenas personas por libro?
-¿Sabés que sí? Me hubiera encantado, eso.
-¿Ves que sos lindo?
-¿Qué más le dijiste?
-Que te premiaron en España...
-¿Que me premiaron en España? ¿Cuándo, que no me enteré?
-¿No viajaste a España en febrero?
-Sí, pero para presentar la antología del Editor. No era un premio.
-¿Pero no los entrevistaron para "El país"?
-Sí, pero... A ver, Chiche. No fue un premio. Nos bancaron el viaje por no sé qué programa del gobierno de la ciudad que fomenta que los escritores promuevan su obra en otros países, y de hecho un día de estos tengo que ir por ahí a explicar que cuando me separé de No Sonia y me mudé perdí todos los comprobantes de los gastos, que eran bastante chotos. Digo, no era un premio ni mucho menos.
-Vamos, lindo, vos sabés que a muchos les hubiera gustado estar en tu lugar.
-Bueno, sí, pero eso es natural en el ámbito literario: los que no escriben y se dedican sólo a ir a fiestitas, miran lo que hacen los demás y mueren de envidia.
-No creas que es sólo en lo literario. En el psicoanálisis también.
-¿También?
-También. Es la condición humana, Elemental, lindo: están los que hacen, y están los que odian a los que hacen.
-Mierda. Por suerte me aparté de todo eso.
-¿Te apartaste de todo eso?
-Me aparté, me apartaron, un poco de todo. Pero mejor. Estoy bien. Dejar de ver gente que te chupa las medias para ver qué te puede sacar me pone bien.
-¡Es lo que te digo! ¡Estás bárbaro! ¡Estás lindo! ¡Sos un gran partido!
-¿Un gran partido? ¿Qué desayunaste, Chiche?
-A ver. Estás soltero. No tenés hijos. En lo profesional te va bien. Sos lindo.
-Dejate de joder.
-Sos lindo.
-Tengo panza.
-Para bailar tango te vendría bárbaro.
-No me hables de tango, que me acuerdo de Sonia 04.
-¿Y esa?
-Nada, yo me entiendo.
-Te decía. Sos lo que quieren casi todas las minas.
-Dejame de joder.
-Bueno, no sé si casi todas. Pero ésta, abrió los ojos como platos.
-¿En serio me lo decís?
-En serio. Te lo juro. La vas a llamar, ¿no?
-...
-La vas a llamar, ¿no?
-Sí.
-Así me gusta.
-¿Y le dijiste algo más?
-¡Te re vendí, nene! ¡Ya te dije que tengo alma de casamentero!
-Uf.
-Y ella es una buena chica, la quiero mucho. Te va a encantar.
-Uf.
-¿La vas a llamar?
-...
-¿La vas a llamar?
-Bueno, está bien. Mañana, que es viernes, la llamo. Pero no le digas que hablamos esto, eh.
-¡Pero obvio, nene! ¡Yo tengo pitilín como vos! ¡Estoy de tu lado!
-Ja.
-Lindo.
-Ja.
-Bueno, te dejo porque está por venir un paciente.
-Bueno.
-Vas a ver que tengo razón.
-Supongo. Espero.
-Lindo.
-Chau.
-Hola, ¿Chiche?
-¿Quién habla?
-Elemental.
-¡Elementalito! ¡Lindo! ¿Cómo estás?
-Feo.
-Sos lindo, estás bárbaro... Forro.
-Ja.
-¿Pasó algo?
-Mirá, yo te llamaba por la chica esta...
-¡Ay, estás nervioso! ¡Me encanta! ¡Me encanta formar parejas!
-¿Parejas?
-Soy re celestino, lo debo tener en los genes judíos.
-Los judíos son casamenteros, ¿no?
-Cuando yo era pibe, nos pasábamos los teléfonos de todas y llamábamos. De repente te cruzabas con alguien y te decía "tengo una chica para vos" y te pasaba el teléfono.
-¿Y funcionaba?
-Claro, lindo. Por eso te pasé el teléfono.
-En relación a eso, te quería preguntar...
-Decime.
-¿Vos qué le dijiste exactamente?
-Que te habías fijado en ella.
-Sí, sí, pero no la acción, eso lo entendí...
-¿Y entonces?
-¿Cómo le dijiste que yo era yo?
-¿Que vos eras vos?
-¿Cómo supo ella que yo era quien me había fijado en ella?
-Le dije "el chico de barbita que da taller después de nuestra clase".
-Mierda.
-¿Qué pasa?
-Que con esa descripción entramos el Editor y yo.
-Pero no, Elementalito, lindo, dejate de joder.
-En serio, cuando estoy con el Editor las minas se fijan en él, no en mí. La mina esta se debe haber fijado en él.
-A ver, Elementalito, escuchame. No te hagas la cabeza.
-¡Sos psicoanalista y sabés que soy neurótico obsesivo! ¡No me podés decir que no me haga la cabeza!
-Mirá que sos lindo, eh. Le vas a encantar. Ella se fijó en vos, no en tu amigo.
-¿Y eso cómo sabés?
-Porque me dijo que ya se había fijado en vos el día de las jornadas, y ese día tu amigo todavía no había vuelto de Italia. Estabas solo.
-...
-¿Me equivoco?
-No.
-Se fijó en vos, nene. En serio, te lo digo.
-Puede ser.
-Es. La mina abría los ojos como platos, cuando le conté de vos.
-¿¿¿¿Y qué le contaste????
-Que te acabás de separar, que te gustaría conocer a alguien...
-Uf. ¿Le dijiste que me acabo de separar?
-Claro. Es la verdad, ¿no? Además, eso a las minas les encanta.
-¿Cómo les va a encantar? Vengo de un fracaso...
-Pero tienen la prueba de que apostaste, que te jugaste. ¿Sabés lo que significa eso para las minas?
-No, no sé.
-Bueno, mucho, significa. Le dije que sos periodista, que sos escritor...
-No soy escritor. Escribo, que es muy distinto. Últimamente no me publican un carajo. Estoy en listas negras. Bueno, no en listas, pero sí en lista, en una.
-Dejate de joder. Sos escritor. Hiciste todas esas antologías...
-Uf, eso. Ojalá no las hubiera hecho. Sólo le sirvió a una manga de soberbios que se creen genios, y que ahora como dejé de hacerlas ni me llaman.
-¿Ninguno?
-Casi. Los que valen la pena sí.
-Y bueno, nene, ¿qué querías? ¿Encontrar veinte buenas personas por libro?
-¿Sabés que sí? Me hubiera encantado, eso.
-¿Ves que sos lindo?
-¿Qué más le dijiste?
-Que te premiaron en España...
-¿Que me premiaron en España? ¿Cuándo, que no me enteré?
-¿No viajaste a España en febrero?
-Sí, pero para presentar la antología del Editor. No era un premio.
-¿Pero no los entrevistaron para "El país"?
-Sí, pero... A ver, Chiche. No fue un premio. Nos bancaron el viaje por no sé qué programa del gobierno de la ciudad que fomenta que los escritores promuevan su obra en otros países, y de hecho un día de estos tengo que ir por ahí a explicar que cuando me separé de No Sonia y me mudé perdí todos los comprobantes de los gastos, que eran bastante chotos. Digo, no era un premio ni mucho menos.
-Vamos, lindo, vos sabés que a muchos les hubiera gustado estar en tu lugar.
-Bueno, sí, pero eso es natural en el ámbito literario: los que no escriben y se dedican sólo a ir a fiestitas, miran lo que hacen los demás y mueren de envidia.
-No creas que es sólo en lo literario. En el psicoanálisis también.
-¿También?
-También. Es la condición humana, Elemental, lindo: están los que hacen, y están los que odian a los que hacen.
-Mierda. Por suerte me aparté de todo eso.
-¿Te apartaste de todo eso?
-Me aparté, me apartaron, un poco de todo. Pero mejor. Estoy bien. Dejar de ver gente que te chupa las medias para ver qué te puede sacar me pone bien.
-¡Es lo que te digo! ¡Estás bárbaro! ¡Estás lindo! ¡Sos un gran partido!
-¿Un gran partido? ¿Qué desayunaste, Chiche?
-A ver. Estás soltero. No tenés hijos. En lo profesional te va bien. Sos lindo.
-Dejate de joder.
-Sos lindo.
-Tengo panza.
-Para bailar tango te vendría bárbaro.
-No me hables de tango, que me acuerdo de Sonia 04.
-¿Y esa?
-Nada, yo me entiendo.
-Te decía. Sos lo que quieren casi todas las minas.
-Dejame de joder.
-Bueno, no sé si casi todas. Pero ésta, abrió los ojos como platos.
-¿En serio me lo decís?
-En serio. Te lo juro. La vas a llamar, ¿no?
-...
-La vas a llamar, ¿no?
-Sí.
-Así me gusta.
-¿Y le dijiste algo más?
-¡Te re vendí, nene! ¡Ya te dije que tengo alma de casamentero!
-Uf.
-Y ella es una buena chica, la quiero mucho. Te va a encantar.
-Uf.
-¿La vas a llamar?
-...
-¿La vas a llamar?
-Bueno, está bien. Mañana, que es viernes, la llamo. Pero no le digas que hablamos esto, eh.
-¡Pero obvio, nene! ¡Yo tengo pitilín como vos! ¡Estoy de tu lado!
-Ja.
-Lindo.
-Ja.
-Bueno, te dejo porque está por venir un paciente.
-Bueno.
-Vas a ver que tengo razón.
-Supongo. Espero.
-Lindo.
-Chau.
Sonia 02 (dNS): Estrategias y entrenamientos para parecer un tipo seguro al teléfono (2)
-No entiendo cuál es el problema, Elemental.
-Que tengo que llamarla por teléfono.
-¿Y?
-Que no nos conocemos. Que tengo que llamar por teléfono a una persona que no conozco.
-A una mujer que no conocés.
-Sí... ¡No! No es sólo porque sea mujer. Digo: estoy incapacitado para hablar por teléfono con alguien que no conozco. Ni siquiera llamo por cuestiones de trabajo.
-¿Cómo es eso?
-Soy tímido.
-Eso lo entendí. Cómo es eso de que no llamás por cuestiones de trabajo.
-Y... No llamo. Por suerte se inventó el mail. Digo: con un mail alguien, al recibirlo, ve el remitente y ahí decide si lo abre o no, y eventualmente responde. Con un llamado telefónico, sólo en muy pocas oportunidades tengo la suerte de que atiende el contestador automático y puedo dejar mensaje para que, si quieren, respondan.
-¿Pensás todo eso?
-¿La verdad? No.
-...
-Dale, soy el que más te hace reír de tus pacientes, ¿no?
-...
-Ok, no me voy por las ramas. Soy tímido. Soy fóbico, si se quiere. La gente se piensa que soy maleducado porque no saludo, pero es que no sé si quieren que los salude, si los estoy molestando, entonces me trabo y espero a que me saluden y, si no, sigo de largo.
-¿Pensás todo eso?
-Sí. Estoy loco, ¿no?
-No, Elemental. Más quisieras.
-Estar loco sería más fácil.
-No creas, los locos sufren bastante.
-Yo también.
-...
-Lo sé: soy el que más te hace reír. No hace falta que lo digas.
-¿Y cómo hiciste para llamarme por primera vez?
-Ah, eso fue fácil. Esto es tu trabajo. Se supone que a vos te llaman para pedirte turnos, entrevistas.
-¿La plata de por medio?
-Algo así.
-Como con las putas.
-Sí... ¡No! ¡No te estoy tratando de puta!
-No, Elemental, eso ya lo sé. Digo que es la diferencia entre las putas y las mujeres.
-Las putas son mujeres. Interesante, para analizarlo.
-En serio. No trates de desviarte. A una mujer te cuesta acercártele, a una puta no.
-Y...
-Es interesante, ¿no te parece?
-Es que con una puta está todo acordado.
-Es más previsible.
-Algo así.
-...
-A ver... Con una mujer cualquiera, no sé dónde me estoy metiendo.
-Ajá.
-No empieces con los ajá.
-No empiezo.
-¿Por hoy dejamos acá?
-No, todavía no.
-Lástima.
-¿Querés que dejemos acá?
-Era chiste. Y no me vengas con Freud y el chiste y el inconsciente...
-Estábamos en que no sabés dónde te estás metiendo.
-No, no lo sé.
-Y sin embargo, te gusta.
-...
-Porque te gusta, ¿no?
-Sí... Es decir, cuando ya sé cómo viene la mano, sí.
-¿Cómo es eso?
-A ver. Yo no saludo, pero si me saludan está todo bien. Es decir, no soy complicado, soy simpatiquísimo. Una vez que me saludan.
-Una vez que ya sabés cómo viene la mano.
-Exacto. Con las mujeres la cosa me gusta cuando ya sé si hay onda.
-Cuando ya sabés si te saludan.
-Por así decirlo.
-O sea, cuando sabés que te aceptan.
-¿Que me aceptan? No entiendo.
-Sos inteligente. Entendés.
-Te juro que no entiendo.
-Si te saludan es porque te aceptan, porque te aprueban al menos en una primera instancia.
-Sí... ¿Entonces?
-Entonces vos te adaptás. Si te aceptan, te adaptás. Si no te aceptan, vivís encerrado.
-No estoy tan encerrado. Tengo amigos y...
-Sabés a lo que me refiero.
-¿A qué?
-Sos inteligente...
-Bla, bla, bla.
-¿Vas a hacer monigotes, también, para hacerme reír?
-No, eso fue para hacerte enojar.
-...
-Vos querés decir que me importa si gusto, no si me gustan.
-¿Ves que sos inteligente?
-O sea: como papá no me demostraba cariño, nunca me detuve a pensar en si ése era el padre que me gustaba, sino que estaba pendiente de cualquier señal de si él me aceptaba.
-Un poco mecánico, pero por ahí cantaba Garay.
-"Por ahí cantaba Garay". ¿Qué clase de analista dice algo así?
-La que te hace reír.
-Sí, pero no hablamos de qué hago. ¿La llamo? ¿Cómo junto seguridad para llamarla?
-Algo se te va a ocurrir.
-...
-Tenés que adaptarte, ¿no?
-...
-¿Te parece que dejemos acá?
-Que tengo que llamarla por teléfono.
-¿Y?
-Que no nos conocemos. Que tengo que llamar por teléfono a una persona que no conozco.
-A una mujer que no conocés.
-Sí... ¡No! No es sólo porque sea mujer. Digo: estoy incapacitado para hablar por teléfono con alguien que no conozco. Ni siquiera llamo por cuestiones de trabajo.
-¿Cómo es eso?
-Soy tímido.
-Eso lo entendí. Cómo es eso de que no llamás por cuestiones de trabajo.
-Y... No llamo. Por suerte se inventó el mail. Digo: con un mail alguien, al recibirlo, ve el remitente y ahí decide si lo abre o no, y eventualmente responde. Con un llamado telefónico, sólo en muy pocas oportunidades tengo la suerte de que atiende el contestador automático y puedo dejar mensaje para que, si quieren, respondan.
-¿Pensás todo eso?
-¿La verdad? No.
-...
-Dale, soy el que más te hace reír de tus pacientes, ¿no?
-...
-Ok, no me voy por las ramas. Soy tímido. Soy fóbico, si se quiere. La gente se piensa que soy maleducado porque no saludo, pero es que no sé si quieren que los salude, si los estoy molestando, entonces me trabo y espero a que me saluden y, si no, sigo de largo.
-¿Pensás todo eso?
-Sí. Estoy loco, ¿no?
-No, Elemental. Más quisieras.
-Estar loco sería más fácil.
-No creas, los locos sufren bastante.
-Yo también.
-...
-Lo sé: soy el que más te hace reír. No hace falta que lo digas.
-¿Y cómo hiciste para llamarme por primera vez?
-Ah, eso fue fácil. Esto es tu trabajo. Se supone que a vos te llaman para pedirte turnos, entrevistas.
-¿La plata de por medio?
-Algo así.
-Como con las putas.
-Sí... ¡No! ¡No te estoy tratando de puta!
-No, Elemental, eso ya lo sé. Digo que es la diferencia entre las putas y las mujeres.
-Las putas son mujeres. Interesante, para analizarlo.
-En serio. No trates de desviarte. A una mujer te cuesta acercártele, a una puta no.
-Y...
-Es interesante, ¿no te parece?
-Es que con una puta está todo acordado.
-Es más previsible.
-Algo así.
-...
-A ver... Con una mujer cualquiera, no sé dónde me estoy metiendo.
-Ajá.
-No empieces con los ajá.
-No empiezo.
-¿Por hoy dejamos acá?
-No, todavía no.
-Lástima.
-¿Querés que dejemos acá?
-Era chiste. Y no me vengas con Freud y el chiste y el inconsciente...
-Estábamos en que no sabés dónde te estás metiendo.
-No, no lo sé.
-Y sin embargo, te gusta.
-...
-Porque te gusta, ¿no?
-Sí... Es decir, cuando ya sé cómo viene la mano, sí.
-¿Cómo es eso?
-A ver. Yo no saludo, pero si me saludan está todo bien. Es decir, no soy complicado, soy simpatiquísimo. Una vez que me saludan.
-Una vez que ya sabés cómo viene la mano.
-Exacto. Con las mujeres la cosa me gusta cuando ya sé si hay onda.
-Cuando ya sabés si te saludan.
-Por así decirlo.
-O sea, cuando sabés que te aceptan.
-¿Que me aceptan? No entiendo.
-Sos inteligente. Entendés.
-Te juro que no entiendo.
-Si te saludan es porque te aceptan, porque te aprueban al menos en una primera instancia.
-Sí... ¿Entonces?
-Entonces vos te adaptás. Si te aceptan, te adaptás. Si no te aceptan, vivís encerrado.
-No estoy tan encerrado. Tengo amigos y...
-Sabés a lo que me refiero.
-¿A qué?
-Sos inteligente...
-Bla, bla, bla.
-¿Vas a hacer monigotes, también, para hacerme reír?
-No, eso fue para hacerte enojar.
-...
-Vos querés decir que me importa si gusto, no si me gustan.
-¿Ves que sos inteligente?
-O sea: como papá no me demostraba cariño, nunca me detuve a pensar en si ése era el padre que me gustaba, sino que estaba pendiente de cualquier señal de si él me aceptaba.
-Un poco mecánico, pero por ahí cantaba Garay.
-"Por ahí cantaba Garay". ¿Qué clase de analista dice algo así?
-La que te hace reír.
-Sí, pero no hablamos de qué hago. ¿La llamo? ¿Cómo junto seguridad para llamarla?
-Algo se te va a ocurrir.
-...
-Tenés que adaptarte, ¿no?
-...
-¿Te parece que dejemos acá?
Sonia 02 (dNS): Estrategias y entrenamientos para parecer un tipo seguro al teléfono (1).
El Editor está en su escritorio. Junto a él, Casanova. Me acerco con pasos rápidos. De no ser por la barriga, supongo, estaría corriendo.
-No saben -digo.
Ambos se incorporan, me miran.
-¿No Sonia te llamó? -pregunta el Editor.
-No... Sí, por guita, pero no es eso... De hecho, no llamó, escribió un mail... Pero eso no es el drama...
-Te dije: te estás separando, no esperes que rompa menos las bolas, sino exactamente lo contrario -dice Casanova.
-¡Es que no es eso! -casi grito, y aprovecho para sentarme equidistante de ambos escritorios.
Me miran.
-¿Te acordás ayer, en donde damos el taller, que había una mina con un culo bárbaro? -le pregunto al Editor.
-¿La de rojo? -pregunta él.
-La de calzas -digo.
-Estaba bárbara -dice.
-Teníamos un acuerdo -digo.
-¿Cuál? -pregunta, extrañado.
-No exagero en piropos de las minas para vos, vos no exagerás en las minas para mí -digo-. Para evitar celos, esas cosas, ¿te acordás?
-Ustedes son dos pelotudos. Las minas son todas divinas, nunca hay suficiente elogio -dice Casanova.
-Esperá -se incorpora el Editor y apoya una mano en el brazo de Casanova, aunque me mira fijo a los ojos-. ¿Por qué no debería exagerar con los elogios?
-Hace un rato me llamó Chiche -digo.
-¿Cómo anda? -pregunta Casanova.
-Bien, bien. Me llamó para pasarme el teléfono de ese culo perfecto.
Les cuento la historia. Bah, la introducción a la historia -espero-. Les narro el diálogo de ayer, y el de hoy.
-Y entonces me llamó para pasarme el teléfono de la mina -digo.
-¿Ven? ¡Esos son mis amigos! -sonríe Casanova.
-¿Ya la llamaste? -pregunta Casanova.
Niego con la cabeza.
-No me animo -digo.
-¿Cómo, no te animás, pelotudo? -pregunta-. Chiche te dijo que estaba todo bien, ¿no?
Me encojo de hombros.
-En una de esas me vio mal, y me tira el teléfono con esa mentira para que me anime... -digo.
-¡Pero si vos estás bárbaro! -dice el Editor.
-Ya lo sé... Digo, ¿qué le digo? "¿Me pasó tu teléfono Chiche, vayamos a tomar algo?".
-Tenía calzas -recuerda el Editor-. Garchás seguro.
-¿Cómo es eso? -pregunto.
-Las que usan calzas están seguras de su cuerpo. Las que están seguras de su cuerpo, no tienen pruritos sexuales. Entregan en la primera cita. Es más: están tan seguras de su cuerpo que te garchan ellas a vos en la primera cita -dice el Editor.
-Ah. ¿Y qué le digo?
-Lo que dijiste -dice Casanova-. "Me pasó tu teléfono Chiche, vayamos a tomar algo".
-¿Así?
-No hace falta más -dice Casanova.
-¿Y cuándo la llamo?
-Ella le dio el ok ayer, o sea que sabe que lo tenés hoy -dice el Editor-. A ver... Si llamás hoy, va a pensar que estás desesperado. Si llamás mañana, va a pensar que esperaste hasta mañana para no parecer desesperado, por lo que le vas a resultar desesperado y pelotudo. Lo mejor es que la llames pasado mañana. Ahí, ella no va a saber si la estás llamando tan tarde porque estás muy ocupado, porque en el fondo te chupa un huevo, porque sólo querés garchar o porque sos un pelotudo. Y esa duda es la clave, Elemental. El viernes.
-Ok.
-¿Qué te pasa? -preguntan a dúo.
-Nada... Que con tanta convivencia, me había olvidado de todo esto. O sea, siempre fui un desastre, para estas cosas, pero no sé... ¿Y si la mina no le dio el ok a Chiche? ¿Y si él me manda al frente para que gane confianza y termina generando un desastre? ¿Y si ella le dio el ok pero no pensó que era yo el interesado?
-¿Y quién carajo iba a ser? -pregunta el Editor.
-Vos, por ejemplo -le digo-. Si estamos juntos, las minas te miran a vos. Si él le dijo "el que te miró el culo es el de barbita", ella se puede haber confundido.
-El Editor es más lindo -dice Casanova-, pero vos das más viril. No te preocupás por tu ropa, ni te peinás, las minas que se fijan en vos son las que quieren ser bien cogidas. Y, si usa calzas, quiere ser bien cogida. Se fijó en vos, te lo aseguro.
-¿Vos querés decir que las minas con calzas no se fijan en alguien como yo? -casi grita el Editor.
-En vos se fijan las minas que usan lencería con voladitos -sonríe Casanova-. En él, las que quieren ser bien cogidas.
-¿Y en vos? -pregunto, sonriente.
-En mí, las que permiten que les haga la cabeza con todas las cosas lindas que les digo. Soy un vendedor nato.
-¿Lencería con voladitos? -dice el Editor luego de pensar un rato-. ¿Nada más?
-Las interesadas en la estética -dice Casanova-. Está bueno que ustedes sean amigos, porque las minas que atraen son exactamente las opuestas. Vos -señala al Editor- atraés más a las frívolas, a las tololas. Elemental, a las intensas, a las soñadoras.
-¿Vos querés decir a las locas de mierda? -pregunto.
-Exacto.
-Acabás de resumir mi vida amorosa en una frase -digo.
-No saben -digo.
Ambos se incorporan, me miran.
-¿No Sonia te llamó? -pregunta el Editor.
-No... Sí, por guita, pero no es eso... De hecho, no llamó, escribió un mail... Pero eso no es el drama...
-Te dije: te estás separando, no esperes que rompa menos las bolas, sino exactamente lo contrario -dice Casanova.
-¡Es que no es eso! -casi grito, y aprovecho para sentarme equidistante de ambos escritorios.
Me miran.
-¿Te acordás ayer, en donde damos el taller, que había una mina con un culo bárbaro? -le pregunto al Editor.
-¿La de rojo? -pregunta él.
-La de calzas -digo.
-Estaba bárbara -dice.
-Teníamos un acuerdo -digo.
-¿Cuál? -pregunta, extrañado.
-No exagero en piropos de las minas para vos, vos no exagerás en las minas para mí -digo-. Para evitar celos, esas cosas, ¿te acordás?
-Ustedes son dos pelotudos. Las minas son todas divinas, nunca hay suficiente elogio -dice Casanova.
-Esperá -se incorpora el Editor y apoya una mano en el brazo de Casanova, aunque me mira fijo a los ojos-. ¿Por qué no debería exagerar con los elogios?
-Hace un rato me llamó Chiche -digo.
-¿Cómo anda? -pregunta Casanova.
-Bien, bien. Me llamó para pasarme el teléfono de ese culo perfecto.
Les cuento la historia. Bah, la introducción a la historia -espero-. Les narro el diálogo de ayer, y el de hoy.
-Y entonces me llamó para pasarme el teléfono de la mina -digo.
-¿Ven? ¡Esos son mis amigos! -sonríe Casanova.
-¿Ya la llamaste? -pregunta Casanova.
Niego con la cabeza.
-No me animo -digo.
-¿Cómo, no te animás, pelotudo? -pregunta-. Chiche te dijo que estaba todo bien, ¿no?
Me encojo de hombros.
-En una de esas me vio mal, y me tira el teléfono con esa mentira para que me anime... -digo.
-¡Pero si vos estás bárbaro! -dice el Editor.
-Ya lo sé... Digo, ¿qué le digo? "¿Me pasó tu teléfono Chiche, vayamos a tomar algo?".
-Tenía calzas -recuerda el Editor-. Garchás seguro.
-¿Cómo es eso? -pregunto.
-Las que usan calzas están seguras de su cuerpo. Las que están seguras de su cuerpo, no tienen pruritos sexuales. Entregan en la primera cita. Es más: están tan seguras de su cuerpo que te garchan ellas a vos en la primera cita -dice el Editor.
-Ah. ¿Y qué le digo?
-Lo que dijiste -dice Casanova-. "Me pasó tu teléfono Chiche, vayamos a tomar algo".
-¿Así?
-No hace falta más -dice Casanova.
-¿Y cuándo la llamo?
-Ella le dio el ok ayer, o sea que sabe que lo tenés hoy -dice el Editor-. A ver... Si llamás hoy, va a pensar que estás desesperado. Si llamás mañana, va a pensar que esperaste hasta mañana para no parecer desesperado, por lo que le vas a resultar desesperado y pelotudo. Lo mejor es que la llames pasado mañana. Ahí, ella no va a saber si la estás llamando tan tarde porque estás muy ocupado, porque en el fondo te chupa un huevo, porque sólo querés garchar o porque sos un pelotudo. Y esa duda es la clave, Elemental. El viernes.
-Ok.
-¿Qué te pasa? -preguntan a dúo.
-Nada... Que con tanta convivencia, me había olvidado de todo esto. O sea, siempre fui un desastre, para estas cosas, pero no sé... ¿Y si la mina no le dio el ok a Chiche? ¿Y si él me manda al frente para que gane confianza y termina generando un desastre? ¿Y si ella le dio el ok pero no pensó que era yo el interesado?
-¿Y quién carajo iba a ser? -pregunta el Editor.
-Vos, por ejemplo -le digo-. Si estamos juntos, las minas te miran a vos. Si él le dijo "el que te miró el culo es el de barbita", ella se puede haber confundido.
-El Editor es más lindo -dice Casanova-, pero vos das más viril. No te preocupás por tu ropa, ni te peinás, las minas que se fijan en vos son las que quieren ser bien cogidas. Y, si usa calzas, quiere ser bien cogida. Se fijó en vos, te lo aseguro.
-¿Vos querés decir que las minas con calzas no se fijan en alguien como yo? -casi grita el Editor.
-En vos se fijan las minas que usan lencería con voladitos -sonríe Casanova-. En él, las que quieren ser bien cogidas.
-¿Y en vos? -pregunto, sonriente.
-En mí, las que permiten que les haga la cabeza con todas las cosas lindas que les digo. Soy un vendedor nato.
-¿Lencería con voladitos? -dice el Editor luego de pensar un rato-. ¿Nada más?
-Las interesadas en la estética -dice Casanova-. Está bueno que ustedes sean amigos, porque las minas que atraen son exactamente las opuestas. Vos -señala al Editor- atraés más a las frívolas, a las tololas. Elemental, a las intensas, a las soñadoras.
-¿Vos querés decir a las locas de mierda? -pregunto.
-Exacto.
-Acabás de resumir mi vida amorosa en una frase -digo.
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Chiche,
El Editor Más Fachero,
Sonia 02 (dNS)
27 septiembre 2009
La casa recomienda: "True Blood", de Alan Ball
A lo largo de cinco años, Alan Ball nos tuvo en vilo con la muerte como telón de fondo. Six feet under fue una serie que arrancó bárbaro, luego decayó (bastante) y alcanzó en su último episodio el mejor final jamás alcanzado por ninguna otra serie. Se ve que la muerte le sienta bien, a Ball, o al menos que ahí encontró un interesante nicho de marketing -cuac-, porque su siguiente proyecto se conoció el año pasado y tenía a los no vivos por coprotagonistas de lujo. Para ello, adquirió los derechos de la saga de novelas que había escrito Charlaine Harris -por favor, busquen su imagen en el Google y sorpréndanse como yo con cómo es esa mujer que escribió semejante historia-, donde la protagonista Sookie Stackhouse (Anna Paquin, la nenita de La lección de piano, muchos años después) es una camarera en un pueblito diminuto, Bon Temps, muy cerca de New Orleans. En la trama de las novelas, los japoneses descubrieron la fórmula de la sangre -para la próxima, la del oro-, que fabrican como bebida industrial y, por tanto, los vampiros, que hasta entonces siempre se habían mantenido ocultos, salen a la luz con un discurso que puede resumirse en "no tenemos razones para atacar a los humanos, queremos los mismos derechos". Sookie es telépata, y pronto se enamora de Bill Compton (Stephen Moyer), un vampiro que, pronto sabremos, es más bueno que Lassie.
Lo interesante de la primera temporada es que Ball aplica una mirada inteligente sobre el conflicto central de la historia: mientras nos narran la historia de estos Romeo y Julieta contemporáneos y bizarros, lo que ocurre detrás es una metáfora sobre las minorías -los vampiros, pero también los negros, los gay, los adictos y un largo etcétera-, cómo luchan por sus derechos y cómo son vistas por las mayorías. En el medio, claro, asesinos en serie, ocultismos varios y erotismo del bueno.
La segunda temporada, que terminó hace unas semanas en USA, estuvo bien. No a la altura de la primera, pero bien. Se deja ver, y se puede recomendar. Lo que más se le podría objetar a estos segundos doce capítulos es que dan por tierra una de las líneas más interesantes de la temporada anterior: los demonios no existen, somos nosotros (bueno, este traspié queda un tanto relativizado en el capítulo 12, pero no voy a arruinar ningún final). Las líneas centrales de esta temporada son el crecimiento de los Soldados de la Luz -una iglesia evangélica que está en contra del aborto y de la igualdad de derechos para los vampiros (ok, es una metáfora de trazo grueso, pero qué quieren, es una serie, no un tratado de filosofía)- y la llegada a Bon Temps de una mujer misteriosa de la que no adelantaré absolutamente nada, sólo diré de que tiene el poder de transformar el sitio en una orgía gigantesca. Sin embargo, la línea argumental que más me interesó es la del romance entre la flamante vampiro Jessica (Deborah Ann Woll) y el más inocentón del pueblo, Hoyt Fortenberry (Jim Parrack); a ella la convirtieron a la fuerza cuando era adolescente, y es rebelde pero enamoradiza, y encuentra en la frescura de Hoyt un ancla afectiva; lo mejor de la historia -y, creo, lo más original- es que pronto se descubre que ella era virgen cuando la convirtieron, y que por lo tanto aunque tenga relaciones sexuales, luego el himen se reconstruirá para volver el cuerpo al estado en el que estaba al momento de la conversión; es decir, el sexo implicará, para ella, siempre, dolor; lo mejor es que Hoyt se devana los sesos para encontrar una forma de complacerla sin que haya penetración -y sin que ella le clave los colmillos más de la cuenta-: si eso no es amor, señores, nada lo es.
Para quienes se convencieron con la recomendación, me escriben y les paso los links de descarga y los subtítulos correspondientes.
26 septiembre 2009
Sonia 02 (dNS): Chiche, el casamentero
Chiche tiene 69 años. Es psicoanalista. Lo conocí gracias a Casanova, cuando el lugar donde dábamos taller nos empezó a quedar chico y necesitábamos otro. Chiche dirige un centro de estudios psicoanalíticos, pero me cayó simpático de entrada: "tengo los huevos llenos de psicoanalistas", me dijo, "me gustaría que en el centro se diese algo copado". Más allá de algunos inconvenientes menores, el lugar es bárbaro y Chiche siempre nos trató como reyes de un reinado que desconozco. Nuestra comunicación no es fluida, pero sí buena. Cada mes le pago por transferencia el alquiler, cada martes nos cruzamos cuando él termina con sus clases para psicoanalistas y yo estoy por iniciar el taller. A veces se extiende un poco en el horario, pero su trato es tan amable que nunca me puedo quejar -por más que lo piense, claro-.
Hoy es martes.
Espero a que finalice la clase. Ya empezaron a llegar algunos talleristas, nos amontonamos en la sala de espera. Por suerte, no demasiado. Empiezan a salir los alumnos psicoanalistas. Las alumnas, en verdad. Son casi todas mujeres.
Con Chiche tenemos un código común, bastante usual entre los porteños, supongo: nos hacemos chistes machistas. Una vez me dijo "¿por qué te parece que en el psicoanálisis son casi todas mujeres?", y le respondí "porque no hay que trabajar", y nos cagamos de risa un buen rato.
Pero estábamos en hoy. Que es martes. Que las alumnas psicoanalistas se quedan charlando en la sala de espera. Hay una en particular que me llama la atención. Bueno, no ella. En verdad, lo primero que diviso es un culo. Un culo monumental: redondo, perfecto, una manzana merecedora de cualquier mordisco. Y ese culo monumental corona dos piernas que, si bien musculosas -no me gustan las mujeres musculosas, y menos desde que entrevisté a Flor de la Ve-, resultan cortas y contundentes. Estoy abstraído en el espectáculo onanístico cuando escucho una voz:
-¡Elementalito!
Chiche. Se acerca con los brazos extendidos y una sonrisa sincera. Nos abrazamos.
-¿Cómo estás? -dice, y sin esperar mi respuesta agrega-. ¡Qué lindo que estás!
-Bien... Un poco panzón.
-¡Pero eso a quién le importa! ¡Estás lindo! ¿Estás bien?
-Sí, sí... Me separé.
Me mira. La sonrisa desaparece. Me palmea la mejilla.
-¿Y cómo la estás llevando?
-Es increíble, pero bárbaro.
-¡Así me gusta! ¡Estás lindo! ¡Tenés que salir y coger! Sabías que esa es la mejor terapia, ¿no?
-Sí, pero hay muchas cacerolas dando vueltas.
-¿Cacerolas?
-Nada, no importa.
Seguimos hablando. Me sigue diciendo que estoy lindo. En un momento, nota que de cuando en cuando relojeo el culo perfecto.
-¿A cuál mirás? -pregunta.
-La de calzas.
Abro paréntesis. Muero por las calzas. Me calientan. Una mujer en calzas -salvo las viejas gordas a las que les quedan como hilo de matambre- dispara automáticamente una imagen lujuriosa. Ella de pie, con las alzas a la altura de los tobillos, y yo dándole de atrás. Es más fuerte que yo. Es irracional. Y no sólo lo irracional es más fuerte que yo. Pero en este caso sí. Las calzas, sí. Las calzas en un culo perfecto, sí. Cierro paréntesis.
-¿Calzas? -pregunta Chiche-. ¿Y eso qué es?
-Las medias esas, ajustadas...
Chiche gira.
-¿Cuál me decís?
-Nada...
-No, boludo, en serio. ¿Cuál?
-La de rojo, con calzas negras.
-Ah... ¿Eso son calzas?
-Sí.
-Mirá vos.
-Está linda, eh.
-No tiene novio.
-Mirá vos.
-Te paso el teléfono, ¿querés?
-¡No!
-¿Cómo que no? Yo te lo paso...
Lleva la mano hacia la campera. Supongo que ahí tiene guardado su celular, y en él la agenda de contactos.
-No, Chiche, no. No soy de esos.
-¿De esos cuáles?
-De los que pueden llamar a una mina que no conocen. No soy de esos.
-¡Pero cómo no vas a poder, si estás re lindo!
-Pará con los piropos, que van a pensar que somos pareja.
-¡Pero estás lindo! Te digo algo: a vos la separación te sienta bien.
-Me siento bárbaro.
-¿En serio no querés el teléfono?
-No, en serio. No podría llamarla. Igual, muchísimas gracias.
Hablamos un poco más, y nos despedimos.
Antes de entrar al aula donde en pocos minutos empezará el taller, miro el culo. Perfecto. Tan perfecto.
Hoy es miércoles.
Los miércoles a la mañana por lo general no hago nada. Es decir, los martes el taller termina a las mil quinientas, después a veces nos vamos a comer pizza, y me acuesto tarde. Me levanto tarde. Me baño. Antes de vestirme para salir hacia el diario, me siento en calzoncillos ante la computadora y pelotudeo un rato.
A eso de las once y media de la mañana suena el teléfono. Atiendo. Chiche.
-¿Qué hacés, Elementalito?
-Bien, bien... ¿Cómo andás?
-Bárbaro. Ayer te dije que estás muy lindo, ¿no?
-Sí, boludo, me lo dijiste. Gracias. Lástima que no te puedo decir lo mismo.
-Hijo de puta.
-Ja.
-Che, te llamaba para pasarte el teléfono de la chica que me dijiste.
-¿La de calzas?
-Ésa.
-Pero Chiche... Un millón de gracias, en serio, te lo digo de corazón... Gracias, pero nunca me atrevería a llamarla.
-¿Por qué no? Ella está esperando que la llames.
-¿¿¿¿Lo qué????
-Ayer, cuando terminó la clase, nos fuimos a tomar un café. En un momento aproveché y le dije que vos la habías fichado...
-¿Le dijiste que yo "la había fichado"? Somos dos viejos de mierda.
-Ja.
-Ja.
-Bueno, la cuestión es que ella también te echó el ojo, Elementalito.
-Me "echó el ojo"...
-Dos viejos de mierda, ya lo sé.
-Ja.
-Ja.
-¿Vos me estás jodiendo?
-No, Elementalito. ¡Si te dije que estás lindo! Dijo que te había visto el sábado en que se hicieron las jornadas. Le pregunté si te podía pasar su teléfono, y me dijo que sí.
-...
-¿Qué pasa?
-¿Cuál es la trampa?
-¿Qué trampa?
-Tiene que haber trampa.
-No, pelotudo, te digo en serio. Le dije que vos me habías preguntado "por la mina de calzas", así se lo dije, y se cagó de risa. Te paso el teléfono, ¿te parece?
-...
-Dale, ¿tenés para anotar?
-...
-Dale.
-Decime.
Me dice el número. Anoto, pero la situación me resulta irreal. Finalmente, le pregunto el nombre de la chica. Me dice un nombre.
Pero yo sé automáticamente que se llamará Sonia. Sonia 02 (dNS).
***
Hoy es martes.
Espero a que finalice la clase. Ya empezaron a llegar algunos talleristas, nos amontonamos en la sala de espera. Por suerte, no demasiado. Empiezan a salir los alumnos psicoanalistas. Las alumnas, en verdad. Son casi todas mujeres.
Con Chiche tenemos un código común, bastante usual entre los porteños, supongo: nos hacemos chistes machistas. Una vez me dijo "¿por qué te parece que en el psicoanálisis son casi todas mujeres?", y le respondí "porque no hay que trabajar", y nos cagamos de risa un buen rato.
Pero estábamos en hoy. Que es martes. Que las alumnas psicoanalistas se quedan charlando en la sala de espera. Hay una en particular que me llama la atención. Bueno, no ella. En verdad, lo primero que diviso es un culo. Un culo monumental: redondo, perfecto, una manzana merecedora de cualquier mordisco. Y ese culo monumental corona dos piernas que, si bien musculosas -no me gustan las mujeres musculosas, y menos desde que entrevisté a Flor de la Ve-, resultan cortas y contundentes. Estoy abstraído en el espectáculo onanístico cuando escucho una voz:
-¡Elementalito!
Chiche. Se acerca con los brazos extendidos y una sonrisa sincera. Nos abrazamos.
-¿Cómo estás? -dice, y sin esperar mi respuesta agrega-. ¡Qué lindo que estás!
-Bien... Un poco panzón.
-¡Pero eso a quién le importa! ¡Estás lindo! ¿Estás bien?
-Sí, sí... Me separé.
Me mira. La sonrisa desaparece. Me palmea la mejilla.
-¿Y cómo la estás llevando?
-Es increíble, pero bárbaro.
-¡Así me gusta! ¡Estás lindo! ¡Tenés que salir y coger! Sabías que esa es la mejor terapia, ¿no?
-Sí, pero hay muchas cacerolas dando vueltas.
-¿Cacerolas?
-Nada, no importa.
Seguimos hablando. Me sigue diciendo que estoy lindo. En un momento, nota que de cuando en cuando relojeo el culo perfecto.
-¿A cuál mirás? -pregunta.
-La de calzas.
Abro paréntesis. Muero por las calzas. Me calientan. Una mujer en calzas -salvo las viejas gordas a las que les quedan como hilo de matambre- dispara automáticamente una imagen lujuriosa. Ella de pie, con las alzas a la altura de los tobillos, y yo dándole de atrás. Es más fuerte que yo. Es irracional. Y no sólo lo irracional es más fuerte que yo. Pero en este caso sí. Las calzas, sí. Las calzas en un culo perfecto, sí. Cierro paréntesis.
-¿Calzas? -pregunta Chiche-. ¿Y eso qué es?
-Las medias esas, ajustadas...
Chiche gira.
-¿Cuál me decís?
-Nada...
-No, boludo, en serio. ¿Cuál?
-La de rojo, con calzas negras.
-Ah... ¿Eso son calzas?
-Sí.
-Mirá vos.
-Está linda, eh.
-No tiene novio.
-Mirá vos.
-Te paso el teléfono, ¿querés?
-¡No!
-¿Cómo que no? Yo te lo paso...
Lleva la mano hacia la campera. Supongo que ahí tiene guardado su celular, y en él la agenda de contactos.
-No, Chiche, no. No soy de esos.
-¿De esos cuáles?
-De los que pueden llamar a una mina que no conocen. No soy de esos.
-¡Pero cómo no vas a poder, si estás re lindo!
-Pará con los piropos, que van a pensar que somos pareja.
-¡Pero estás lindo! Te digo algo: a vos la separación te sienta bien.
-Me siento bárbaro.
-¿En serio no querés el teléfono?
-No, en serio. No podría llamarla. Igual, muchísimas gracias.
Hablamos un poco más, y nos despedimos.
Antes de entrar al aula donde en pocos minutos empezará el taller, miro el culo. Perfecto. Tan perfecto.
***
Hoy es miércoles.
Los miércoles a la mañana por lo general no hago nada. Es decir, los martes el taller termina a las mil quinientas, después a veces nos vamos a comer pizza, y me acuesto tarde. Me levanto tarde. Me baño. Antes de vestirme para salir hacia el diario, me siento en calzoncillos ante la computadora y pelotudeo un rato.
A eso de las once y media de la mañana suena el teléfono. Atiendo. Chiche.
-¿Qué hacés, Elementalito?
-Bien, bien... ¿Cómo andás?
-Bárbaro. Ayer te dije que estás muy lindo, ¿no?
-Sí, boludo, me lo dijiste. Gracias. Lástima que no te puedo decir lo mismo.
-Hijo de puta.
-Ja.
-Che, te llamaba para pasarte el teléfono de la chica que me dijiste.
-¿La de calzas?
-Ésa.
-Pero Chiche... Un millón de gracias, en serio, te lo digo de corazón... Gracias, pero nunca me atrevería a llamarla.
-¿Por qué no? Ella está esperando que la llames.
-¿¿¿¿Lo qué????
-Ayer, cuando terminó la clase, nos fuimos a tomar un café. En un momento aproveché y le dije que vos la habías fichado...
-¿Le dijiste que yo "la había fichado"? Somos dos viejos de mierda.
-Ja.
-Ja.
-Bueno, la cuestión es que ella también te echó el ojo, Elementalito.
-Me "echó el ojo"...
-Dos viejos de mierda, ya lo sé.
-Ja.
-Ja.
-¿Vos me estás jodiendo?
-No, Elementalito. ¡Si te dije que estás lindo! Dijo que te había visto el sábado en que se hicieron las jornadas. Le pregunté si te podía pasar su teléfono, y me dijo que sí.
-...
-¿Qué pasa?
-¿Cuál es la trampa?
-¿Qué trampa?
-Tiene que haber trampa.
-No, pelotudo, te digo en serio. Le dije que vos me habías preguntado "por la mina de calzas", así se lo dije, y se cagó de risa. Te paso el teléfono, ¿te parece?
-...
-Dale, ¿tenés para anotar?
-...
-Dale.
-Decime.
Me dice el número. Anoto, pero la situación me resulta irreal. Finalmente, le pregunto el nombre de la chica. Me dice un nombre.
Pero yo sé automáticamente que se llamará Sonia. Sonia 02 (dNS).
25 septiembre 2009
El club de adoradores de Asia Argento, primera reunión (y 4)
Tocamos el tema No Sonia sólo una vez en la noche.
Y es para que me digan que me ven bien.
Le presto al Escritor Iddishe Momme Estrella distante, de Bolaño.
Sé que no le va a gustar.
Él se lo pierde.
Seguimos con los chismes. En un momento, mucho vino de por medio, alguien dice:
-A la final, el ambiente literario es como todo el resto. Lo único que importa es quién garcha con quién.
Alguien cuenta que salió con una mina y, cuando estaba por hacerle sexo oral, ella le dijo "no, cuidado, que me estoy poniendo crema para las hemorroides". No hubo forma de recuperar la erección.
Hablamos de Asia Argento. Mucho.
En cierto sentido, cuando hablamos de Asia Argento hablamos de todo lo que deseamos en una mujer.
Y eso no voy a aclararlo, por supuesto.
Cuando nos despedimos, Casanova dice:
-Sos un gran anfitrión.
Lo abrazo.
Estamos entonados.
Nos abrazamos todos.
Quedamos en que el club de adoradores de Asia Argento se reunirá al menos una vez por mes.
Habrá que ver si cumplimos.
Y es para que me digan que me ven bien.
***
Le presto al Escritor Iddishe Momme Estrella distante, de Bolaño.
Sé que no le va a gustar.
Él se lo pierde.
***
Seguimos con los chismes. En un momento, mucho vino de por medio, alguien dice:
-A la final, el ambiente literario es como todo el resto. Lo único que importa es quién garcha con quién.
***
Alguien cuenta que salió con una mina y, cuando estaba por hacerle sexo oral, ella le dijo "no, cuidado, que me estoy poniendo crema para las hemorroides". No hubo forma de recuperar la erección.
***
Hablamos de Asia Argento. Mucho.
En cierto sentido, cuando hablamos de Asia Argento hablamos de todo lo que deseamos en una mujer.
Y eso no voy a aclararlo, por supuesto.
***
Cuando nos despedimos, Casanova dice:
-Sos un gran anfitrión.
Lo abrazo.
Estamos entonados.
Nos abrazamos todos.
Quedamos en que el club de adoradores de Asia Argento se reunirá al menos una vez por mes.
Habrá que ver si cumplimos.
El club de adoradores de Asia Argento, primera reunión (3)
Groupies literarias.
Alguien dice que hay un escritor veterano al que las jóvenes idolatran. Todas las rebeldes quieren ser como él. De hecho, tratan de ubicarlo. Siempre. De hecho, como es previsible, las intenciones no son sólo literarias. Pero parece que el escritor veterano se limita, desde hace un tiempo, a hacer que le chupen la pija. Tiene un problema respiratorio, y si cogiera se quedaría sin aire.
La diferencia entre Casanova y Don Juan es fundamental, explica Casanova. Mientras que a Casanova lo que le interesaba era el arte de la seducción, la adoración si se quiere, para Don Juan la cuestión era simplemente numérica. Dicho en otras palabras: Don Juan quería ponerla, mientras que Giaccomo Casanova deseaba adorarlas. Por eso el mito de Casanova como gran cogedor es absolutamente falso. Si uno repasa su biografía, se habrá cogido a setente u ochenta minas, lo cual hoy es poquísimo para cualquier hijo de vecino. Lo fundamental, con Casanova, era la forma. Con Don Juan, el contenido. La eterna lucha. Casanova aspiraba al arte, mientras Don Juan a ser best seller. De acuerdo a con quién se identifica uno, implica cómo está parado en el mundo.
Surge Bolaño. Nos gusta a todos.
Salvo al Escritor Iddishe Momme.
Pero a él no le gusta nada.
Chisme literario.
Parece ser que hay un escritor argentino que se autoproclama como superado y las críticas no le interesan. La cuestión es que, luego de negociarlo infinitamente, consigue ganar un importantísimo galardón literario en España. La novela es un éxito. Se llena de guita. Hasta la llevan al cine. Pero siempre hay un pero.
A un crítico no le gusta. Y es un crítico exquisito. Uno de esos que parecen separar lo que quedará de lo que será perecedero. Y la novela no le gusta. Dice que le sobran muchísimas de las más de quinientas páginas que tiene. De hecho, dice que la novela padece un estado de "inflamación terminal".
El escritor, que siempre dijo que sólo le importa el arte y no lo que digan de él, se ofende. Mucho. Llega al plano del odio, por así decirlo.
Pero siempre hay un pero.
Hay un conocido en común al que le duele la enemistad entre el crítico y el escritor. Organiza una cena para que se reconcilien.
Contra lo que podría suponerse, la cena es un éxito. Los primeros segundos son tensos, pero enseguida el escritor y el crítico encuentran puntos en común. El escritor da cuenta de su erudición, el crítico también, y todos contentos.
Un detalle no menor: el escritor asiste a la cena con su esposa.
Volvamos a la anécdota. Sobre el final, el escritor y el crítico parecen buenos amigos. Y, cuando se incorpora para regresar al hotel, el escritor al que no le importan las críticas porque sólo le interesa el arte le dice al crítico:
-Bueno, ahora que me conociste, espero que retires lo que dijiste de mi novela.
El crítico se limpia los labios con una servilleta. Incómodo, dice:
-Bueno, en verdad, ahora que te conocí y descubrí cuán simpático e inteligente sos, espero en verdad que escribas una novela a tu altura.
El escritor enrojece.
-Si no estuviera mi esposa acá, esto lo resolveríamos a las trompadas -dice.
-Curioso -dice el crítico-. A tu esposa la trajiste vos.
(continúa)
Alguien dice que hay un escritor veterano al que las jóvenes idolatran. Todas las rebeldes quieren ser como él. De hecho, tratan de ubicarlo. Siempre. De hecho, como es previsible, las intenciones no son sólo literarias. Pero parece que el escritor veterano se limita, desde hace un tiempo, a hacer que le chupen la pija. Tiene un problema respiratorio, y si cogiera se quedaría sin aire.
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La diferencia entre Casanova y Don Juan es fundamental, explica Casanova. Mientras que a Casanova lo que le interesaba era el arte de la seducción, la adoración si se quiere, para Don Juan la cuestión era simplemente numérica. Dicho en otras palabras: Don Juan quería ponerla, mientras que Giaccomo Casanova deseaba adorarlas. Por eso el mito de Casanova como gran cogedor es absolutamente falso. Si uno repasa su biografía, se habrá cogido a setente u ochenta minas, lo cual hoy es poquísimo para cualquier hijo de vecino. Lo fundamental, con Casanova, era la forma. Con Don Juan, el contenido. La eterna lucha. Casanova aspiraba al arte, mientras Don Juan a ser best seller. De acuerdo a con quién se identifica uno, implica cómo está parado en el mundo.
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Surge Bolaño. Nos gusta a todos.
Salvo al Escritor Iddishe Momme.
Pero a él no le gusta nada.
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Chisme literario.
Parece ser que hay un escritor argentino que se autoproclama como superado y las críticas no le interesan. La cuestión es que, luego de negociarlo infinitamente, consigue ganar un importantísimo galardón literario en España. La novela es un éxito. Se llena de guita. Hasta la llevan al cine. Pero siempre hay un pero.
A un crítico no le gusta. Y es un crítico exquisito. Uno de esos que parecen separar lo que quedará de lo que será perecedero. Y la novela no le gusta. Dice que le sobran muchísimas de las más de quinientas páginas que tiene. De hecho, dice que la novela padece un estado de "inflamación terminal".
El escritor, que siempre dijo que sólo le importa el arte y no lo que digan de él, se ofende. Mucho. Llega al plano del odio, por así decirlo.
Pero siempre hay un pero.
Hay un conocido en común al que le duele la enemistad entre el crítico y el escritor. Organiza una cena para que se reconcilien.
Contra lo que podría suponerse, la cena es un éxito. Los primeros segundos son tensos, pero enseguida el escritor y el crítico encuentran puntos en común. El escritor da cuenta de su erudición, el crítico también, y todos contentos.
Un detalle no menor: el escritor asiste a la cena con su esposa.
Volvamos a la anécdota. Sobre el final, el escritor y el crítico parecen buenos amigos. Y, cuando se incorpora para regresar al hotel, el escritor al que no le importan las críticas porque sólo le interesa el arte le dice al crítico:
-Bueno, ahora que me conociste, espero que retires lo que dijiste de mi novela.
El crítico se limpia los labios con una servilleta. Incómodo, dice:
-Bueno, en verdad, ahora que te conocí y descubrí cuán simpático e inteligente sos, espero en verdad que escribas una novela a tu altura.
El escritor enrojece.
-Si no estuviera mi esposa acá, esto lo resolveríamos a las trompadas -dice.
-Curioso -dice el crítico-. A tu esposa la trajiste vos.
***
(continúa)
El club de adoradores de Asia Argento, primera reunión (2)
-Vi la nueva de Tarantino -digo.
-Una obra maestra -dicen Casanova y el Editor Más Fachero.
-Me hubiera gustado que lo fuese -digo-. De hecho, la primera escena, lo es. Ahora, el resto no está a la altura.
-Vos estás loco -dice Casanova.
-No puede no haberte gustado -dice el Editor Más Fachero.
-No dije que no me gustó -digo-, sino que no me pareció una obra maestra. Ni siquiera lo mejor que vi de Tarantino.
-Tarantino es un perverso sobrevalorado -dice el Escritor Iddishe Momme.
-Refleja nuestros tiempos -dice el Editor.
-Refleja su perversión, nada más -dice el Escritor Iddishe Momme.
-Igual tu opinión no vale -dice Casanova-, a vos no te gusta nada.
-Perdón -dice el Oso Judío.
Todos lo miramos.
-Yo no vi ninguna película de Tarantino... ¿hice mal?
-Ok -digo, mientras el Editor Más Fachero se toma la cabeza-, mejor voy a buscar los chorizos.
-Me encanta que nos reunamos, y que le pongamos un nombre -dice el Editor Iddishe Momme-, pero el nombre no me gusta.
-Tu opinión no vale -dice Casanova-, a vos no te gusta nada.
-Sí, pero eso de adorar a una mina así, no creo que sea lo correcto -dice el Escritor Iddishe Momme.
-Está bárbara -dice el Editor.
-Es perfecta -digo.
-A ver, para empezar -dice Casanova mientras carraspea-, el nombre en el título resulta anecdótico. Cualquier mujer merece ser adorada. Al menos por un ratito. Nuestra posición, como hombres, es adorarlas.
-Coincido -digo.
-Cogerlas -dice el Editor.
-Adorarlas -dice Casanova-. Lo que no implica darles los gustos, seguirles la corriente ni esas pelotudeces. Saber que son divinas, que todo lo que hacemos es para estar más cerca de ellas. Adorarlas.
-Cogerlas -insiste el Editor.
-Entre otras cosas -dice Casanova.
-Yo prefiero que ellas me adoren -dice el Editor Iddishe Momme.
-Una cosita -dice el Oso Judío.
Todos lo miramos.
-¿Quién es Asia Argento?
-Ok -digo, mientras Casanova se toma la cabeza-, mejor voy a buscar las provoletas.
-Esta es la historia de un escritor del interior del país -cuenta el Escritor Iddishe Momme-. No muy talentoso, pero bastante fachero. De una familia de guita, podía tener a la mina que quisiera. Y las tuvo. Una vez, me lo cruzo en un evento al que me habían invitado, en el norte...
-¿Estados Unidos? -pregunto.
-Más quisiera. Jujuy -dice el Escritor-. La cosa es que charlamos, tomamos algo. En un momento, se acerca un tapir. Pero cuando te digo tapir es tapir, eh. Un tapir antológico...
-No me hablen de antologías, con todos los problemas que me generaron -digo.
-Tenés razón, integrante de la lista negra -me palmea la espalda Iddishe Momme-. Les decía. Se nos acerca un tapir. Saluda al escritor con un beso. Le dice algo, se va. Yo me quedo callado, mirándolo. Él se aviva que pasa algo, y me pregunta qué. "¿Y esa quién es?", le pregunto. "Mi señora", dice. "Pero querido, por favor, vos tuviste todas las minas que quisiste, algunas verdaderos hembrones, ¿cómo es que terminaste por casarte con este tapir?", le pregunto.
-¿Y qué te dijo? -pregunto.
-"Es que no sabés las empanadas que me hace" -dice Iddishe Momme-. Eso, me dijo.
(continúa)
-Una obra maestra -dicen Casanova y el Editor Más Fachero.
-Me hubiera gustado que lo fuese -digo-. De hecho, la primera escena, lo es. Ahora, el resto no está a la altura.
-Vos estás loco -dice Casanova.
-No puede no haberte gustado -dice el Editor Más Fachero.
-No dije que no me gustó -digo-, sino que no me pareció una obra maestra. Ni siquiera lo mejor que vi de Tarantino.
-Tarantino es un perverso sobrevalorado -dice el Escritor Iddishe Momme.
-Refleja nuestros tiempos -dice el Editor.
-Refleja su perversión, nada más -dice el Escritor Iddishe Momme.
-Igual tu opinión no vale -dice Casanova-, a vos no te gusta nada.
-Perdón -dice el Oso Judío.
Todos lo miramos.
-Yo no vi ninguna película de Tarantino... ¿hice mal?
-Ok -digo, mientras el Editor Más Fachero se toma la cabeza-, mejor voy a buscar los chorizos.
***
-Me encanta que nos reunamos, y que le pongamos un nombre -dice el Editor Iddishe Momme-, pero el nombre no me gusta.
-Tu opinión no vale -dice Casanova-, a vos no te gusta nada.
-Sí, pero eso de adorar a una mina así, no creo que sea lo correcto -dice el Escritor Iddishe Momme.
-Está bárbara -dice el Editor.
-Es perfecta -digo.
-A ver, para empezar -dice Casanova mientras carraspea-, el nombre en el título resulta anecdótico. Cualquier mujer merece ser adorada. Al menos por un ratito. Nuestra posición, como hombres, es adorarlas.
-Coincido -digo.
-Cogerlas -dice el Editor.
-Adorarlas -dice Casanova-. Lo que no implica darles los gustos, seguirles la corriente ni esas pelotudeces. Saber que son divinas, que todo lo que hacemos es para estar más cerca de ellas. Adorarlas.
-Cogerlas -insiste el Editor.
-Entre otras cosas -dice Casanova.
-Yo prefiero que ellas me adoren -dice el Editor Iddishe Momme.
-Una cosita -dice el Oso Judío.
Todos lo miramos.
-¿Quién es Asia Argento?
-Ok -digo, mientras Casanova se toma la cabeza-, mejor voy a buscar las provoletas.
***
-Esta es la historia de un escritor del interior del país -cuenta el Escritor Iddishe Momme-. No muy talentoso, pero bastante fachero. De una familia de guita, podía tener a la mina que quisiera. Y las tuvo. Una vez, me lo cruzo en un evento al que me habían invitado, en el norte...
-¿Estados Unidos? -pregunto.
-Más quisiera. Jujuy -dice el Escritor-. La cosa es que charlamos, tomamos algo. En un momento, se acerca un tapir. Pero cuando te digo tapir es tapir, eh. Un tapir antológico...
-No me hablen de antologías, con todos los problemas que me generaron -digo.
-Tenés razón, integrante de la lista negra -me palmea la espalda Iddishe Momme-. Les decía. Se nos acerca un tapir. Saluda al escritor con un beso. Le dice algo, se va. Yo me quedo callado, mirándolo. Él se aviva que pasa algo, y me pregunta qué. "¿Y esa quién es?", le pregunto. "Mi señora", dice. "Pero querido, por favor, vos tuviste todas las minas que quisiste, algunas verdaderos hembrones, ¿cómo es que terminaste por casarte con este tapir?", le pregunto.
-¿Y qué te dijo? -pregunto.
-"Es que no sabés las empanadas que me hace" -dice Iddishe Momme-. Eso, me dijo.
***
(continúa)
El club de adoradores de Asia Argento, primera reunión (1)
Quedé con reunirme con los muchachos. La excusa es inaugurar la parrilla del balcón. Por la mañana, temprano, fui al Coto de la vuelta y compré colita de cuadril porque no había bondiola -el mundo jamás será un lugar perfecto-, entraña para el Editor Más Fachero, chorizos, morcilla y una tira de asado por si el Escritor Iddishe Momme se pone demasiado hinchapelotas. Compré, también, una bolsa de carbón, tres provoletas, una caja de bombón helado Frigor, cuatro vinos, un fuet de Cagnoli, bolsas de papas fritas, papas. No sé todo lo que compré. La cuestión es que no tenía que faltar nada. No tiene que faltar nada. No en la primera reunión del Club de Adoradores de Asia Argento.
El primero en llegar es Casanova. Milagrosamente, no viste traje sino jean y saco.
-Lindo edificio -dice.
Subimos. Le muestro el depto, enseguida lo aprueba y sale al balcón.
-¡Hijo de puta! ¿Cómo conseguiste esto?
-Un poco de culo y otro poco de ayuda de mi vieja, que estaba en campaña.
-Tu vieja es una grossa, no entiendo por qué le caía tan mal a No Sonia.
-¿No es lo normal?
-No necesariamente. Cuando uno se lleva bien con la madre, hay minas que lo entienden.
-¿Cuáles?
-Las que no creen que por tener una relación sos de su propiedad exclusiva. Las demás, odian a las suegras antes de conocerlas.
-Cuando me separé, antes de mudarme, tuve que decirle que me iba a lo del Escritor Iddishe Momme. Si le llegaba a contar que estaba parando en lo de mi vieja, me hubiera dicho cualquier cosa.
-Te estabas separando. Mentiste. Hiciste lo que correspondía.
Casanova se enciende un cigarrillo. Hay momentos, muchos momentos, en que envidio la claridad que tiene para entender las cosas y la tranquilidad para enfrentarlas.
-¿Vos no habías dejado de fumar? -le pregunto.
Se encoge de hombros.
-Uno tiene muchos momentos de pelotudo -dice, y no aclara si se refiere a la recaída o a la decisión de abandonar el tabaco.
El siguiente en llegar es el Oso Judío. Trae un vino y un camembert. Mientras subimos en el ascensor, dice que los edificios nuevos le gustan. Si no supiera que es casado, no entendería por qué vive en un caserón antiguo.
Cuando entra al depto, mira el comedor boquiabierto.
-Me tengo que separar, boludo -dice-. Me tengo que separar.
El siguiente en llegar es el Escritor Iddishe Momme. Mientras subimos en el ascensor, me vuelve a cagar a pedos por haberme hecho el rebelde con la editorial importante.
-Tenés que dejar de lado ese espíritu rebelde pelotudo que tenés.
-¿Vos te acordás que fuiste uno de los que me aconsejó que hiciera lo que se me cantaba el culo, que total no le iba a importar a nadie?
-Entonces tenés que aprender a tomar consejo de personas más sabias.
-Si lo hiciera no estaría en la lista negra de ninguna editorial, supongo.
-Exacto.
-Entonces me pueden ir chupando la pija de a uno -digo.
Las puertas del ascensor se abren. Entramos al depto. El Escritor Iddishe Momme lo mira.
-¡Es horrible, boludo!
Entonces lo abrazo.
-Yo también te quiero, tontito -le digo.
El último es el Editor Más Fachero. Cuando entra, pregunta por el Pitufo Gruñón.
-No viene -informo-. Está resfriado.
-Está viejo -dice el Escritor Iddishe Momme.
-Estamos todos, entonces -dice el Oso Judío.
-Exacto -digo.
-Podemos dar inicio a la primera reunión del Club de Adoradores de Asia Argento, entonces -dice Casanova.
Y tiene razón.
***
El primero en llegar es Casanova. Milagrosamente, no viste traje sino jean y saco.
-Lindo edificio -dice.
Subimos. Le muestro el depto, enseguida lo aprueba y sale al balcón.
-¡Hijo de puta! ¿Cómo conseguiste esto?
-Un poco de culo y otro poco de ayuda de mi vieja, que estaba en campaña.
-Tu vieja es una grossa, no entiendo por qué le caía tan mal a No Sonia.
-¿No es lo normal?
-No necesariamente. Cuando uno se lleva bien con la madre, hay minas que lo entienden.
-¿Cuáles?
-Las que no creen que por tener una relación sos de su propiedad exclusiva. Las demás, odian a las suegras antes de conocerlas.
-Cuando me separé, antes de mudarme, tuve que decirle que me iba a lo del Escritor Iddishe Momme. Si le llegaba a contar que estaba parando en lo de mi vieja, me hubiera dicho cualquier cosa.
-Te estabas separando. Mentiste. Hiciste lo que correspondía.
Casanova se enciende un cigarrillo. Hay momentos, muchos momentos, en que envidio la claridad que tiene para entender las cosas y la tranquilidad para enfrentarlas.
-¿Vos no habías dejado de fumar? -le pregunto.
Se encoge de hombros.
-Uno tiene muchos momentos de pelotudo -dice, y no aclara si se refiere a la recaída o a la decisión de abandonar el tabaco.
***
El siguiente en llegar es el Oso Judío. Trae un vino y un camembert. Mientras subimos en el ascensor, dice que los edificios nuevos le gustan. Si no supiera que es casado, no entendería por qué vive en un caserón antiguo.
Cuando entra al depto, mira el comedor boquiabierto.
-Me tengo que separar, boludo -dice-. Me tengo que separar.
***
El siguiente en llegar es el Escritor Iddishe Momme. Mientras subimos en el ascensor, me vuelve a cagar a pedos por haberme hecho el rebelde con la editorial importante.
-Tenés que dejar de lado ese espíritu rebelde pelotudo que tenés.
-¿Vos te acordás que fuiste uno de los que me aconsejó que hiciera lo que se me cantaba el culo, que total no le iba a importar a nadie?
-Entonces tenés que aprender a tomar consejo de personas más sabias.
-Si lo hiciera no estaría en la lista negra de ninguna editorial, supongo.
-Exacto.
-Entonces me pueden ir chupando la pija de a uno -digo.
Las puertas del ascensor se abren. Entramos al depto. El Escritor Iddishe Momme lo mira.
-¡Es horrible, boludo!
Entonces lo abrazo.
-Yo también te quiero, tontito -le digo.
***
El último es el Editor Más Fachero. Cuando entra, pregunta por el Pitufo Gruñón.
-No viene -informo-. Está resfriado.
-Está viejo -dice el Escritor Iddishe Momme.
-Estamos todos, entonces -dice el Oso Judío.
-Exacto -digo.
-Podemos dar inicio a la primera reunión del Club de Adoradores de Asia Argento, entonces -dice Casanova.
Y tiene razón.
Sonia 01 (dNS): Cómo desaparecer completamente
Por suerte, no hay más mensajitos. Supongo que captó la indirecta.
Pasa el fin de semana, y nada.
Cuando aparece conectada en el chat de gmail, cierro esa opción del correo.
El tema, la prueba de fuego, es la reunión de trabajo.
Se hace en mi casa.
Por suerte, no es la primera en llegar. Por suerte, cuando ella toca el timbre le digo a otro que no voy a estar bajando todo el tiempo a la planta baja, que el último que llega se hace cargo. Sube, nos saludamos con un beso en la mejilla.
Cacerola.
Hay una voz, dentro de mí.
Cacerola.
En la reunión todos hablamos, aportamos lo nuestro. Doy cuenta de mi sentido del humor -hay ocasiones en que detesto que todos den por sentado que el humor de un encuentro depende, en buena medida, de mí-.
Cacerola.
Prácticamente, no la miro. Se sentó justo delante mío, pero prácticamente no la miro. Soy un tipo civilizado, que hace chistes, que tira ideas, que prepara café, que no la mira.
Cacerolacacerola.
Sin embargo, más allá de lo que digo, de lo que hago, la voz continúa. Es contundente, clara, apabullante, irrefutable.
Cacerolacaerolacacerola.
Tranquilo, me digo, está saliendo todo bien. Vos la tratás bien. Ella te trata bien.
Ella cacerola.
Mierda. Sonrío, pero descubro que nadie hizo un chiste. Ella descubre mi sonrisa, y frunce el ceño. Puede que lea mi pensamiento.
Cacerolaparácacerolameleeelpensamientoboludocacerolacallatevozdemierdacacerola.
Para peor, la reunión encara para su final. Intento alargarlo, pero resulta imposible. Todos tenemos claro todo, todos sabemos lo que debemos hacer, todos sabemos qué nos corresponde.
Cacerola.
Cuando me dispongo a bajar a abrirles la puerta de calle, hago lo que supongo un golpe maestro. Me pongo la campera. Alguien me pregunta por qué. No ella, que me mira con asombro. Explico que tengo que pasar por lo de mi vieja, llevarle guita. Alguien me pregunta a esta hora. Son las doce de la noche, parece. Digo que mamá atraviesa un problema económico, y que eso la mantiene insomne.
Cacerolacacerola.
Ella abre la boca, sé que está a punto de decir
cacerola
que puede alcanzarme. Pero no. Alguien se le adelanta. Dios existe, y envía a alguien que me dice si querés te acerco. Y ella
cacerola
cierra los labios. Creo que entiende
cacerola
la indirecta. Bajamos. Nos despedimos. Beso en la
cacerola
mejilla. Rumbeo para el coche de quien se ofreció a llevarme. Luego me tomaré un taxi de vuelta. Ni en pedo le toco el timbre a mi vieja a esta hora, me mata. Bah, va a pensar que pasó algo malo. Y no pasó nada malo.
Cacerolacacerolacacerola.
Tomo el picaporte de la puerta del coche, y entonces
Cacerolaaaaaaaaaaaaa
una voz me detiene. Es la voz de
Cacerola
ella. Dice que se olvidó algo arriba.
Caerola
Tengo que reconocer que tiene ingenio, recursos inesperados.
Cacerolas
Se acerca con una cara que me intimida.
Cacerola
El flaco que se ofreció a llevarme a lo de mi vieja me mira como preguntando si me espera. Me digo que, probablemente, le debo a
Cacerola
Sonia 01 (dNS) la charla que ella espera. No la verdad, pero sí la charla.
Cacerola
Le digo al flaco que vaya tranquilo, que me tomo un taxi. Sonia 01 (dNS)
Cacerola
me espera junto a la puerta de calle.
Cacerola
Entramos al edificio en silencio. Entramos al ascensor. Ella dice que nos debemos una charla. El eterno problema
de la cacerola
del endeudamiento. Le digo que mejor hablamos
cacerola
arriba. Nos mantenemos en
cacerola
silencio. Entramos. Se sienta. Me siento.
cacerola
¿Y ahora?, pregunta. Me encojo de
cacerolas
hombros. ¿Qué pasó?, pregunta.
Cacerola
Niego con la cabeza, busco las
cacerolas
palabras adecuadas. Suspiro. ¿Qué pasó con todos los mensajes lindos que nos mandábamos?, pregunta.
Cacerola
No puedo, digo al fin. Ella
Cacerola
me mira. Pensé que la ruptura con No Sonia no me había
caceroleado
afectado, pero no, digo. Estoy muy
cacerola
deprimido, digo. Vos no te merecés
cacerola
esto, digo. Ella frunce los labios. Me siento
cacerola
Diego Peretti, bueno, no, Soledad Villamil. Lo digo. No me queda otra que decirlo.
No sos vos, es la cacerola.
No sos vos, soy yo. Puedo esperar, dice ella. No, dejá, no te quiero hacer perder tiempo, digo. Puedo esperarte, en serio, dice
cacerola
ella. No, dejá, en serio, insisto. Nos quedamos en
cacerola
silencio. Me mira. Yo miro
la cacerola
el piso. Una pena, dice ella. Una
cacerola
pena, digo yo. Otro silencio. Bueno, tengo que ir a lo de mi
cacerola
vieja, digo mientras me incorporo. Ella asiente. Me está esperando, agrego. Ella se incorpora. Bajamos. Salimos. Nos despedimos con un beso en la
cacerola
mejilla. Ella se queda de pie. Yo empiezo a caminar hacia Corrientes. Es de noche, está muy fresco. Me pregunto si para sostener esta estafa debería subirme a un taxi. Por suerte, detrás, un motor arranca. El coche de
cacerola
Sonia 01 (dNS) pasa cerca mío, rugiendo. Camino. El coche dobla, se pierde. Paro en un kiosco. Compro una Coca cola. Regreso al edificio. Cuando pongo la llave en la cerradura, me digo que es un problema que haya gente que no sepa leer entre líneas.
Pasa el fin de semana, y nada.
Cuando aparece conectada en el chat de gmail, cierro esa opción del correo.
El tema, la prueba de fuego, es la reunión de trabajo.
Se hace en mi casa.
Por suerte, no es la primera en llegar. Por suerte, cuando ella toca el timbre le digo a otro que no voy a estar bajando todo el tiempo a la planta baja, que el último que llega se hace cargo. Sube, nos saludamos con un beso en la mejilla.
Cacerola.
Hay una voz, dentro de mí.
Cacerola.
En la reunión todos hablamos, aportamos lo nuestro. Doy cuenta de mi sentido del humor -hay ocasiones en que detesto que todos den por sentado que el humor de un encuentro depende, en buena medida, de mí-.
Cacerola.
Prácticamente, no la miro. Se sentó justo delante mío, pero prácticamente no la miro. Soy un tipo civilizado, que hace chistes, que tira ideas, que prepara café, que no la mira.
Cacerolacacerola.
Sin embargo, más allá de lo que digo, de lo que hago, la voz continúa. Es contundente, clara, apabullante, irrefutable.
Cacerolacaerolacacerola.
Tranquilo, me digo, está saliendo todo bien. Vos la tratás bien. Ella te trata bien.
Ella cacerola.
Mierda. Sonrío, pero descubro que nadie hizo un chiste. Ella descubre mi sonrisa, y frunce el ceño. Puede que lea mi pensamiento.
Cacerolaparácacerolameleeelpensamientoboludocacerolacallatevozdemierdacacerola.
Para peor, la reunión encara para su final. Intento alargarlo, pero resulta imposible. Todos tenemos claro todo, todos sabemos lo que debemos hacer, todos sabemos qué nos corresponde.
Cacerola.
Cuando me dispongo a bajar a abrirles la puerta de calle, hago lo que supongo un golpe maestro. Me pongo la campera. Alguien me pregunta por qué. No ella, que me mira con asombro. Explico que tengo que pasar por lo de mi vieja, llevarle guita. Alguien me pregunta a esta hora. Son las doce de la noche, parece. Digo que mamá atraviesa un problema económico, y que eso la mantiene insomne.
Cacerolacacerola.
Ella abre la boca, sé que está a punto de decir
cacerola
que puede alcanzarme. Pero no. Alguien se le adelanta. Dios existe, y envía a alguien que me dice si querés te acerco. Y ella
cacerola
cierra los labios. Creo que entiende
cacerola
la indirecta. Bajamos. Nos despedimos. Beso en la
cacerola
mejilla. Rumbeo para el coche de quien se ofreció a llevarme. Luego me tomaré un taxi de vuelta. Ni en pedo le toco el timbre a mi vieja a esta hora, me mata. Bah, va a pensar que pasó algo malo. Y no pasó nada malo.
Cacerolacacerolacacerola.
Tomo el picaporte de la puerta del coche, y entonces
Cacerolaaaaaaaaaaaaa
una voz me detiene. Es la voz de
Cacerola
ella. Dice que se olvidó algo arriba.
Caerola
Tengo que reconocer que tiene ingenio, recursos inesperados.
Cacerolas
Se acerca con una cara que me intimida.
Cacerola
El flaco que se ofreció a llevarme a lo de mi vieja me mira como preguntando si me espera. Me digo que, probablemente, le debo a
Cacerola
Sonia 01 (dNS) la charla que ella espera. No la verdad, pero sí la charla.
Cacerola
Le digo al flaco que vaya tranquilo, que me tomo un taxi. Sonia 01 (dNS)
Cacerola
me espera junto a la puerta de calle.
Cacerola
Entramos al edificio en silencio. Entramos al ascensor. Ella dice que nos debemos una charla. El eterno problema
de la cacerola
del endeudamiento. Le digo que mejor hablamos
cacerola
arriba. Nos mantenemos en
cacerola
silencio. Entramos. Se sienta. Me siento.
cacerola
¿Y ahora?, pregunta. Me encojo de
cacerolas
hombros. ¿Qué pasó?, pregunta.
Cacerola
Niego con la cabeza, busco las
cacerolas
palabras adecuadas. Suspiro. ¿Qué pasó con todos los mensajes lindos que nos mandábamos?, pregunta.
Cacerola
No puedo, digo al fin. Ella
Cacerola
me mira. Pensé que la ruptura con No Sonia no me había
caceroleado
afectado, pero no, digo. Estoy muy
cacerola
deprimido, digo. Vos no te merecés
cacerola
esto, digo. Ella frunce los labios. Me siento
cacerola
Diego Peretti, bueno, no, Soledad Villamil. Lo digo. No me queda otra que decirlo.
No sos vos, es la cacerola.
No sos vos, soy yo. Puedo esperar, dice ella. No, dejá, no te quiero hacer perder tiempo, digo. Puedo esperarte, en serio, dice
cacerola
ella. No, dejá, en serio, insisto. Nos quedamos en
cacerola
silencio. Me mira. Yo miro
la cacerola
el piso. Una pena, dice ella. Una
cacerola
pena, digo yo. Otro silencio. Bueno, tengo que ir a lo de mi
cacerola
vieja, digo mientras me incorporo. Ella asiente. Me está esperando, agrego. Ella se incorpora. Bajamos. Salimos. Nos despedimos con un beso en la
cacerola
mejilla. Ella se queda de pie. Yo empiezo a caminar hacia Corrientes. Es de noche, está muy fresco. Me pregunto si para sostener esta estafa debería subirme a un taxi. Por suerte, detrás, un motor arranca. El coche de
cacerola
Sonia 01 (dNS) pasa cerca mío, rugiendo. Camino. El coche dobla, se pierde. Paro en un kiosco. Compro una Coca cola. Regreso al edificio. Cuando pongo la llave en la cerradura, me digo que es un problema que haya gente que no sepa leer entre líneas.